Precisamente esa conformidad es la que nos da la certeza de que los desnates son objetos que existen como tales, independientemente de nuestra percepción. Además, lo compulsivo del primer anillo de poder no cesa después del acuerdo inicial, sino que exige que continuamente renovemos el acuerdo. Toda la vida tenemos que operar como si, por ejemplo, cada uno de nuestros desnates fueran perceptualmente los primeros para cada ser humano, a pesar de lenguajes y de culturas, Don Juan concedía que aunque todo eso es demasiado serio para tomarlo en broma, el carácter apremiante del primer anillo de poder es tan intenso que nos fuerza a creer que si la "montaña" pudiera tener una conciencia propia, ésta se consideraría como el desnate que hemos aprendido a construir.
La característica más valiosa que el primer anillo de poder tiene para los guerreros es la singular capacidad de interrumpir su flujo de energía, o de suspenderlo del todo. Don Juan decía que ésta es una capacidad latente que existe en todos nosotros como unidad de apoyo. En nuestro estrecho mundo de desnates no hay necesidad de usarla. Puesto que estamos tan eficientemente amortiguados y escudados por la red de la primera atención, no nos damos cuenta, ni siquiera vagamente, de que tenemos recursos escondidos. Sin embargo, si se nos presentara otra alternativa para elegir, como es la opción del guerrero de utilizar la segunda atención, la capacidad latente del primer anillo de poder podría empezar a funcionar y podría usarse con resultados espectaculares.
Don Juan subraya que la mayor hazaña de los brujos es el proceso de activar esa capacidad latente; él lo llamaba bloquear el intento del primer anillo de poder. Me explicó que las emanaciones del Águila, que ya han sido aisladas por la primera atención para construir el mundo de todos los días, ejerce una presión inquebrantable en la primera atención. Para que esta presión detenga su actividad, el intento tiene que ser desalojado. Los videntes llaman a esto una obstrucción o una interrupción del primer anillo de poder.
4. El intento es la fuerza que mueve al primer anillo de poder.
Don Juan me explicó que el intento no se refiere a tener una intención, o desear una cosa u otra, sino más bien se trata de una fuerza imponderable que nos hace comportarnos de maneras que pueden describirse como intención, deseo, volición, etcétera. Don Juan no lo presentaba como una condición de ser, proveniente de uno mismo, tal como es un hábito producido por la socialización, o una reacción biológica, sino más bien lo representaba como una fuerza privada, íntima, que poseemos y usamos individualmente como una llave que hace que el primer anillo de poder se mueva de maneras aceptables. El intento es lo que dirige a la primera atención para que ésta se concentre en las emanaciones del Águila dentro de un cierto marco. Y el intento también es lo que ordena al primer anillo de poder a obstruir o interrumpir su flujo de energía.
Don Juan me sugirió que concibiera el intento como una fuerza invisible que existe en el universo, sin recibirse a si misma, pero que aun así afecta a todo: fuerza que crea y que mantiene los desnates.
Aseveró que los desnates tienen que recrearse incesantemente para estar imbuidos de continuidad. A fin de recrearlos cada vez con el frescor que necesitan para construir un mundo viviente, tenemos que intentarlos cada vez que los construimos. Por ejemplo, tenemos que intentar la "montaña" con todas sus complejidades para que el desnate se materialice completo. Don Juan decía que para un espectador, que se comporta exclusivamente con base en la primera atención sin la intervención del intento, la "montaña" aparecería como un desnate enteramente distinto. Podría aparecer como el desnate "forma geométrica" o "mancha amorfa de coloración". Para que el desnate montaña se complete, el espectador debe intentarlo, ya sea involuntariamente a través de la fuerza apremiante del primer anillo de poder, o premeditadamente, a través del entrenamiento del guerrero.
Don Juan me señaló las tres maneras como nos llega el intento. La más predominante es conocida por los videntes como "el intento del primer anillo de poder". Este es un intento ciego que nos llega por una casualidad. Es como si estuviéramos en su camino, o como si el intento se pusiera en el nuestro. Inevitablemente nos descubrimos atrapados en sus mallas sin tener ni el menor control de lo que nos está sucediendo.
La segunda manera es cuando el intento nos llega por su propia cuenta. Esto requiere un considerable grado de propósito, un sentido de determinación por parte nuestra. Sólo en nuestra capacidad de guerreros podemos colocarnos voluntariamente en el camino del intento; lo convocamos, por así decirlo. Don Juan me explicó que su insistencia por ser un guerrero impecable no era nada más que un esfuerzo por dejar que el intento supiera que él se está poniendo en su camino.
Don Juan decía que los guerreros llaman "poder" a este fenómeno. Así es que cuando hablan de tener poder personal, se refieren al intento que les llega voluntariamente. El resultado, me decía, puede describirse como la facilidad de encontrar nuevas soluciones, o la facilidad de afectar a la gente o a los acontecimientos. Es como si otras posibilidades, desconocidas previamente por el guerrero, de súbito se volviesen aparentes. De esta manera, un guerrero impecable nunca planea nada por adelantado, pero sus actos son tan decisivos que parece como si el guerrero hubiera calculado de antemano cada faceta de su actividad.
La tercera manera como encontramos al intento es la más rara y compleja de las tres; ocurre cuando el intento nos permite armonizar con él. Don Juan describía éste estado como el verdadero momento de poder: la culminación de los esfuerzos de toda una vida en busca de la impecabilidad. Sólo los guerreros supremos lo obtienen, y en tanto se encuentran en ese estado, el intento se deja manejar por ellos a voluntad. Es como si el intento se hubiera fundido en esos guerreros, y al hacerlo los transforma en una fuerza pura, sin preconcepciones. Los videntes llaman a este estado el "intento del segundo anillo de poder", o "voluntad".
5. El primer anillo de poder puede ser detenido mediante un bloqueo funcional de la capacidad de armar desnates.
Don Juan decía que la función de los no-haceres es crear una obstrucción en el enfoque habitual de nuestra primera atención. Los no-haceres son; en este sentido, maniobras destinadas a preparar la primera atención para el bloqueo funcional del primer anillo de poder o, en otras palabras, para la interrupción del intento.
Don Juan me explicó que este bloqueo funcional, que es el único método de utilizar sistemáticamente la capacidad latente del primer anillo de poder, representa una interrupción temporal que el benefactor crea en la capacidad de armar desnates del discípulo. Se trata de una premeditada y poderosa intrusión artificial en la primera atención, con el objeto de empujarla más allá de las apariencias que los desnates conocidos nos presentan; esta intrusión se logra interrumpiendo el intento del primer anillo de poder.
Don Juan decía que para llevar a cabo la interrupción, el benefactor trata al intento como lo que verdaderamente es: un proceso, un flujo, una corriente de energía que eventualmente puede detenerse o reorientarse. Una interrupción de esta naturaleza, sin embargo, implica una conmoción de tal magnitud que puede forzar al primer anillo de poder a detenerse del todo; una situación imposible de concebir bajo nuestras condiciones normales de vida. Nos resulta impensable que podamos desandar los pasos que tomamos al consolidar nuestra percepción, pero es factible que bajo el impacto de esa interrupción podamos colocarnos en una posición perceptual muy similar a la de nuestros comienzos, cuando los mandatos del Águila eran emanaciones que aún no imbuíamos de significado.