—Y eso que ya es mayor para aprenderlas —le dijo a Laurence—. Por lo general, solemos empezar con las banderas el mismo día que rompen el cascarón. No me pareció oportuno revelarlo antes para no desalentarle, pero esperaba tener un montón de problemas. Lamentablemente, un dragón pequeño pasa muchos apuros con las últimas señales si es un poco lento y no se las ha aprendido todas al final de la quinta o sexta semana. Pero Temerario ya tiene más edad y las ha aprendido con la misma facilidad que si acabara de eclosionar.
Pero aunque el dragón no pasara apuros, el esfuerzo de memorización y repetición era aún más agotador que las restantes actividades físicas. De esta guisa transcurrieron cinco semanas de riguroso trabajo sin ni siquiera descansar los domingos. Hicieron progresos junto a Maximus y Berkley en maniobras más complejas que las que habían aprendido antes de poder unirse a la formación. Los dragones siguieron creciendo muchísimo durante todo ese tiempo. Al final de ese período, Maximus casi había alcanzado su tamaño adulto. Temerario apenas llegaba a la altura de un hombre, salvo en la cruz, aunque era mucho más enjuto, y concentraba su crecimiento en la corpulencia y el desarrollo de las alas más que en la altura.
No obstante, estaba bellamente proporcionado. Su cola era larga y grácil; las alas hacían juego con el cuerpo y parecían tener el tamaño idóneo cuando las desplegaba; sus colores se habían intensificado, la negra piel se había endurecido, salvo en el hocico, y era más lustrosa, y el azul y gris claro de los bordes de las alas se había extendido y había adquirido un toque opalino. A juicio de Laurence —parcial, por supuesto—, era el dragón más agraciado de toda la base, incluso sin la gran perla reluciente que lucía sobre el pecho.
El constante ajetreo y el rápido crecimiento habían suavizado, al menos temporalmente, la tristeza de Temerario. Ningún dragón era más largo que él, salvo Maximus; superaba incluso a Lily, a pesar de que ésta seguía teniendo una envergadura mayor. Aunque no se hizo valer ni los alimentadores le concedieron preferencia alguna, Laurence tuvo ocasión de ver que la mayoría de los restantes dragones le cedía el paso a la hora de comer, y aunque no se hallara en términos demasiado amistosos con alguno de ellos, estaba demasiado ocupado como para prestarles atención; en buena medida, algo muy similar a lo que le ocurría a Laurence con el resto de los aviadores.
La mayor parte del tiempo se hacían compañía el uno al otro y rara vez se separaban, excepto para comer y dormir. En verdad, Laurence sentía poca necesidad de otra compañía. Sin duda, le alegraba bastante ese pretexto, que le permitía evitar casi por completo compartir las veladas con Rankin. Aunque, con reserva, cruzaba palabras con él en todas las ocasiones en que le era imposible evitarlo, y sentía que al menos había frenado su amistad si no la había deshecho del todo. Al menos, la relación de Temerario y Laurence con Maximus y Berkley se estrechó, lo cual impedía que estuvieran totalmente aislados entre sus compañeros, aunque Temerario continuó prefiriendo dormir fuera, en el campo, en lugar de en el patio con los demás dragones.
Les habían asignado la tripulación de tierra para Temerario. Además de Hollín como jefe, Pratt y Bell, armero y curtidor respectivamente, formaban el núcleo junto a Calloway, el soldado de artillería. Muchos dragones no tenían más dotación, pero los maestros le fueron concediendo a regañadientes más asistentes cuando continuó creciendo; primero uno y luego otro, hasta que la dotación de Temerario tuvo sólo unos pocos hombres menos que la de Maximus. El encargado del arnés respondía al nombre de Fellowes. Era un hombre silencioso, pero digno de confianza, con unos diez años de experiencia en el puesto y mucha mano izquierda a la hora de conseguir hombres adicionales que no eran de la Fuerza Aérea. Se las ingenió para conseguir ocho hombres para atender el arnés, ya que los del Cuerpo no querían servir con Temerario bajo ningún concepto porque Laurence insistía en que siempre que fuera posible el dragón no llevara puesto el equipo, por lo que le debían quitar y poner el arnés con más frecuencia que a los demás dragones.
A excepción de estos hombres, el resto de la dotación de Temerario estaba compuesta en su totalidad por oficiales, hijos de caballeros, e incluso los operarios venían avalados por los oficiales o por sus compañeros. A Laurence le costó acostumbrarse a dar órdenes a aquellos diez novatos en lugar de a marinos avezados. En la Fuerza Aérea no había vestigio alguno de la brutal disciplina del contramaestre, no se podía azotar ni amedrentar a esos hombres; el máximo castigo era la expulsión. Laurence no podía negar que aquello le gustaba más, aunque se sentía desleal al admitir cualquier fallo de la Armada, incluso aunque lo hiciera en su fuero interno.
Como había supuesto, los oficiales no tenían defectos de gravedad o, al menos, no más que en su experiencia anterior. La mitad de los fusileros eran guardiadragones totalmente inexpertos que apenas diferenciaban la boca del rifle de la culata. Sin embargo, parecían bastante voluntariosos y se superaban con rapidez. Collins era demasiado entusiasta, pero tenía buen ojo; si Fonnel y Dunne seguían teniendo problemas a la hora de acertar al blanco, al menos recargaban con notoria rapidez. Su teniente, Riggs, resultaba un tanto lamentable; era un tipo nervioso, precipitado, y además gritaba al cometer pequeños errores, pero disparaba bien y conocía el oficio, aunque Laurence hubiera preferido a un hombre con más aplomo para guiar a los demás. No obstante, no podía elegir libremente a su equipo; Riggs tenía jerarquía y se había distinguido en el servicio, por lo que al menos se merecía el puesto, aspecto que lo hacía superior a unos cuantos oficiales con los que Laurence se había visto obligado a servir en la Armada.
Todavía no se había designado a la tripulación aérea permanente, los ventreros y lomeros que se responsabilizaban del equipo de Temerario durante el vuelo, así como los oficiales de mayor rango y los vigías. Se daría una oportunidad de conseguir un puesto en Temerario a la mayoría de oficiales subalternos de la base actualmente sin destino durante el curso de su adiestramiento, antes de que se hiciera la asignación definitiva. Celeritas le había explicado que ésa era una práctica muy extendida para asegurar que los aviadores sirvieran en el mayor número posible de dragones diferentes, ya que las técnicas variaban muchísimo de una especie a otra. Martin lo había hecho bien en su ciclo y Laurence albergaba la esperanza de que el joven guardiadragon consiguiera un puesto permanente bajo su mando. Otros jóvenes prometedores también se habían recomendado a sí mismos.
La única cuestión preocupante de verdad era la del teniente primero. Los tres primeros candidatos asignados le habían decepcionado; todos eran adecuados, pero ninguno le había dado la impresión de tener verdadero talento, y por el bien de Temerario, más que por el suyo, se mostraba quisquilloso. Lo más desagradable era que le habían asignado a Granby en su turno, y aunque el teniente desempeñaba todos sus deberes a la perfección, siempre se dirigía a Laurence como «señor», mostrando así su animadversión cada vez que cumplía órdenes. Era un contraste tan evidente con la conducta de los demás oficiales que hacía sentir incómodos a todos. Laurence no podía sino pensar con pena en Tom Riley.
Dejando a un lado ese aspecto, estaba satisfecho, aunque cada vez sentía más deseos de realizar maniobras de instrucción. Por fortuna, Celeritas había dictaminado que Temerario y Maximus estaban ya casi preparados para unirse a la formación. Sólo faltaban por dominar las últimas maniobras complejas, en las que se volaba completamente bocabajo. Ambos dragones se encontraban en mitad de estas prácticas cuando Temerario comentó a Laurence:
—Por ahí viene Volly, se dirige directo hacia nosotros.
Laurence ladeó la cabeza para ver una pequeña mota gris que aleteaba en su rápido camino hacia la base.