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Le preguntan dónde vive. Él señala a toda la morralla médica, la gente con bata blanca que se apresura de un lado a otro. ¿No son ellos los que deberían decírselo? Cambian la pregunta: ¿Conoce la dirección de su casa? Mark Schluter, 6737 Sherman, Kearney, Nebraska. Lo dice en el tono del soldado que se presenta a un superior. Insisten: ¿Está seguro? ¿Hasta qué punto quieren que esté seguro? Le preguntan si su casa se encuentra en Kearney o en Farview. Otro intento desesperado de confundirle. Sí, claro, ahora vive en Farview, pero no le han dicho que debía responder en tiempo presente.

Le preguntan a qué se dedica. Pregunta engañosa. Se divierte con sus amigos. Van a conciertos de grupos, al Bullet o a cualquier otra parte. Busca en eBay piezas para costumizar la parte inferior de la carrocería. Ve vídeos. Ve la tele. Saca a pasear a la perra. Se sienta ante la pantalla del ordenador para jugar. Su personaje virtual es un ladrón, y cuando no ocurre nada en el juego se entretiene haciendo las estadísticas de puntuaciones. No les dice lo evidente: que a él mismo lo están tratando como si fuera un personaje virtual.

¿Es eso todo? ¿Todo lo que hace? Bueno, ellos no tienen que saberlo todo. Lo que sucede detrás de las puertas cerradas no es asunto suyo. Pero ellos no se dan por vencidos: ¿Cómo se gana la vida? ¿Dónde trabaja? Bien, ¿por qué no le han preguntado eso en primer lugar?

Les habla de la sección de mantenimiento y reparación de maquinaria. El mantenimiento de algunas máquinas es endiablado y el de otras es pan comido. Solo lleva tres años en su puesto de trabajo, y ya gana dieciséis pavos por hora. No le preguntan por sus sentimientos hacia los animales, lo cual le parece estupendo. Detesta que se lo pregunten. Todo el mundo come la carne de los puñeteros animales, y alguien tiene que matarlos. Y él ni siquiera hace eso: se limita a cuidar de la maquinaria. Se pregunta con extrañeza por qué quieren saber tanto del matadero. Lleva unos días de baja y tal vez haya ocurrido algo raro. Algunos podrían desear su empleo. Un buen trabajo, con un sueldo como Dios manda, sobre todo en tiempos de recesión. Millares de hombres matarían por algo peor.

Le preguntan quién fue el vicepresidente bajo el primer «arbusto». * Demencial. ¿Qué será lo siguiente? ¿Senadores en los árboles? Le piden que cuente hacia atrás desde cien de tres en tres. Uno podría plantear si esta habilidad es especialmente útil. Le someten a innumerables pruebas: rodear objetos con un círculo, tacharlos con una equis y cosas por el estilo. Incluso en esos casos intentan sacarlo de quicio, le dan unos textos de letra demasiado pequeña, o le conceden diez segundos para lo que supondría una hora de trabajo. Él les dice que le gusta su vida y que, de veras, no desea aspirar a nada más. Si quieren expulsarlo del programa de pruebas, son muy libres de hacerlo. Ellos se limitan a reír y le someten a más pruebas.

Hay algo extraño en este interrogatorio. Los médicos le dicen que son sus amigos. Las pruebas demuestran que no puede hacer determinadas cosas, cuando es evidente que sí puede. Deberían examinar a la mujer que se está haciendo pasar por su hermana.

Sus colegas le visitan, pero incluso en ellos hay algo extraño. Duane parece bastante normal. A ese no es posible duplicarlo. Hazle hablar sobre cualquier tema, el terrorismo, lo que sea: ¿Conoces el concepto de la yihad? Eso es lo que el Departamento de Estado no comprende de los islamistas. No pueden evitar pertenecer a un país extranjero.

¿Islamistas? Creía que se llamaban musulmanes. ¿Me equivoco si los llamo musulmanes?

Bueno, «equivocarte»… Equivocarse en un término relativo. Nadie dirá que estás «equivocado» per se…

Un torrente de basura increíblemente sin sentido, como solo Cain puede soltar. Hoy también Rupp parece estar fino, a juzgar por su aspecto y su manera de hablar, pero se muestra un poco distante, un tanto al margen. Tommy Rupp jamás está al margen. El hombre que le consiguió su empleo en la planta, que le enseñó a disparar, que le orientó hacia experiencias alternativas inimaginables: si alguien pudiera explicarle a Mark lo que ocurre, ese debería ser Tommy Rupp, un tipo como no hay dos.

Le pregunta a Rupp si sabe algo de la chica que finge ser Karin. Su amigo le mira como si Mark se hubiera transformado en un hombre lobo. Algo debe de haber contaminado su comida. No deja de estar tenso, como si asistiera a un funeral interminable. Al auténtico Ruppie todo le importaba un bledo. Sabía divertirse. El auténtico Ruppie podía pasarse la jornada en la cámara frigorífica, moviendo cuartos de res de un lado a otro, sin que el gélido ambiente le afectara. Nada dejaba tieso jamás a aquel hombre. Pero el tipo que se encuentra aquí está constantemente tieso.

Todo el montaje es profundamente turbador, y lo único que Mark puede hacer es seguirles el juego. Le están ocultando algo, algo malo. Su camioneta, destrozada. Su hermana, desaparecida. Todo el mundo afirma ser inocente. Nadie le hablará del accidente ni de las horas previas y las posteriores. Solo puede permanecer sentado, apretujado en el pequeño espacio, hacerse el tonto y ver de qué puede enterarse.

Duane y Rupp le hacen jugar a las cartas. Dicen que es una terapia. Nada que objetar, pues no tiene otra cosa que hacer. Pero usan unos naipes con trampa, en los que bastos y picas son indistinguibles. La baraja también es extraña, con un exceso de seis, sietes y ochos. En vez de dinero, utilizan pegatinas de embalaje de la IBP. El montón de Mark desaparece como el búfalo. Una y otra vez le dicen que ya ha pedido cartas, cuando no lo ha hecho. Un juego de tontos para incautos. Así se lo dice, y ellos replican: Este siempre ha sido tu juego favorito, Schluter. No se molesta en corregirlos.

Pasan mucho tiempo escuchando compactos de música variada que Duane descarga y graba. Mucho es lo que ha sucedido en el mundo de la música mientras Mark estaba ausente. Las canciones le aburren. ¡Cielos! Pero ¿habéis escuchado esto? La música más rara que he oído en mi vida. ¿Qué es, country metal?

Su reacción irrita a Rupp. No seas tan retorcido y escucha bien, Gus. ¡Country metal! ¿Todavía te chutan morfina o algo así?

Cain deja claro que el country metal existe. Es un género totalmente reconocido. ¿No estás al tanto de estas cosas? Duane es el auténtico Cain, digan lo que digan.

Pero las miradas que intercambian esos dos hacen que Mark quiera esconderse. Cuando están cerca, no se oye a sí mismo al pensar. Suceden demasiadas cosas a la vez para que vea lo que está mal. Pero cuando se han ido, no tiene quien le guíe. No puedes explicar lo que no puedes ver.

El problema estriba en que esta chica con el aspecto de Karin parece demasiado real. Él está a solas, sentado, respetando las normas, escuchando algo relajante, cuando ella entra en la habitación para importunarle. Sigue representando el papel de hermana, no parece dispuesta a terminar con eso. Ella escucha la música. ¿Tríos vocales hawaianos?

No lo sé. Son como polcas polinesias o algo por el estilo.

Y ella: ¿De dónde lo has sacado?

Vete a saber. Bueno, me lo dio un enfermero porque me había portado bien.

¿Me lo estás diciendo en serio, Mark?

¿Qué? ¿Crees que se lo he robado a algún lelo con Alzheimer? ¿Y a ti qué te importa? ¿Es que ahora estás investigando mis actividades?

¿De veras te gusta escuchar esto?, insiste ella.

Vamos, mujer. ¿Qué tiene esta música de desagradable?

Es solo que… No, está claro que te gusta. Apuesto a que es buena.

Tiene los ojos enrojecidos e hinchados, como si les hubieran echado sal.

No me conoces. Esto es lo que siempre escucho. Me gusta escuchar música estúpida, ¿sabes? Cuando estoy a solas. Debajo del casco, digo los… las orejeras.

Es como si acabara de decirle que le gusta vestirse con ropa femenina o algo por el estilo. Completamente chiflado. Claro, le responde ella. A mí también.

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* Juego de palabras intraducible con el apellido de los presidentes Bush, que significa «arbusto». (N. del T.)