Tal vez sería buena idea espiar a los nativos como primer paso.
—¡Qué indicado! —se burló Dennis—. ¡Si sus rasgos faciales son un poco distintos, usaré un poco de lodo del río para fabricar antenas falsas y ojos saltones y establecerme por mi cuenta! Puede que tenga que quitarme la nariz y estirarme un poco el cuello, por supuesto, pero sólo unas pocas pulgadas como mucho.
»Me pregunto si necesitaré escamas.
Mientras seguía caminando, se le ocurrió un puñado de escenas fantásticas.
¡Ya sé! Estaré atento a la aparición de los dominios del excéntrico caballero científico Gzvreep. Lo reconoceré por la cúpula de observación que sobresale del ala oeste de su mansión.
Muy bien, Dennis. Cuando llames, el anciano sabio nativo te abrirá la puerta personalmente, pues habrá enviado a sus sirvientes a la cama mientras escruta el cielo en busca de cometas. Al verte agitará su tórax en una arcada momentánea ante tus horribles ojos planos, tus millones de diminutos tentáculos craneales. Pero cuando levantes la mano en el gesto universal de la paz, te conducirá al interior y dirá:: «¡Entre rápidamente! ¡Gracias a Gixgax que llegó usted aquí primero!»
En un prado, junto a la carretera, Dennis encontró los restos de un campamento. Las brasas de la hoguera aún estaban calientes.
Dennis soltó su mochila. Depositó la alarma sobre una piedra grande y al cerduende en otra.
—Muy bien, ojos brillantes —le dijo a la criatura—, veamos si eres bueno para algo más que para hacer compañía. Puedes montar guardia mientras yo hago un poco de trabajo serio como detective.
Duen ladeó la cabeza intrigado, luego bostezó.
—Vaya. Bueno, eso demuestra lo poco que sabes. ¡Ya he encontrado algo! —Dennis señaló el suelo—. Mira. ¡Pisadas!
Duen arrugó la nariz, al parecer sin impresionarse demasiado. Dennis suspiró. ¿Dónde había un público capaz de apreciarte cuando lo necesitabas?
Había muchas impresiones profundas en el suelo, al parecer hechas por grandes animales de carga, y huellas de cascos más pequeñas como las que podría dejar un pony sin herrar. Las deposiciones indicaban asimismo que aquel mundo debía tener también análogos cercanos a los caballos.
Después de terminar con los animales, se acercó a un claro grupo de huellas bípedas y no tardó en advertir que todo el mundo en la caravana llevaba zapatos.
Por los claros contornos de las marcas, quedó claro que aquella gente utilizaba botas no muy distintas de las suyas propias. Eso era sin duda una prueba de tecnología. Las pautas eran todas idénticas… como si algún ordenador hubiera elaborado un diseño perfecto que después fuera producido en masa. Se quedó estudiando las huellas hasta que se le ocurrió algo.
Dennis se agarró el pie izquierdo. Torpemente, trató de mirar la suela de su propia bota. Al moverse demasiado rápido, perdió el equilibrio y cayó de espaldas.
Contempló el diseño de su propia bota y suspiró. ¡Era idéntico! O bien los ordenadores de aquel lugar habían llegado al mismo diseño que los de la Tierra o…
Miró alrededor. Había huellas de botas por todas partes. Sin duda todas eran suyas.
Sonó un trino sospechosamente parecido a una carcajada. Dennis se volvió y miró al cerduende. Éste mostró su sonrisa de costumbre.
—¡No te atrevas a decir una sola palabra! —le advirtió a la criatura.
Por una vez, Duen hizo lo que le decían.
No había muchas más pistas. Junto a la hoguera encontró unos cuantos trocitos de carne seca. Donde los animales habían estado atados había restos de grano.
Al lado de un árbol alto Dennis encontró una mancha roja en el suelo. Parecía pegajosa, como de sangre.
Había marcas en el suelo, y mechones sueltos de pelo. Luego encontró un largo rizo dorado que brillaba a la luz de la mañana.
Lo contempló durante un largo instante, y luego se lo guardó con cuidado en un bolsillo del hombro.
Un poco más cerca del bosque, encontró un animal muerto.
Parecía un primo grande del cerduende. Tenía la nariz chata y dientes de aguja, pero era del tamaño y la constitución de un mastín.
La cabeza le contemplaba fríamente desde un metro de distancia del cuerpo. Había sido cercenada, junto con parte del hombro, como por una guillotina… o un láser de alta energía.
Contempló la matanza hasta que el zumbido de la alarma lo hizo reaccionar. Dennis alzó la cabeza ansiosamente. ¿De qué se trataba?
Se volvió justo a tiempo de ver seis cosas con aspecto de perro surgir súbitamente de la línea de árboles. No tuvo tiempo de formarse una idea más precisa. Gruñeron (un sonido grave, rechinante) y luego atacaron.
La pistola de agujas apareció en su mano antes de que tuviera tiempo de pensar. Había practicado desenfundando y disparando a los troncos de los árboles durante los últimos días. El ejercicio probablemente le salvó la vida.
Equilibrado, las piernas separadas, Dennis apuntó a las bestias y disparó. El suelo explotó delante de la jauría, pero los locos animales cargaron directamente a través de la lluvia de arena y hierba. Dennis no tuvo otra opción. Apuntó y volvió a disparar.
La jauría se convirtió en una masa aullante. Se dividió casi de inmediato entre los que huían y los muertos.
Dennis observó cómo los supervivientes retrocedían, aullando de dolor, dejando detrás a sus compañeros sangrantes a inmóviles. Contempló la pequeña arma que tenía en la mano.
Impulsada por la energía solar almacenada, la pistola de agujas podía arrancar diminutas lascas de cualquier metal almacenado en su recámara, y luego dispararlas a alta velocidad. Dennis no la consideraba más que un juguete cuando salió del zievatrón, pero había empezado a confiar más en ella con la práctica adquirida durante el viaje.
Ahora la contempló sorprendido.
Qué potencia, pensó.
2
Pronto advirtió que se acercaba a la civilización.
La carretera se ensanchaba perceptiblemente al descender de un paso entre las montañas. Algunos de los prados mostraban ahora signos de cultivos. Un grueso seto separaba el camino de los campos abiertos a ambos lados. A través de las ramas pudo ver rebaños de animales pastando en las pendientes.
Pronto encontraría tráfico. Un encuentro casual en la carretera no era el primer contacto ideal. No quería enfrentarse a la clase de arma que había cortado la cabeza de la bestia allá en el campamento. Dennis decidió que lo mejor sería continuar el viaje manteniéndose apartado de la carretera durante algún tiempo.
Buscó una abertura en el seto. Duen despertó de su siesta en lo alto de la mochila cuando Dennis sacó el machete y empezó a practicar una abertura estrecha en la barrera. La pequeña bestia saltó en busca de una rama alta, luego se agazapó y contempló a Dennis con reproche por interrumpir su sueiño.
A Dennis no le resultó fácil su trabajo. La gruesa hoja rebotaba en las ramas, apenas haciéndoles muescas.
La miró con disgusto. No había usado mucho el machete hasta ahora. Estaba cubierto de manchas de óxido y tenía el filo gastado. Dennis maldijo a Bernald Brady, sintiendo cierto consuelo por el hecho de que no había juzgado mal al tipo después de todo.
Mientras se lamía los arañazos del dorso de su mano derecha, tuvo una idea. ¿Y el hermoso cuchillo nativo que había encontrado junto a la compuerta? Se quitó la mochila y sacó el arma envuelta en tela de una de las bolsas del fondo. Con una mirada alerta arriba y abajo de la carretera, depositó la tela en el suelo y la desplegó.
Los ojos se le salieron de las órbitas.
Una semana antes había guardado un cuchillo hermoso, afilado, resistente, un claro producto de artesanía de alta tecnología.