Dennis empezaba a marearse con tantas referencias a cosas que no comprendía. ¿Quiénes eran los L´Toff? ¿Y qué demonios era un practicador?
En cuanto al arresto del padre del niño, Dennis comprendía que el orgullo de un granjero pudiera enemistarle con el jefazo local, ¿pero por qué iba Stivyung a ser detenido por tener la misma complexión que su señor? ¿Era eso un crimen allí?
—¿Está bien Tomosh?
—Sí. Quiere despedirse de usted antes de que se marche.
—De que me marche —repitió Dennis. Más o menos esperaba algún tipo de hospitalidad, como una cama de verdad y un poco de conversación sustanciosa, antes de irse a un asentamiento más grande. Las cosas no parecían estar demasiado tranquilas por allí. Quería averiguar quién hacía aquellos maravillosos artículos de alta tecnología y centrarse directamente en ese elemento de la sociedad, evitando a los barones Kremer de este mundo.
Tía Biss asintió firmemente.
—No tenemos sitio en mi casa. Y mi marido Bim va a cerrar esta empalizada mañana. Si quiere usted trabajo, lo encontrará en Zuslik.
Dennis contempló el cuenco. De pronto se sintió incapaz de soportar otra noche al aire libre. Incluso las gallinas cluecas le hacían sentir nostalgia del hogar.
Tía Biss guardó silencio un momento, luego suspiró.
—Oh, ¡qué demontres? Tomosh piensa que es usted un peregrino auténtico y no uno de esos charlatanes que a veces llegan del este. Supongo que no hará ningún daño si le dejo pasar la noche en el granero. Siempre que se comporte y prometa marcharse en paz por la mañana.
Dennis asintió rápidamente.
—Tal vez haya algo en lo que pueda ayudar…
Biss lo pensó.
Se dio la vuelta y cogió el hacha de pedernal del estante del porche.
—No creo que sirva de nada, pero puede cortar leña para el fuego.
Dennis cogió la ruda hacha, dubitativo.
—Bueno… supongo que podría intentarlo…
Contempló la hermosa hacha de gema junto a la puerta.
—Use ésta —recalcó Biss—. Querernos venderla rápido, ahora que Stivyung no está. Hay un montón de leños en la parte de atrás. Buena practica.
Hizo un gesto con la cabeza y se volvió para entrar.
Otra vez esa palabra. Dennis estaba seguro de que pasaba por alto algo importante. Pero consideró prudente no hacer más preguntas a la tía Biss.
Lo primero era lo primero, pues. Acabó con el guiso y dejó el cuenco limpio. Parecía el tipo de plato que se encuentra en las casas de toda la Tierra. Pero al examinarlo con atención, reparó en que el cuenco estaba hecho de madera, finísima y pulida a la perfección.
Si alguna vez logro arreglar el zievatrón, y si alguna vez empezamos a comerciar con esta cultura, podrán vendernos millones de estos platos. ¡Sus fábricas trabajarán sin parar!
Entonces recordó los animales de tiro arrastrando trineos que se deslizaban sin ruido a través de la noche.
¿Qué está pasando aquí.?
Tras dirigir una mirada apesadumbrada a la hermosa hacha de gema que había junto a la puerta, cogió resignado el hacha de cavernícola y se dirigió al montón de leña situado detrás de la casa.
IV
EL MEJOR CAMINO A CARNEGIE HALL
1
La ciudad de Zuslik se encontraba al pie de un amplio valle donde bajas colinas se agrupaban a ambos lados de un río ancho y lento. La tierra estaba densamente arbolada, con campos de cultivo distribuidos regularmente entre tupidas zonas de bosque. La ciudad fluvial se alzaba en la encrucijada de varias carreteras.
Desde una pendiente al oeste de Zuslik, Dennis pudo ver que la ciudad amurallada estaba construida alrededor de una colina que dominaba un recodo del río. En lo alto de esta protuberancia, se alzaba sobre la ciudad una torre oscura y plana, levantada por capas, como un oscuro y acechante pastel de bodas.
A través de su catalejo del Tecnológico Sahariano, Dennis podía distinguir hombres como hormiguitas caminando por los patios que rodeaban la fortaleza. La luz del sol destellaba ocasionalmente en las armas guardadas en estantes. En la alta torre ondeaban estandartes, agitados por la brisa que barría el valle.
La casa del pez gordo local no tenía confusión posible. Dennis esperaba que su búsqueda no requiriera ir allí. Por lo menos no hasta después de haber averiguado algo sobre aquel hombre.
Dos tardes atrás, mientras Dennis se alojaba en el pajar de la granja de los Sigel, el pequeño Tomosh se acercó al granero. En apariencia, era para desear al visitante buenas noches, pero Dennis supo que el niño en realidad iba en busca de compasión y consuelo. No imaginaba que Tomosh recibiera gran cosa de su fría tía.
Tomosh acabó quedándose un par de horas, intercambiando historias con Dennis. Fue un trato justo. Dennis tuvo oportunidad de practicar su acento (familiarizándose con la extraña y pastosa versión del inglés coyliano), y Tomosh, para su deleite, aprendió mucho sobre las costumbres del Conejo de la Suerte y los elefantes voladores.
Dennis no averiguó mucho de la tecnología coyliana; no esperaba hacerlo al hablar con un niño pequeño. Pero escuchó atentamente mientras Tomosh contaba historias «de miedo» sobre «bleckers» y otros hombres del saco, y sobre antiguos y amables dragones que permitían a la gente cabalgar por el cielo. Dennis archivó los relatos en su memoria, pues nunca se sabía qué podía acabar siendo información útil.
Imaginaba que resultarían de más relevancia los chismorreos que Tomosh contó sobre el barón Kremer, cuyo abuelo había dirigido a una tribu de montañeses del norte para tomar Zuslik de manos del viejo duque una generación antes. Según Tomosh, parecía buen consejo mantenerse alejado de Kremer, sobre todo después de lo que aquel tipo le había hecho a la familia del niño.
Aunque ansiaba saber más, Dennis comprendía que el barón Kremer no era el mejor tema de conversación posible. Distrajo al niño de sus preocupaciones con una vieja canción de acampada que pronto lo hizo reír y batir palmas. Para cuando Tomosh se quedó dormido sobre la paja, había olvidado los traumas del día.
Dennis sintió que había hecho una buena obra. Sólo deseaba haber podido hacer más por el pequeño diablillo.
La tía Biss, taciturna hasta el final, dio a Dennis un almuerzo envuelto en tela, consistente en pan y queso, para su partida a primeras horas de la mañana. Tomosh consiguió no llorar cuando se despidió de él. Dennis sólo había tardado un día y medio en llegar desde la granja hasta donde ahora se encontraba.
Por el camino había estado atento a la aparición de una pequeña criatura rosada con brillantes ojos verdes. Pero el cerduende no apareció. Parecía que la criatura le había abandonado realmente esta vez.
Dennis examinó Zuslik desde el acantilado, ante la ciudad. En algún lugar de la ciudadela, el padre del niño estaba prisionero debido a misteriosos crímenes que Dennis todavía no podía comprender… porque tenía la misma constitución que su señor y era bueno con las herramientas… Dennis se sintió aliviado al averiguar que al menos él no se parecía al barón en absoluto.
Decidió que no podría aprender nada más sobre Zuslik estudiándola desde la distancia. Se levantó y empezó a ponerse la mochila.
Justo entonces captó un destello de movimiento por el rabillo del ojo.
Se volvió a mirar… Y vio algo grande, negro y rápido lanzarse hacia él desde la copa de los árboles.
Dennis se arrojó al suelo mientras la cosa gigantesca pasaba por encima de su cabeza. Su sombra era enorme, y un sonido sibilante y aleteante le provocó escalofríos de inminente desastre que recorrieron su espalda mientras se revolcaba por la hierba.