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Dennis se obligó a relajarse. Probablemente también él disfrutaría con un poco de chismorreo si acabara de regresar a casa después de un largo encarcelamiento. Descubrió que anhelaba saber qué había estado pasando en el Tecnológico Sahariano.

Se preguntó si Bernald Brady habría tenido suerte para ganarse el corazón de la hermosa Gabriella. Alzó su copa y brindó por la suerte de Brady en la aventura.

Finalmente, la vieja dama se marchó.

—Muy bien —dijo Dennis—, terminémoslo.

Extendió el globo sobre la mesa. Gath y Sigel cogieron varias velas de sebo y empezaron a frotarlas cuidadosamente contra el papel de fieltro, extendiendo una fina capa de cera. Mientras tanto, Dennis amarró cuidadosamente una pequeña góndola de cuerda y corteza al extremo abierto.

Para cuando fijó una vela a la diminuta cesta, los otros anunciaron que ya habían terminado. Arth, Perth y Maggin observaban, el asombro pintado en el rostro.

Dennis y Gath llevaron el artilugio a un rincón, donde habían preparado un burdo armazón de madera.

—Se llama globo —explicó Dennis, mientras tendía el tejido sobre el armazón.

—Eso ya nos lo has dicho —replicó Perth, con un cierto retintín—. Y dijiste que volaría. Una cosa creada que volaría… y bajo techo, donde no hay viento…

Obviamente, no se lo creía. De momento sólo había una forma de volar: construyendo, y practicando lentamente, una gran cometa sujeta a tierra.

Mucho tiempo antes, algún genio coyliano que odiaba mojarse había inventado un paraguas… ahora un artículo común que todos empleaban. Más tarde, después de que una tormenta imprevista hiciera que un paraguas se alzara con el viento, llevando a su propietario a un breve y peligroso paseo, alguien dió un segundo salto conceptual. Fue el nacimiento de las cometas en Tatir. Furiosas prácticas condujeron al desarrollo de alas con cabos que llevaban a los hombres por encima de la superficie, para mirar el terreno de debajo.

Esas cometas habían ayudado al padre del barón Kremer, un noble menor de las montañas, a derrotar al antiguo duque y obligar al rey de Coylia a otorgarle el dominio sobre la parte superior del valle del Fingal.

Sólo en los últimos años se había dado el paso hacia los auténticos planeadores… esta vez gracias al propio Kremer. Aunque otras fuerzas armadas ya tenían cometas, de momento él, y sólo él, poseía una auténtica fuerza aérea.

Era una importante ventaja táctica en su presente conflicto con la autoridad real.

Dennis se preguntaba por qué nadie más había desarrollado planeadores. Tal vez tuviese algo que ver con la imaginería personal de quien practicaba un objeto. Había que tener en mente una idea de lo que se quería. Tal vez nadie podía concebir una cometa sin cabo que no fuera fatal para su jinete, y por eso las cosas permanecieron sin cambios hasta que Kremer dió el salto.

Dennis colocó la vela directamente bajo la abertura al fondo del globo de prueba.

Sonrió con seguridad.

—Ya verás, Perth. Pero asegúrate de que esos cubos de agua estén a mano por si tenemos un accidente.

Actuaba con confianza, pero no las tenía todas consigo. En un relato de ciencia ficción que había leído siendo niño, un terrestre, como él, había sido transportado a otro mundo donde las leyes físicas también eran diferentes. ¡En el relato, la magia funcionaba, pero la pólvora y las cerillas del héroe fallaban!

Dennis sospechaba que el Efecto Práctica de Tatir simplemente complementaba la física que conocía, en vez de suplantarla. Desde luego, eso esperaba.

Un humo claro surgió de la vela y entró en el globo por el agujero del fondo.

Arth ofreció a Dennis y Stivyung sus mejores sillones y sacó unas cuantas sillas de palo y mimbre que «todavía necesitaban un montón de trabajo», según insistió. Dio a Dennis y Stivyung dos hermosas pipas y fumó felizmente con una formada por una rama hueca y una tusa de maíz, trabajándola lentamente hacia la perfección, o al menos evitando su declive hacia la falta de utilidad.

Dennis sacudió la cabeza. Hacía falta mucho tiempo para acostumbrarse al Efecto Práctica.

—¿Puede alguien explicarme qué intenta hacer el barón Kremer? —preguntó Dennis mientras esperaban a que la bolsa se llenara—. ¿He de entender que está desafiando a la autoridad central… al rey?

Stivyung Sigel chupó lentamente su pipa antes de responder.

—Estuve en los Exploradores Reales, Dennis, hasta que me casé y me retiré. El barón nos puso las cosas difíciles en la frontera occidental. No quiere tenernos cerca a mí y a los míos, porque no puede contar con nuestra lealtad.

»El barón cuenta con el apoyo de los gremios de creadores. A los gremios no les gusta que los colonos se asienten demasiado lejos de las ciudades. Nosotros creamos nuestros propios comenzadores: cortamos nuestro pedernal, curtimos nuestras pieles y cuerdas, tejemos nuestra ropa. Últimamente, la verdad sea dicha, hemos empezado a hacer nuestro propio papel.

Arth y Perth alzaron la cabeza, picada su curiosidad. Gath parpadeó sorprendido.

—¡Pero el papel de los gremios es el secreto mejor guardado de todos! ¿Cómo aprendisteis…? —Chasqueó los dedos—. ¡Claro! ¡Los L´Toff!

Sigel simplemente siguió fumando su pipa. No dijo nada hasta que notó que todos le estaban mirando y que esperaban que continuase.

—El barón ya lo sabe —dijo, encogiéndose de hombros—. Y también los gremios. La gente corriente puede que también lo averigüe. Lo que está sucediendo aquí es el filo cortante de algo grande que está sacudiendo las ciudades y estados del este. La gente empieza a cansarse de los gremios, los clérigos y los barones que 1a oprimen. La popularidad del rey ha aumentado desde que redujo los requisitos para votar a los concejales y desde que convoca una Asamblea cada primavera en vez de un año de cada diez.

Dennis asintió.

—Déjame adivinar. Kremer es un líder que defiende la causa de los barones. —La historia no era nueva para él.

Sigel asintió.

—Y parece que tienen más fuerza. Los guardias y exploradores del rey son las mejores tropas, desde luego, pero las levas feudales las superan seis o siete a uno.

»Y ahora Kremer tiene esas cometas de vuelo libre para llevar a sus exploradores allí donde quiera. Aterrorizan a la oposición, y las iglesias están difundiendo la idea de que son los antiguos dragones que han regresado a Tatir… prueba de que Kremer cuenta con el favor de los dioses.

»En eso tengo que creer a Kremer. Nadie tuvo jamás la idea de los planeadores. Ni siquiera los L´Toff.

Una mención más a los L´Toff hizo que los pensamientos de Dennis volvieran a la princesa Linnora, prisionera del barón Kremer allá en el castillo. Había empezado a aparecer en sus sueños. Le debía la libertad, y no le gustaba pensar que estaba todavía atrapada, en poder del tirano.

Si hubiera alguna manera de poder ayudarla también, pensó.

—Globo está casi lleno. —Gath usaba la palabra como si fuera un nombre propio.

La bolsa empezaba a estirarse por la presión del aire caliente en su interior. No formaba una esfera muy regular. Pero allí no se prestaba demasiada atención a los artículos «creados», siempre que empezaran siendo lo bastante útiles para ser practicados.

La vela estaba a medio consumir. El globo se agitaba dentro de su armazón, estirando las cuerdas de la pequeña góndola. La cesta rebotó en el suelo, luego se alzó por completo.

Se produjo un silencio absoluto, luego Maggin se echó a reír en voz alta y Arth dio una palmada a Dennis en la espalda. Gath se agachó por debajo del globo, como para memorizarlo desde todos los ángulos. Stivyung Sigel permaneció sentado, pero su pipa desprendió un humo aromático, y sus ojos negros brillaban.