—Yo también estoy interesado en conocer la tierra del mago. Eso y otras muchas cosas además!
Los dos se volvieron. Una gran sombra bloqueaba parte de la luz del salón de banquetes. Durante un breve instante, Dennis tuvo la impresión de estar viendo a Stivyung Sigel.
Pero el hombre dio un paso adelante.
—Soy el barón Kremer —dijo.
El señor de la guerra tenía una poderosa mandíbula cuadrada que complementaba sus anchos hombros. Llevaba el cabello rubio platino cortado por debajo de las orejas. Sus ojos permanecieron en las sombras mientras avanzaba hacia la resplandeciente mesa del interior.
—¿Cenamos? Luego quizá tengamos oportunidad de discutir asuntos tales como diferentes tipos de esencia… y otros mundos.
3
El diácono Hoss´k abrió los brazos en un gesto amplio que por los pelos no alcanzó un brillante candelabro.
—Verás, mago, las cosas no vivientes fueron compensadas por las cosas que los dioses dieron a los vivos. Un árbol puede crecer y prosperar y esparcir sus semillas, pero también está condenado a morir, mientras que un río no. Un hombre puede pensar y actuar y moverse, pero está destinado a volverse viejo y decrépito con el tiempo. Las herramientas que utiliza, por otro lado (los esclavos no vivientes que le sirven toda su vida), sólo mejoran con el uso.
La exposición del diácono era una extraña mezcla de teología, teleología y cuento de hadas. Dennis trató de no parecer demasiado divertido.
El ave asada de su plato constituía una clara mejora respecto a la dieta del calabozo, y no estaba dispuesto a arriesgarse a volver a prisión por reírse de las tonterías del sabio residente de su anfitrión.
Sentado a la cabecera de la mesa, el barón Kremer escuchaba en silencio la pedante exposición de Hoss´k, dirigiendo de vez en cuando a Dennis una larga mirada apreciativa.
—Así, en todos los objetos inanimados (incluso los que una vez vivieron, como la piel o la madera), los dioses imbuyeron el potencial para convertirse en algo más grande que ellos mismos… algo útil. Ésta es la forma que los dioses eligieron para proporcionar a su pueblo una prosperidad inevitable…
El grueso erudito iba vestido con un elegante traje de noche de color blanco. Mientras gesticulaba, las mangas aleteaban, dejando entrever el vistoso atuendo rojo de debajo.
—Cuando un creador convierte el potencial de un objeto en esencia —continuó Hoss´k—, la cosa puede entonces ser practicada. De esta forma los dioses predeterminaron no sólo nuestro estilo de vida, sino también nuestro bendito orden social.
Frente a Dennis, la princesa Linnora picoteaba su comida. Parecía aburrida, y tal vez un poco furiosa por lo que Hoss´k tenía que decir.
—Hay quienes creen —dijo— que las cosas vivientes también tienen potencial. También pueden alzarse sobre lo que son y volverse más grandes de lo que han sido.
Hoss´k dirigió a Linnora una sonrisa condescendiente.
—Una absurda idea, residuo de antiguas supersticiones tomadas en serio sólo por unas cuantas tribus oscuras como la vuestra, mi señora, y por algunos de los salvajes del este. Manifiesta un deseo primitivo de que la gente, las familias e incluso las especies puedan ser mejoradas. ¡Pero mirad a vuestro alrededor! ¿Mejoran los conejos, los rickets o los caballos con cada año que pasa? ¿Lo hace el hombre?
»No, está claro que el hombre en sí no puede ser mejorado. Sólo lo inanimado puede, con la intervención del hombre, ser practicado hasta la perfección.
Hoss´k sonrió y tomó un sorbo de vino.
Dennis no podía evitar la vaga sensación que llevaba acosándole desde hacía una hora, de que había conocido al hombre antes y de que había alguna causa de enemistad entre ellos.
—Muy bien —dijo—, has explicado por qué las herramientas inanimadas mejoran con el uso… porque los dioses decretaron que así fuera. ¿Pero cómo un trozo de pedernal, por ejemplo, se convierte en un hacha simplemente al ser utilizado?
—¡Ah! ¡Buena pregunta! —Hoss´k se detuvo para eructar satisfecho. Al otro lado de la mesa, Linnora puso los ojos en blanco, pero Hoss´k no lo advirtió—. Verás, mago, los eruditos saben desde hace tiempo que el destino final de esta hacha que mencionas está determinado en parte por la esencia de crear infundida en ella por un maestro señalado del gremio de los picapedreros. La esencia que se pone en un objeto en su comienzo es tan importante come el Pr´fett, que el propietario consigue a través de la practica.
»Con esto quiero decir que la práctica es importante, pero es inútil sin la esencia adecuada en el comienzo. Por mucho que lo intente, un campesino no puede practicar un trineo para volverlo una azada, o para convertir una cometa en una copa. Una herramienta debe comenzar al menos siendo un poco útil en su tarea designada para mejorar con la práctica. Sólo los maestros creadores tienen esta habilidad.
»Esto es algo no muy apreciado por las masas, sobre todo últimamente, con toda esta desconocida ira contra los gremios. Los descontentos hablan del “valor añadido” y la “importancia del trabajo de práctica”. ¡Pero todo son tonterías de ignorante!
Dennis ya se había dado cuenta de que Hoss´k era el tipo de intelectual que desprecia un urgente a imparable cambio en su sociedad, ignorando por completo las fuerzas en tensión a su alrededor. Los de su clase siempre tocaban la lira mientras Roma ardía, al mismo tiempo que justificaban las cenizas con su propia lógica.
Hoss´k sorbió su vino y sonrió a Dennis.
—Naturalmente, no tengo que explicar a un hombre de tu categoría por qué es tan necesario controlar a las clases inferiores.
—No tengo ni idea de a qué se refiere —respondió Dennis fríamente.
—Vamos, vamos, mago, no tienes que disimular. Tras inspeccionar los artículos que tan amablemente… nos has prestado, ¡puedo decir tantas cosas sobre ti! —Con una sonrisa indulgente, el hombre mordió una pulposa fruta del postre.
Dennis decidió no decir nada. Había comido despacio y hablado poco durante la velada, consciente de que el barón observaba sus reacciones con atención. Apenas había tocado el vino.
Dennis y Linnora habían intercambiado algunas miradas cuando se atrevieron. Una vez, mientras el barón le hablaba al sirviente y el erudito disertaba hacia el techo, la princesa hinchó los carrillos y remedó el parloteo de Hoss 'k. Dennis tuvo que esforzarse para no soltar una carcajada.
Cuando Kremer los miró con curiosidad, Dennis trató de mantener la cara seria. Linnora adoptó una expresión de atenta inocencia.
Dennis comprendió que llevaba camino de enamorarse.
—Siento curiosidad, diácono —dijo Kremer—. ¿Qué puedes adivinar sobre la tierra de nuestro invitado sólo a partir de sus herramientas y su conducta?
El barón se arrellanó en su mullido asiento, semejante a un trono. Parecía lleno de energía, cuidadosa, calculadamente contenida. Aparecía de vez en cuando, al aplastar nueces con las manos desnudas.
Hoss´k se limpió la boca en su manga- servilleta. Inclinó la cabeza.
—Como desees, mi señor. Primero, ¿quieres decirme cuáles de las herramientas de Dennis Nuel te resultan más interesantes?
Kremer sonrió, indulgente.
—El arma que mata de lejos, la caja de vidrio para ver en la distancia y la caja que muestra brillantes insectos en forma de puntos móviles.
Hoss´k asintió.
—¿Y qué tienen todas esas cosas en común?