—Dínoslo tú.
—Muy bien, mi señor. Claramente, esos artículos contienen esencias completamente desconocidas aquí en Coylia. Nuestra señora de los L´Toff —Hoss´k inclinó la cabeza en dirección a Linnora— nos ha confirmado este hecho.
»Aunque él haya pretendido ocultar los detalles de sus orígenes, la ignorancia evidente de nuestro mago sobre algunos de los hechos más básicos de nuestro modo de villa indica que procede de una tierra lejana, seguramente de más allá del Gran Desierto situado tras las montañas… una tierra donde el estudio de la esencia ha desarrollado líneas radicalmente diferentes a las de aquí.
»Quizá la esencia misma sea diferente allí, y las herramientas que practican están constreñidas a desarrollarse de formas totalmente divergentes. —Hoss´k sonrió, como si supiera que estaba haciendo una osada especulación.
Dennis se enderezó en su silla. Tal vez este tipo no sea tonto, después de todo, pensó.
—La caja de luces, en particular, me dice mucho —continuó Hoss´k, confiado—. Los diminutos insectos amaestrados que contiene tras su tapa nos resultan desconocidos. Son más pequeños que la más diminuta luciérnaga. ¿Cómo se llaman, mago?
Dennis volvió a acomodarse en la silla, casi suspirando en voz alta su decepción. Cavernícolas, se recordó.
—Se llaman pixels —respondió—. Son elementos compuestos de algo llamado cristal líquido, que…
—¡Elementales de cristal líquido! —le interrumpió Hoss´k—. ¡Imagínate eso! Bueno, al principio temí que las pequeñas criaturas murieran bajo mi cuidado. Con el tiempo se volvieron oscuras, y no pude encontrar agujeros para que respiraran ni forma alguna de suministrarles comida. ¡Finalmente descubrí, casi por accidente, he de confesarlo, que se recuperaban rápidamente cuando se alimentaban de luz solar!
Dennis no pudo evitar reaccionar alzando una ceja. Hoss´k tomó nota y sonrió triunfal.
—Ah, sí, mago. No somos retrasados ni idiotas aquí. Este descubrimiento resultó particularmente agradable a mi señor barón. Para entonces, su nueva arma, el pequeño «lanzador de agujas» que tan amablemente nos proporcionaste, había dejado de funcionar. Ahora, naturalmente, también esa herramienta se alimenta de luz cada día mientras es practicada.
El grueso erudito sonrió mientras el barón Kremer le reconocía el logro con una leve sonrisa y un gesto de cabeza. Kremer tenía obviamente planes para la pistola de agujas. Dennis frunció el ceño, pero permaneció en silencio.
—Como los insectos de la caja maravillosa —continuó Hoss´k—. Algo dentro del arma debe comer sol a intervalos. De hecho, cuando se usa el arma puede oírse el leve rumor de los animales cautivos en su interior.
»Encontré una pequeña puerta para la comida en esa máquina. Y ahora, además de luz, proporcionamos a las criaturas del interior el metal que al parecer requieren.
»Esos demonios tuyos tienen gustos caros, mago. ¡Mi señor ha agotado el precio de varios siervos sólo manteniendo el arma en práctica!
Dennis mantuvo el gesto impasible. El tipo era listo, pero sus deducciones estaban cada vez más y más alejadas de la realidad. Dennis trató de no pensar en cómo Kremer podría estar «practicando» con su aguja.
—¿Y qué te dice todo esto sobre mi tierra natal? —pregunto.
Hoss´k sonrió.
—Bueno, primero hemos visto que parte de tu magia consiste en tomar la esencia de las cosas vivas a infundirla en herramientas antes de que la práctica comience siquiera. Esto me sugiere una sociedad menos considerada que la nuestra por la dignidad de la vida.
Dennis no pudo dejar de sonreír sardónicamente. ¡De todas las posibles conclusiones estúpidas tenía que llegar a ésa! Se volvió hacia Linnora para compartir sus sentimientos secretamente con una mirada de complicidad, pero quedó aturdido por la mirada que ésta le dirigió. Obviamente, ella no tenía en gran estima a Hoss´k, pero su última deducción sin duda la había perturbado. Manoseó su servilleta, nerviosa.
¿No se daba cuenta de que el erudito estaba simplemente dando palos de ciego?
Hoss´k continuó.
—Hace algún tiempo cogí algunos de las artículos que Dennis Nuel trajo consigo desde su tierra natal… aquellos que mi señor el barón no requirió para otros propósitos, y los puse en un armario oscuro, donde no recibían luz ni practica. Deseaba observarlos cuando revirtieran a su forma original y averiguar qué principios de esencia había en el corazón de cada uno.
»¡Para mi sorpresa descubrí, pasados unos cuantos días, que las herramientas dejaban de involucionar! A solas en un cuarto oscuro, su cuchillo sigue siendo tan afilado como lo era hace una semana. En parte puede ser debido al hecho de que está fabricado del hierro por el valor de rescate de un Príncipe, pero los cierres de su ropa y su mochila también permanecieron petrificados en intrincadas formas que no podría hacer ningún artesano vivo.
Dennis miró a Kremer.
El barón escuchaba con los puños apretados. Sus tupidas cejas le cubrían los ojos de sombras.
La mirada de Linnora pasaba de Hoss´k a Dennis y a Kremer con aparente ansiedad. Dennis se preguntó qué estaba sucediendo. ¿Era algo que acababa de decir aquel idiota? Decidió acabar con aquella tontería antes de que el ridículo fuera mayor.
—Creo que no…
Pero el erudito no estaba dispuesto a ser interrumpido.
—Las cosas del mago son sin duda sorprendentes —dijo—. Sólo una vez he encontrado algo igual. En nuestra reciente expedición a las montañas situadas al norte de las tierras de los L´Toff, mis escoltas y yo encontramos una casita en la espesura, toda hecha de metal…
Dennis observó a Hoss´k y sintió que sus puños se crispaban.
—¡Tú!
Ahora supo que, en efecto, ya había visto al diácono antes, una vez, en la pequeña pantalla del robot de exploración del Tecnológico Sahariano. ¡Había sido aquel idiota, vestido con su túnica roja, quien había supervisado el desmantelamiento del zievatrón!
—Ah —asintió el erudito—. Veo por tu reacción que esa casita era tuya, mago. Y eso no me sorprende. Pues encontré una pequeña caja en el costado de la casa, que se abrió haciendo palanca. ¡Y allí encontré un almacén de herramientas increíbles! ¡Me llevé unas cuantas a casa para examinarlas a placer y, aunque no he podido sacar de ellas nada en claro, al igual que los artículos de lo mochila no han cambiado un ápice desde que me las quedé!
Hoss´k rebuscó en su voluminosa túnica y sacó un puñado de pequeños objetos.
—Unos cuantos de éstos proceden de un par de grandes demonios feroces que encontramos guardando la casita. Pero no pudieron hacer nada contra los thenners de los valientes guardianes de mi señor.
Trozos y piezas de componentes electrónicos se desparramaron sobre la mesa. Dennis contempló un brazo de un «feroz» robotito de exploración del Tecnológico Sahariano, y un tablero roto zievatrónico cuyos componentes valían cientos de miles de dólares.
—Naturalmente, no pudimos quedarnos el tiempo suficiente para realizar una investigación en profundidad, como comprenderás, pues fue entonces cuando encontramos a la princesa. Nuestros hombres tardaron dos días enteros en, ejem, localizarla desde la casita de metal hasta el promontorio rocoso donde se había perdido…
—¡No me había perdido! ¡Me ocultaba de vuestros malditos norteños! —exclamó Linnora.
—Mmm. Bien. Ella sostuvo que había acudido al claro porque sentía que algo extraño acababa de suceder en esa zona. Me pareció aconsejable invitarla a acompañar a nuestra expedición de regreso a Zuslik… por su propia seguridad, naturalmente.
Dennis apenas pudo contenerse.