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—Así que tú eres el cretino que hizo pedazos el mecanismo de regreso —rugió.

Hoss´k se echó a reír.

—Oh, mago, yo completé el trabajo de disección, pero nuestra princesa L´Toff ya había empezado a investigar la extraña cabaña cuando llegamos.

Dennis la miró para ver si eso era cierto, pero Linnora se limitó a apartar la mirada, abanicándose. En ese momento Dennis no sintió ningún favoritismo. Dirigió a Linnora la misma mirada acalorada que había dirigido a Hoss´k. ¡Ambos habían metido la nariz donde no debían!

—De cualquier manera, mago —continuó Hoss´k—, estoy seguro de que no se hizo ningún daño. Cuando mi señor el barón decida que es hora de que regreses a tu tierra natal con tus pertenencias, estoy seguro de que podremos devolver el metal que cogí y prestarte toda la ayuda que necesites para practicar lo casita de vuelta a la perfección.

Dennis maldijo en voz baja en árabe, la única manera que tenía de expresar adecuadamente lo que pensaba de la idea.

Al parecer Hoss´k captó parte del mensaje, aunque no su significado. Su sonrisa se encogió.

—Y si mi señor decide lo contrario, entonces dirigiré otra expedición hasta la casita y reclamaré todo ese maravilloso metal para el tesoro de mi señor.

Dennis permaneció en silencio, aturdido. ¡Si la compuerta era movida del sitio, o desmantelada, pasaría el resto de su vida en aquel lugar!

Kremer había permanecido sin decir palabra durante la conversación. Ahora intervino.

—Creo que nos hemos desviado del tema, mi buen diácono. Nos estabas explicando qué hay de desacostumbrado en las herramientas que antes poseía nuestro extraño mago. Dijiste que, según parece, permanecen sin cambios, no importa cuánto tiempo estén sin ser practicadas.

—Sí, mi señor. —Hoss´k inclinó la cabeza—. Y sólo hay una forma conocida de petrificar una herramienta en su forma practicada para que permanezca en ese estado para siempre, incapaz de revertir a su forma de comenzador. En nuestra tierra, solamente los L´Toff controlan esa técnica.

Linnora permanecía rígida, sin mirar a Hoss´k, ni siquiera a Dennis.

—La técnica, como todos sabemos, requiere que un miembro de la raza L´Toff invierta voluntariamente una porción de su propia fuerza vital en la herramienta en cuestión, gastando una parte de su lapso de vida para hacer que el Pr´fett sea permanente.

Kremer habló, pensativo.

—Un gran regalo, ¿no, mago? Los sacerdotes sostienen que los L´Toff fueron elegidos por los dioses… bendecidos con el talento de poder hacer que las cosas hermosas lo sean para siempre.

»Pero todos los regalos tienen un precio, ¿no, erudito?

Hoss´k asintió sabiamente.

—Sí, mi señor. El talento ha sido una bendición de doble filo para los L´Toff. Con sus otros dones, los eleva por encima de los demás pueblos. También produce desagradables episodios de, bueno, de lo que podría ser llamado intento de explotación por parte de los otros.

Dennis parpadeó. Todo se desarrollaba demasiado rápido, pero incluso sin reflexionar podía imaginar cómo habían sufrido los L´Toff a causa de su talento.

La princesa se limitaba a mirarse las manos.

—Naturalmente, el resto de la historia es conocida por todos —dijo Hoss´k, chasqueando la lengua—. Huyendo de la avaricia de la humanidad, los L´Toff llegaron a las montañas occidentales, donde un antepasado de nuestro rey Hymiel les concedió su actual territorio y la protección de los antiguos duques de Zuslik.

Y el padre del barón Kremer eliminó al último de los antiguos duques, se dijo Dennis.

—Estábamos hablando de las pertenencias del mago —recordó Kremer, suave pero severamente.

Hoss´k inclinó la cabeza.

—Por supuesto. Bien, ¿qué podemos suponer cuando descubrimos que las pertenencias del mago no se deterioran, no involucionan hasta volver a ser rudos comenzadores? Nos vemos obligados a llegar a la conclusión de que Dennis Nuel es un miembro de la aristocracia de su tierra natal, una tierra donde tanto el metal como la vida son baratos. Aún más, parece claro que los L´Toff de su país han sido esclavizados y obligados a poner Pr´fett en objetos practicados para que permanezcan refinados incluso cuando no se usan durante largos periodos de tiempo. Esta explotación ha llegado incluso a petrificar la ropa de Nuel. Aquí en Coylia nadie se ha planteado siquiera malgastar el talento de los L´Toff en ropa…

—Eh, espera un maldito minuto —lo interrumpió Dennis—. Creo que hay unas cuantas cosas que…

Hoss´k sonrió y continuó, cortando a Dennis.

—Debemos concluir, por fin, que su experiencia en distintas clases de esencia (incluyendo la esclavitud de animales pequeños que son parte integral de las herramientas) más este poder sobre los L´Toff de su propia tierra explica la magia del país de Dennis Nuel.

»Puede que sea un exiliado o un aventurero. No lo sé. En cualquier caso, nuestro invitado pertenece sin duda a una raza de guerreros implacable y poderosa. Por tanto, debe ser tratado como miembro de la casta superior mientras permanezca en Coylia.

Dennis miró al hombre, anonadado. ¡Quería echarse a reír, pero todo era demasiado absurdo incluso para eso!

Empezó a hablar dos veces y se detuvo cada una de ellas. Se preguntó si debía intervenir. Su impulso inicial de protestar podía no ser la estrategia adecuada. Si los sofismas de Hoss´k le proporcionaban una buena posición social y privilegios, ¿debía intervenir siquiera?

Mientras lo consideraba, la princesa Linnora se levantó bruscamente, la cara muy pálida.

—Mi señor barón. Caballeros. —Asintió con la cabeza a derecha a izquierda, pero no miró a Dennis—. Estoy fatigada. ¿Me disculpan?

Un criado retiró su silla. Ella no miró a Dennis a los ojos, aunque éste se levantó y trató de encontrar su mirada. Linnora soportó estoicamente los labios del barón sobre su mano, luego se dio la vuelta y se marchó, acompañada por dos guardias.

A Dennis le ardían las orejas. podía imaginar perfectamente lo que pensaba Linnora de él. Pero teniendo en cuenta las circunstancias, probablemente era mejor que hubiera permanecido en silencio, hasta que tuviera una oportunidad de pensar qué hacer. Ya habría tiempo más tarde para las explicaciones.

Se volvió y vio que Kremer 1e sonreía.

El barón tomó asiento y bebió de una copa cuyo barniz se había vuelto, con el paso de los años, de un magnífico azul arsénico.

—Por favor, siéntate, mago. ¿Fumas? Tengo pipas que han sido usadas cada día durante trescientos años. Mientras nos relajamos, estoy seguro de que encontraremos asuntos provechosos para ambos de los que conversar.

Dennis no dijo nada.

Kremer lo miró, calculador.

—Y tal vez podamos resolver algo que beneficie también a la dama.

Dennis frunció el ceño. ¿Tan obvios eran sus sentimientos?

Se encogió de hombros y se sentó. En su posición, no tenía más remedio que negociar.

4

—Menos mal que el palacio tiene montones de tuberías internas bien practicadas —dijo Arth mientras trataba de hacer encajar dos tubos, uniéndolos con lodo y cuerdas—. Odiaría tener que hacer nuestras propias tuberías de papel o yeso y practicarlas nosotros mismos.

Dennis usaba un escoplo para recortar una tapa dura que encajara en una gran tina de barro. Cerca, varios barriles del «mejor» vino del barón esperaban su turno de prueba. El laberinto de tuberías que había sobre sus cabezas era la pesadilla de un fontanero. Incluso el más retorcido fabricante clandestino de whisky de los Apalaches se habría echado a temblar nada más verlo. Pero Dennis supuso que sería lo bastante bueno para un comenzador de destilería.