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—¿Qué es eso, Dennis? —preguntó.

—Se llama rueda —respondió él—. Con cuatro en su sitio y con la ayuda del burro de Surah, podremos sacarte de aquí mañana por la noche casi con tanta rapidez como si caminaras. Naturalmente, nos veremos obligados a utilizar las carreteras al principio, pero eso no se puede evitar. De todas formas, la carretera es la única manera de remontar el paso.

Dennis indicó a Arth que fuera levantando una esquina de la bañera cada vez. Insertó una rueda en cada una.

—Este artilugio entero se llama carreta. En mi tierra natal, este artefacto tan burdo duraría unas cuantas horas, como mucho. Imagino que al principio se deslizará más o menos como si la arrastráramos sobre su panza. No hay contrapeso entre los ejes y los agujeros del cuerpo, para empezar. Eso aumentará el coeficiente de fricción por rodadura. Naturalmente, con la práctica podemos esperar que un efecto lubricante empiece a formar parte…

Arth y Linnora se miraron mutuamente. El mago volvía a hablar de un modo incomprensible. Ya se habían acostumbrado a ello.

—Podría haber hecho un comenzador mejor —dijo Dennis, mientras colocaba la última rueda firmemente en su sitio—. Pero no hay tiempo. Ahora mismo están registrando todo el país en busca de nosotros, pero cuando los olfateadores encuentren nuestra pista, se concentrarán. Será mejor que entonces estemos ya en las montanas.

»Vamos a tener que contar con el Efecto Práctica para enmendar esta carreta. Esta noche Arth y yo nos turnaremos para hacerle dar vueltas por la granja. Mañana tal vez…

Dennis dio un paso atrás y contempló el carro. Vio el asombro en la cara de Arth. Pero Linnora mostraba una expresión de profunda concentración. Tenía los ojos entornados y movía la mano como si tratara de visualizar algo que nunca había visto antes.

De pronto, dio una palmada y se rió en voz alta.

—¡Empújalo! ¡Oh, venga, Dennis, empújalo y haz que se mueva!

Dennis sonrió. Linnora no tenía la mente de un cavernícola. Su habilidad para imaginar la forma en que funcionaban las cosas era sorprendente, considerando su entorno.

Alzó el pie y empujó la parte trasera del carro. Rechinando con fuerza, la carreta se movió y rodó por el sendero de grava hasta salir por la puerta del granero.

Alguien gritó, y se oyó un fuerte golpe fuera. Dennis salió corriendo y encontró a Surah Sigel sentada en el suelo, contemplando el artilugio con los ojos abiertos como platos. El carro había rodado hasta detenerse unos palmos más allá. Junto a ella, un hatillo de provisiones yacía abierto, con su contenido medio desparramado.

—¡Creía que estaba vivo cuando vino hacia mí de esa forma!—Parpadeó, mirando el carro.

—Es sólo una máquina —la tranquilizó Dennis mientras la ayudaba a levantarse—. Es lo que vamos a utilizar para transportar a la princesa…

—¡Ya lo veo! —Surah le apartó las manos y se alisó la ropa, envarada. Empezó a recoger las provisiones (tasajo, fruta y sacos de grano), y rechazó a Dennis cuando éste intentó ayudarla.

—Tomosh acaba de volver con noticias de mis primos, los que viven carretera abajo —dijo—. Llevan una semana alojando tropas del barón. Y ahora los soldados dicen que van a trasladarse pasado mañana. No dicen adónde, pero mi primo piensa que se dirigirán hacia el oeste.

Dennis maldijo en voz baja. Los demás y él tenían que atravesar el paso antes de que las tropas se internaran en las montañas. Si esperaban hasta la noche siguiente, todavía estarían en la carretera cuando el principal contingente los alcanzara.

—Esta noche —dijo—. Tenemos que partir esta noche.

Tomosh salió corriendo de la casa. Se detuvo y observó la carreta.

Arth sostuvo a Linnora mientras le ayudaba a sentarse en la carreta. Ella se rió mientras el ladrón y el niño la transportaban lentamente por el patio de la granja.

Dennis sacudió la cabeza. La carretilla que yo tenía cuando niño sería más útil de lo que esta cosa ruidosa será el primer día, pensó.

Partieron poco después de anochecer, mientras las lunas estaban todavía bajas en el cielo. El burro bufaba incómodo mientras tiraba de la carretilla. Cuando se detuvo en la verja y amenazó con rebuznar; Linnora tañó su klasmodion y cantó para el inquieto animal.

Las orejas del burro se movieron; su respiración se normalizó lentamente mientras la melodía de la muchacha lo calmaba. Finalmente, respondió a los suaves acicates de Arth y tiró de su molesta carga. Dennis ayudó a empujar hasta que estuvieron en la carretera propiamente dicha. Allí se detuvieron para despedirse de los Sigel.

Linnora le susurró algo a Tomosh mientras Dennis le estrechaba la mano a la señora Sigel.

—Buena suerte a todos —les deseó Surah—. Decidle a Stivyung si le veis que estamos bien.

Surah contempló insegura al pintoresco grupo. Dennis tenía que admitir que no parecían una fuerza capaz de enfrentarse con las patrullas de Kremer.

—Lo haremos —asintió Dennis.

—¡Volverás, Denniz! —prometió Tomosh mientras daba afectuosamente una palmada en el muslo al terrestre—. ¡Mi padre y tú y los Exploradores Reales volveréis y se las haréis pagar al viejo Kremer de una vez por todas!

Dennis agitó el pelo del niño.

—Tal Vez, Tomosh.

Arth azuzó al burro. El burdo carro chirrió por la oscura y empinada carretera. Dennis tuvo que empujarlo durante un tramo cuesta arriba. Cuando miró atrás, Surah y su hijo se habían marchado.

Excepto por el estrecho haz de su pequeña linterna de aceite, la noche era completamente negra a su alrededor. El viento soplaba entre los árboles que flanqueaban el camino. Incluso en la suave y superdeslizante carretera, el carro daba trompicones y rebotaba y se estremecía. Linnora lo soportaba con valentía. Tañía su klasmodion suavemente, con una expresión soñadora y distante en el rostro.

Ya estaba concentrada en el trabajo, usando sus talentos L´Toff para ayudar a practicar el carro.

En la Tierra, el frágil artilugio se habría hecho pedazos en cualquier momento, unos cuantos minutos o como máximo unas horas después de su construcción. Allí, sin embargo, era una pugna entre el desgaste y la práctica. Si duraba lo suficiente, la cosa tal vez mejoraría.

Dennis empujó el ruidoso carro, deseando que el cerduende estuviera cerca para ayudarles.

4

Murris Demsen, comandante de la compañía del León Verde de los Exploradores Reales, sirvió otra copa de vino de invierno para el príncipe Linsee, y luego miró alrededor por si alguien más quería que volviera a llenársela.

El muchacho de Zuslik, el joven Gath, asintió y sonrió. El vino de invierno de los L´Toff era lo mejor que había probado en su vida. Ya estaba un tanto achispado.

Stivyung Sigel posó la mano sobre su copa.

Conocía la potencia del brebaje por sus días con los Exploradores.

—La última noticia es que las patrullas de Kremer han estado aplicando presión a lo largo de la frontera —dijo Demsen. El larguirucho comandante explorador soltó el hermoso escanciador antiguo y arrancó unas cuantas hojas de una libreta—. También hay noticias de que los barones de Tarlee y Trabool se están movilizando, y emplazando avanzadillas en territorio L´Toff. Incluso el barón Feif-dei parece estar preparándose para la guerra.

—Eso es una mala noticia —dijo el príncipe Linsee—. Contaba con su amistad.

Stivyung Sigel se levantó despacio. Hizo una inclinación de cabeza al príncipe Linsee, a Demsen y al hijo de Linsee, el moreno príncipe Proll.

—Sires, debo pedir una vez más permiso para regresar a mi casa. Decís que mi esposa ya no está aquí. Por tanto debo volver con ella y con mi hijo. Y cuando vea que están a salvo, hay amigos a los que debo intentar ayudar, pues en estos momentos languidecen en las mazmorras del tirano.