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El príncipe Linsee miró a Demsen, luego de nuevo a Sigel. Suspiró.

—Stivyung, no has oído nada? ¡La frontera está cerrada! ¡Nos pueden atacar en cualquier momento! ¡No podrás remontar el paso cuando está bloqueado por las tropas!

Demsen estuvo de acuerdo.

—Siéntate, Stivyung. Tu lugar está aquí. Yo te necesito, el príncipe Linsee te necesita, tu rey te necesita. No podemos dejar que sacrifiques tu vida.

Al otro extremo de la mesa, el príncipe Proll soltó su copa con un golpe.

—¿Y por qué detenerle? —preguntó el joven—. ¿Por qué interponerse en su camino?

—Hijo mío… —empezó a decir Linsee.

—Él, al menos, está dispuesto a correr riesgos… ¡A desafiarlo todo por rescatar a sus seres queridos! ¡Mientras tanto, nosotros dejamos que Linnora sufra en las garras de ese amoral engendro de tres lagartos, Kremer! Decidme, ¿de qué servirá esperar cuando las fuerzas de todos los barones al oeste del Fingal marchen sobre nosotros? ¡Oh, por los dioses, dejad partir a Sigel! ¡Y dejadme atacar mientras todavía se les pueda combatir de uno en uno!

Linsee y Demsen compartieron una mirada de exasperación. Habían vivido aquella escena demasiadas veces últimamente.

—Atacaremos, hijo mío —dijo Linsee por fin—. Pero primero tenemos que prepararnos. Stivyung y Gath nos han traído ese «globo» del mago extranjero…

—¡Que no es nada comparado con las armas que el extranjero le ha dado a Kremer! ¿De qué nos sirve, de todas formas? ¡Quedó inutilizado cuando Sigel aterrizó!

—Resultó dañado, sí, príncipe —dijo Demsen—. Pero está casi reparado. Se están construyendo y practicando duplicados. Esto puede ser lo que estábamos buscando… ¡un medio de contrarrestar los planeadores de Kremer! Reconozco que todavía no sé cómo será utilizado, pero lo que más necesitamos es tiempo. ¡Mis exploradores y vuestras compañías deben ganar tiempo para el príncipe Linsee!

»Mientras tanto, el joven Gath y Sigel, mi antiguo camarada de armas, deben cumplir su parte en la supervisión de la creación de más globos…

—¡Crear! ¡Qué se puede conseguir creando? —El joven príncipe se volvió y escupió al fuego. Se hundió en su silla.

—Hijo mío, no blasfemes. Crear es tan honorable como practicar, pues según la Antigua Fe, ¿no tuvimos una vez el poder de crear la vida misma? ¿Antes de que los blecker nos sumieran en el salvajismo?

Proll contempló el fuego, y finalmente asintió.

—Intentaré controlar mi temperamento, padre.

Sin embargo, todos sabían que Proll tenía razón en sus argumentos. Hacía falta tiempo para crear cosas. E incluso entre los L´Toff, hacía falta aún más tiempo para practicarlas. El tiempo era algo que Kremer no iba a concederles.

En todas las mentes, además, se encontraba el terror de cómo pretendía Kremer utilizar a su rehén. ¿Mostraría a Linnora en el campo de batalla? El efecto sobre la moral de las tropas podría ser devastador si Kremer media bien su movimiento. Y Kremer era un maestro de la oportunidad.

La conversación se reanudó. Finalmente, Demsen desenrolló el gran mapa, v el príncipe y él examinaron nuevas formas de distribuir sus exiguas fuerzas contra las hordas que se avecinaban.

El joven Gath prestaba poca atención a las charlas sobre estrategia. No era un soldado, sino un… ingeniero. Dennis Nuel le había enseñado esa palabra, y le gustaba su sabor.

Gath estaba seguro de que la clave para salvar a los L´Toff (y también para rescatar a Dennis, Arth y la princesa) se encontraba en perfeccionar los globos. Hasta el momento Gath había estado muy ocupado supervisando la reparación del original y la construcción y práctica de nuevos modelos. Pero eso no le impedía plantearse nuevos problemas de diseño.

¡Por ejemplo el de cómo manejarlos en la batalla! ¿Cómo se podía hacer que el globo fuera donde uno quería y luego mantenerlo allí? Había sido casi imposible maniobrar el primer globo en su huida de Zuslik. Sólo un pequeño milagro de viento los había llevado a las montañas adonde Stivyung y él querían ir. Tras aterrizar, tardaron días en localizar a los L´Toff.

De algún modo, debe de haber un medio, pensó.

El papel era demasiado valioso para dibujar por dibujar. Así que Gath humedeció el dedo en vino y trazo bocetos sobre la superficie de la mesa, maravillosamente antigua y pulida.

5

El barón Kremer estaba sentado en la cama, con un montón de informes desplegados sobre la sedosa colcha antigua. Trabajaba obstinadamente, leyendo mensajes de los otros señores del oeste, que llegarían pronto para una reunión que él mismo había convocado.

Los mensajes eran satisfactorios, pues ni uno solo de los condes y barones del oeste se había retrasado.

¡Pero el resto era basura! ¡Había listas y listas de cuentas que pagar por material de guerra! Había facturas de cientos de practicadores natos, reclutados para lo que durara la guerra, y quejas de los gremios sobre su demanda de subvenciones aún mayores para su campaña contra el rey liberal.

El montón era enorme. El papeleo era la única cosa en el mundo que Kremer temía.

Si alguien advertía que los labios del barón se movían mientras leía, nadie dijo nada. Los tres escribas que le ayudaban también apartaban cuidadosamente sus ojos del chichón púrpura que afeaba la sien izquierda de su señor.

Kremer soltó un largo rollo de pergamino.

—¡Palabras, palabras, palabras! ¿Esto es lo que significa forjar un imperio? ¿Conquistar sólo para meterme hasta el cuello en una tormenta de papel?

Los escribas bajaron la cabeza, sabiendo que las preguntas de su señor eran retóricas.

—¡Esto! —Kremer arrojó un pergamino que se extendió como una larga bandera estrecha por el suelo. Aquella hoja delgada valía en sí misma casi los ingresos anuales de un campesino—. ¡Los gremios se quejan por una minucia! ¡Una minucia que les conseguirá a ellos seguridad y a mí una corona! ¿Quieren que Hymiel y su ralea se salgan con la suya en el este?

Kremer gruñó e hizo a un lado el montón. Los informes se desparramaron por el suelo. Los escribas corrieron a recogerlos.

Saboreando un momento de satisfacción, Kremer los vio recoger las hojas y los rollos. ¡Pero era una pobre distracción de los irritantes contratiempos que tanto parecían abundar en la misma víspera de su triunfo!

Los gremios eran útiles, se recordó. Además de servir como ricos aliados. Por ejemplo, el monopolio del gremio papelero garantizaba la escasez y el alto precio del papel. ¡Si el material fuera barato, el número de informes probablemente sería el doble, o incluso el triple!

Kremer se rebullía. El médico de palacio, un anciano caballero que le trataba desde niño, y uno de los pocos hombres vivos a quien respetaba, le había dicho que permaneciera en la cama. Tenía una semana para recuperarse, luego comenzaría la campaña principal contra el rey. Sin un buen motivo, no podía ignorar el consejo del doctor. El avance contra los L´Toff era una maniobra secundaria que sus comandantes podrían resolver sin su presencia.

Todo parecía salir según el plan. ¡Sin embargo, casi deseaba una emergencia para tener una excusa y salir de allí!

Kremer se dio un puñetazo en el muslo. La tensión hizo que el dolor de su sien regresara. Dio un respingo y se llevó una mano a la cabeza, torpemente.

Ah, habrá mucho que pagar, pensó. Ya llegará el momento. Cierto individuo me debe mucho.