»Desesperados, los colonos volvieron a abrir el enlace zievatrón con la Tierra, para pedir ayuda.
Brady estaba sentado en el borde de la silla, escuchando con toda su atención.
—¿Qué sucedió entonces? —preguntó.
Dennis se encogió de hombros.
—La Tierra estaba ansiosa por no contaminarse. Enviaron un poderoso aparato que interferiría los zievcaminos a Tatir durante mil años, hasta que pudiera encontrarse una cura. Cuando la máquina realizó su trabajo, ni la Tierra ni los invasores pudieron llegar a este mundo.
» ¡Pero… —Dennis alzó un dedo— antes de hacer eso, enviaron un regalo!
Desde fuera, oyeron que Arth llamaba.
—Creo que el bicho se ha tranquilizado ya. Voy a entrar. ¡Quedaos sentados!
La cortina se abrió v Arth volvió a entrar con el cerduende montado sobre el hombro. Cuando el animal vio a Brady puso mala cara, pero permaneció tranquilo. Desplegó sus alas membranosas y revoloteó hasta el regazo de Linnora. Ella acarició a la bestia, que pronto empezó a ronronear.
—Nosotros los L´Toff nunca olvidamos el regalo de la Tierra, ¿verdad, mi pequeño krenegee? —susurró Linnora.
—No, no lo hicisteis —reconoció Dennis—. En los siglos que siguieron a la inevitable caída de la civilización de Tatir, casi todo se perdió. Las pocas máquinas que había se enmohecieron y fueron olvidadas. Como 1a mayoría de los transportes eran hovercraft, se olvidó incluso el principio de la rueda.
»La mayoría de tos animales especializados murió, quedando sólo los animales terrestres más fuertes y la fauna local. El lenguaje empezó a cambiar, ya que la enseñanza y el saber se perdieron prácticamente del todo.
»La gente no tardó en quedar reducida casi a un estado animal. Pasó mucho tiempo antes de que las leyendas acerca de un lenguaje escrito inspiraran a algún genio para reinventar la escritura.
»En la Tierra sabían que todo esto sucedería. Y sin embargo no podían ayudar sin arriesgarse a extender la infección al mundo natal.
»Así que abrieron el portal sólo un instante, antes de sellarlo durante un milenio. Enviaron el último producto de su gran investigación, la culminación de dos campos convergentes: la biología y la física de realidades.
»Lo que enviaron fue un animal inmune a la enfermedad, de la que podía protegerse solo, pero que además tenía un talento. Ese talento se difundiría por este mundo y daría a su gente una oportunidad.
»Con el tiempo, los habitantes de Tatir asimilaron en parte el talento. Los que vivían más cerca de las criaturas lo asimilaron ampliamente y se convirtieron en los L´Toff.
—El regalo enviado por la Tierra fue un milagro, desde nuestra perspectiva del siglo XXI —terminó Dennis—. Salvó a la gente de este planeta. Y pensar que yo lo consideraba inútil…
Brady siguió la mirada de Dennis.
—¿Esa cosa? —Señaló incrédulo al cerduende. La criatura se irguió y sonrió con una hilera de dientes afilados.
—Sí, ésa —asintió Dennis—. Naturalmente, sólo me estoy basando en fragmentos de leyendas de hace más de mil años. Pero estoy seguro de que eso es lo que sucedió.
»Cómo es la Tierra del siglo XL, ahora que los krenegee llevan allí sueltos siglos, sólo podemos imaginario. Quizá la era de la biología haya pasado y la era de las herramientas haya regresado… herramientas mágicas e increíbles. »Me alegraría por ellos, pues la bioingeniería resultaba un tanto cuestionable desde un punto de vista ético.
Dennis se acercó a Linnora. Ella y Duen alzaron la cabeza. Dennis sonrió y se volvió hacia Brady.
—Ahora, por fin —concluyó—, las barreras de este mundo están cayendo. Por algún motivo, un extraño camino intertemporal hasta la tierra del siglo XXI fue el primero en abrirse, quizá porque el nuestro fue el primer zievatrón de todos.
»Pronto se abrirán otros caminos. Y esta gente tiene que estar preparada cuando lo hagan. Los blecker están probablemente ahí fuera, esperando una oportunidad para entrar.
»Por eso creo que me quedaré aquí después de que arreglemos el mecanismo de regreso y te enviemos de vuelta a casa.
Linnora lo cogió de la mano.
—Al menos ésa es una de las razones —corrigió.
Brady parecía perplejo.
—Es una historia bastante convincente, Nuel. Excepto por una cosa.
—¿Cuál?
—¡Todavía no me has dicho cuál es ese talento que dices que tiene ese bicho tan desagradable! ¿Cuál fue el regalo que supuestamente envió la Tierra?
Dennis pareció sorprendido.
—¡Oh! ¿Quieres decir que nadie te ha explicado todavía esa parte?
—¡No! ¡Y te digo que no puedo soportarlo más! ¡Hay algo raro en este mundo! ¿Has notado la extraña yuxtaposición de tecnologías que tiene esta gente? ¡No puedo comprender qué es lo que pasa, y eso me está volviendo loco!
Dennis recordó cuántas veces había jurado vengarse de Brady durante los meses que llevaba en Tatir. Ahora el tipo estaba a su merced, pero toda la inquina que antes sentía se había esfumado. Decidió vengarse sólo un poquito para darse gusto.
—Oh, dejaré que lo descubras por ti mismo, Brady. Estoy seguro de que una mente como la tuya hallará la respuesta, si practicas lo suficiente.
Bernald Brady permaneció allí, sentado. No tenía más remedio que reconcomerse en silencio mientras Dennis Nuel se reía. Cuando la mujer, el hombrecito, la extraña criatura del futuro y su antiguo rival le miraron risueños, Brady tuvo la incómoda sensación de que no iba a disfrutar demasiado del proceso de aprendizaje.
PRESENTACIÓN
Con la Serie de la elevación de los pupilos —iniciada en 1980 y recientemente resucitada en la nueva trilogía que se inicia con ARRECIFE BRILLANTE (1995, prevista en NOVA éxito, número 13)—, o con esas obras independientes, complejas y sugerentes como TIERRA (1990, NOVA éxito, número 6) o TIEMPOS DE GLORIA (1993, NOVA éxito, número 9), David Brin ocupa ya un lugar privilegiado en el seno de la moderna narrativa especulativa. Considerado por los lectores de la influyente revista LOCUS como el autor favorito de entre aquellos cuyas publicaciones aparecieron por vez primera en la década de los ochenta, Brin es capaz de abordar las especulaciones más arriesgadas y sugerentes con una habilidad narrativa excepcional.
En 1984, Brin sorprendió a muchos de sus lectores y críticos con una curiosa novela que no tuvo continuación, aun cuando algunos de sus lectores lo hubiéramos deseado. Se trata de la presente: EL EFECTO PRÁCTICA (1984, NOVA ciencia ficción, número 91); un cabal ejemplo de una ciencia ficción especulativa construida en torno al famoso ¿Qué sucedería si…?. Esta vez formulado alrededor de la entropía.
Arthur Eddington, uno de los grandes astrónomos y cosmólogos de todos los tiempos, dio en considerar que la segunda ley de la termodinámica era algo así como la ley suprema de la naturaleza. Y posiblemente estaba en lo cierto. La ley nos viene a decir que la entropía (y el desorden que, en cierta forma, viene a medir) aumenta siempre en un sistema cerrado que no esté en equilibrio. Por el contrario, la entropía se mantiene constante en un sistema cerrado en equilibrio.
Pero si hay equilibrio no hay vida, ni tampoco intercambio energético de ningún tipo. Por ello, una formulación más popular y sencilla de la ley nos dice que en cualquier transferencia energética siempre hay una pérdida hacia la forma menos noble de energía, el calor.