La pequeña pantalla mostraba formas que parecían difusas figuras humanoides moviéndose alrededor de la compuerta del zievatrón. Los seres caminaban sobre dos patas y parecían acompañados por al menos dos clases de cuadrúpedos. Aparte de eso, Dennis apenas pudo distinguir detalle alguno en la ampliación.
El milagro era que pudiera ver algo. Según su inerte grabador, el robot se hallaba en un risco lejano, a varios kilómetros de distancia, cuando detectó actividad junto a la compuerta y regresó para fotografiar las formas reunidas alrededor del portal del zievatrón. A esa distancia, el robot no debería haber podido ver nada. Dennis sospechaba que algo iba mal en el rastreador interno del robot. Debía de haberse encontrado más cerca de lo que creía.
Por desgracia, aquella grabación era su única fuente de información. Los registros de los otros robots se habían estropeado cuando fueron desmontados de forma tan ruda.
Repasó el registro del robot hasta un punto situado unos tres días antes, cuando todo parecía haber empezado.
Primero llegó a la compuerta una pequeña figura de blanco. Cabalgaba a lomos de algo que parecía un pony, o un perro pastor muy grande. Dennis no podía decidir qué símil era más apropiado. Lo único que podía distinguir del humanoide era su delgadez y que se movía graciosamente mientras inspeccionaba el zievatrón desde todos los ángulos, sin apenas tocarlo.
La figura de blanco se sentó ante la compuerta y pareció iniciar un largo periodo de meditación. Transcurrieron varias horas. Dennis pasó la grabación a alta velocidad.
De repente, del borde del bosque, salió una tropa de nativos que cargaron hacia la compuerta montados sobre sus bestias peludas. A pesar de lo borroso de la imagen, Dennis pudo notar el pánico del primer intruso cuando éste se puso en pie, montó rápidamente y se largó, apenas a unos metros de sus perseguidores.
Dennis no vio más a la figura de blanco. Pero cuando un destacamento de los recién llegados fue en su persecución, el resto se detuvo junto a la compuerta.
La mayoría de estos humanoides parecía tener una gran cabeza peluda, erguida sobre los hombros. Entre ellos desmontó un bípedo más pequeño y orondo vestido de rojo, que se acercó decididamente a la compuerta.
Por mucho que lo intentara, Dennis no podía conseguir que las imágenes fueran más nítidas.
A estas alturas, el robot al parecer había decidido que toda esta actividad merecía atención más de cerca. Empezó a descender la colina para regresar a la base y echar un vistazo. Al cabo de un momento estaba por debajo del nivel de los árboles y la acción en el zievatrón se perdió de vista.
Por desgracia (o quizá por fortuna) el pequeño robot se movía despacio por el terreno irregular. Para cuando reapareció las criaturas ya habían terminado su disección de las máquinas terrestres y se habían marchado.
Quizá tenían prisa para ayudar a perseguir a la figura de blanco.
Dennis dejó que la grabación se apagara sola. Suspiró, lleno de frustración.
Había sido tentador, al contemplar aquellas formas borrosas, interpretarlas como humanas. Sin embargo, sabía que lo mejor era no abordar nada con ideas preconcebidas. Tenían que ser criaturas alienígenas, más relacionadas con el cerduende que con él mismo.
Sacó el disco de grabación del robot y lo sustituyó por uno en blanco.
—Vas a tener que ser mi explorador —dijo en voz alta ante el pequeño robot—. Supongo que querré que vayas por delante para averiguar por mí cómo son los habitantes de este mundo. Sólo que esta vez quiero que sitúes en máxima prioridad el sigilo y lo propia supervivencia. ¿Me oyes? ¡No quiero que te hagan trizas como a tus hermanos!
La lucecita verde de asentimiento sobre la torreta de la sonda se iluminó. Por supuesto, el robot no podía haber entendido todo eso. Dennis casi hablaba para sí, por concentrar sus propios pensamientos. Tendría que dar las instrucciones con cuidadosas frases en inglés robótico más tarde, cuando hubiera decidido exactamente lo que quería que hiciera la pequeña máquina.
Se enfrentaba a un problema real, y seguía sin estar seguro de qué podía hacer al respecto.
Cierto, Brady le había proporcionado «casi suficiente material para construir otro maldito zievatrón». Pero eso era otro asunto. ¡Nadie había imaginado que necesitaría llevar cables de repuesto, por el amor de Dios! Los dos hilos de cobre de alto voltaje habían sido arrancados de raíz, junto con la mayor parte del metal extraíble de la caja electrónica.
Aunque intentara construir y calibrar otro mecanismo de regreso, ¿mantendría Flaster el zievatrón conectado el tiempo suficiente para dejarle terminar? A Dennis le parecía comprender muy bien al jefe del I.T.S. El tipo ansiaba un éxito que asegurara sus ambiciones. ¡Dennis incluso podría ser declarado perdido para que el Laboratorio Uno se pusiera a trabajar en busca de otro mundo anómalo!
Y aunque intentara volver a montar el aparato, ¿lo dejarían en paz los nativos el tiempo suficiente para acabarlo?
Dennis recogió el único artefacto alienígena que había encontrado: un afilado cuchillo de hoja curva que uno de los vándalos había perdido en la hierba y al parecer había dejado olvidado.
La larga hoja pulida tenía el suave filo de una cuchilla, aunque era casi tan flexible como la goma dura. El mango estaba diseñado para una mano más pequeña que la suya, pero obviamente eso era para que resultara cómodo y proporcionara un agarre firme.
El mango estaba tallado con lo que parecía ser la forma de una cabeza de dragón. Dennis esperó que no fuera ése el aspecto de los nativos.
No podía distinguir de qué estaba hecho. Era dudoso que pudiera fabricarse un cuchillo mejor en la Tierra. Aquello parecía desmentir la idea de que los nativos eran primitivos.
Tal vez los vándalos eran el equivalente local de criminales o niños descuidados. (¿Podía ser la caza que había observado algún tipo de juego; como el escondite?)
Lo que había sucedido allí podría ser atípico de su sociedad como conjunto. Dennis trató de ser optimista. Lo único que en realidad necesitaba era un poco de metal y un par de días en un buen taller para arreglar y calibrar algunas de las partes estropeadas más grandes. El cuchillo parecía indicar que los nativos tenían tecnología suficientemente avanzada.
Puede que incluso conocieran muchas cosas que ignoraban los hombres de la Tierra. Trató de ser optimista, a imaginó que era el primer terrestre en entablar contacto amistoso con una cultura extraterrestre avanzada.
—Puede que incluso pueda cambiar mi reloj-cortaúñas por un auténtico gompwristzt o un K'k'kglamtring —murmuró—. ¡Podría hacerme rico en un santiamén!… El embajador Nuel. ¡El empresario Nuel!
Su moral se animó un poco. ¿Quién podía decirlo?
El sol se ponía en una dirección que Dennis decidió llamar oeste. Una alta cordillera de montañas cubría ese horizonte, extendiéndose hacia el sur y luego hacia el este alrededor de aquel valle elevado. La luz del sol destellaba en numerosos glaciares pequeños. Se veían los reflejos brillantes de un río que serpenteaba entre las montañas del sureste.
Dennis contempló los reflejos del río lejano. La belleza de aquel crepúsculo alienígena apagó parte del resquemor que sentía por hallarse aislado en un mundo extraño.
Entonces frunció el ceño.
Había algo extraño en la forma en que el río serpenteaba entre las montañas. Parecía alzarse y caer… alzarse y caer…
No es un río, comprendió por fin.
Es una carretera.