– Vete a verle a la posada. Y cuando hayáis pasado una placentera noche de sexo, ¿podrías buscar mi abrigo azul y mis botas altas y enviármelas por correo? O mejor, dáselas a mi madre.
– Lo haré.
Estuvieron hablando durante unos minutos más hasta que Claire se despidió y colgó el teléfono. Miró después a su alrededor, el que hasta entonces le había parecido un lugar acogedor, le resultó de pronto frío y hostil. Agarró la chaqueta y se dirigió hacia la puerta. Había llegado la hora de aclarar algunas cosas. Si Will había perdido el interés en ella, no tenía ningún motivo para quedarse en Trall.
Tardó cinco minutos en regresar a la posada. Aparcó y corrió hacia la puerta, pero, para su sorpresa. Will había cerrado con llave.
– Maldita puerta -gritó.
Cerró el puño y llamó hasta hacerse darlo en la mano.
Unos segundos después, se encendió la luz de la ventana y Will abrió la puerta. Iba descalzo y sin camisa y era evidente que acababa de ponerse los pantalones.
– Has tardado mucho -musitó, pasándose la mano por el pelo y mirándola con los ojos entrecerrados.
La agarró del codo para hacerle pasar.
– Tenemos que hablar -dijo Claire, intentando controlar la emoción de su voz.
– No, no tenemos que hablar -Will enmarcó su rostro con las manos y la besó.
Deslizó la lengua entre sus labios y prolongó el beso hasta dejar a Claire sin respiración.
– Eso está mucho mejor -Will se volvió y se dirigió hacia el salón-. ¿Vienes?
– ¿Adónde? -preguntó Claire.
– A la cama, para eso has venido, ¿no?
– He venido aquí para hablar contigo.
– No, no vamos a hablar. Vamos a meternos en la cama. Ya hablaremos mañana por la mañana.
– ¡No puedes obligarme a acostarme contigo! -gritó Claire.
– No te estoy obligando a nada -repuso Will-. Te estoy invitando. Claire.
– ¿Pero qué va a pasar con nuestro plan?
– ¿Te refieres a tu plan? Quiero dejarlo ya. Odio tu plan. Tengo montones de amigos. Claire, y de vez en cuando me tomo una pinta con ellos en el pub. Pero cuando pienso en ti, no pienso sólo en una amiga. Tú eres la mujer a la que quiero.
– ¿Me quieres?
– Claro que te quiero. Si no, no habría soportado este estúpido plan durante dos semanas. Quiero que estés conmigo cada día y cada noche. No quiero jugar al Scrabble y no quiero hablar del maldito tiempo. Quiero estar contigo desnudo en la cama y ser completamente feliz. ¿Te parece que eso tiene algo de malo?
– Nada.
– Estupendo. Y en ese caso, creo que ya va siendo hora de que hagamos un nuevo plan; creo que deberíamos planear no tener ningún plan.
Claire consideró su sugerencia. La verdad era que las cosas habían ido mucho mejor entre ellos cuando lo habían dejado todo en manos de la espontaneidad.
– Sí, supongo que podríamos intentarlo -contestó.
Will se la quedó mirando fijamente y sonrió.
– Ven a la cama conmigo. Claire -le tendió la mano y ella se acercó lentamente a él.
La condujo a su habitación y, una vez allí, se sentó en el borde de la cama y la desnudó lentamente. Se levantó después frente a ella, se desabrochó los pantalones y los dejó caer hasta sus pies.
– Así es como deberían ser siempre las cosas entre nosotros -susurró.
Posó la mano sobre su seno y se inclinó para tomar el pezón con la lengua.
– Lo siento -susurró Claire, hundiendo las manos en su pelo-, estaba asustada. Y cuando tengo miedo, hago muchas tonterías.
Will le rodeó la cintura con los brazos y la miró a los ojos.
– Afortunadamente para todos. Porque venir a Trall era una gran estupidez y, sin embargo, es lo mejor que me ha pasado en mi vida.
– ¿De verdad?
– No tienes por qué tener miedo. Nunca te haré daño, te lo juro. Nunca.
– No he parado de pensar en todas las razones por las que esto no podía funcionar, en los motivos por los que tenía que protegerme. Pero aun así, continúo queriendo que estemos juntos -confesó Claire.
Will presionó la frente contra la curva de su cuello.
– No deberías pensar tanto.
– ¿Tú no piensas en nosotros?
– Pienso en la suavidad de tu piel, en cómo me gusta oírte reír y en lo agradable que es poder besarte cuando quiero. En lo maravillosa que estás desnuda, y vestida también. Pienso en lo inteligente que eres y en que tienes una manera muy original de verlo todo, una forma que me demuestra que eres única -se interrumpió-. Pero, cuando estoy contigo, no pienso, siento.
– Al final lo he estropeado todo, ¿verdad?
– No has hecho nada que no pueda arreglarse. Mis sentimientos no han cambiado en estas dos semanas, ¿y los tuyos?
Claire negó con la cabeza.
– Tampoco.
Will la abrazó con fuerza.
– ¿Y qué es lo que le ha hecho reaccionar, lo del Scrabble o la conversación sobre el tiempo?
Claire echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
– En realidad, fue el comentario sobre que Mary Kearney iba a pintar de azul la panadería.
– Interesante -dijo Will.
– Sabías que iba a venir esta noche, ¿verdad? Me estabas esperando.
– Esperaba que volvieras. Y si no, estaba dispuesto a presentarme en el apartamento de Sorcha y meterme en tu cama.
– Estamos mejor aquí. La cama es mucho más cómoda. Y más grande -frunció el ceño-. ¿No le habías prometido esta cama a Sorcha?
– Sí, pero prefirió a Eric.
Will la tumbó en la cama y se tumbó a su lado, enredando las piernas con las suyas. Comenzaron a acariciarse lentamente, buscando sus rincones favoritos, aquellos en los que sabían que podían darse mayor placer.
Will estaba ya excitado y cuando Claire rodeó su miembro con los dedos, escapó de sus labios un largo suspiro. Claire comenzó a acariciarle y Will, a cambio, buscó el centro de su deseo y lo rozó delicadamente con el pulgar.
Pero a Claire no le bastaba con tocarle. Dio media vuelta en la cama y se sentó a horcajadas sobre él. Will la miró con los ojos resplandecientes de deseo mientras ella le invitaba a acercarse a la entrada húmeda de su cuerpo y descendía después lentamente sobre él.
– Oh -suspiró Will-. Así es como tenemos que estar. Juntos.
Claire comenzó a moverse. Se inclinaba hasta dejarle prácticamente fuera de ella y volvía después a caer. Controlaba el ritmo y la profundidad de la penetración y podía darse cuenta de que Will estaba intentando controlarse. Se inclinó hacia delante y deslizó la lengua por su labio inferior.
Will hundió la mano en su pelo y la retuvo contra él, atrapando sus labios en un beso. Pero aquello sólo sirvió para acercarlo más al límite. La sujetó, intentando que dejara de moverse, pero Claire quería que se entregara por completo.
– No -le pidió Will-. Claire, por favor, más despacio.
– No -gimió ella-. No puedo. Te deseo demasiado.
Volvió a besarle y sintió entonces todos los músculos de su cuerpo en tensión. Un instante después. Will estallaba en un orgasmo explosivo; su cuerpo entero temblaba con cada una de sus sacudidas.
Claire se derrumbó sobre él. Escondió el rostro en la curva de su cuello y tomó aire, inhalando su esencia. Hasta ese momento, nunca había creído de verdad que fueran a pasar el resto de su vida juntos. Pero de pronto, era capaz de imaginarlo.
Will le acarició el pelo lentamente.
– ¿Ya estamos bien? -le preguntó.
– Si -contestó Claire, sonriendo. Se incorporó sobre el codo y le miró a los ojos-, estamos bien.
Will llenó un vaso de zumo de naranja, tomó las tostadas y extendió sobre ellas una cucharada de mermelada. Aunque había intentado convencer a Claire de las ventajas del desayuno irlandés consistente en huevos, salchichas, beicon y, por supuesto, patatas, ella prefería algo más sencillo.
Sonrió para si. Era agradable saber aquellas pequeñas cosas sobre ella, como que solía ahuecar la almohada antes de dormir o se retorcía un mechón de pelo cuando leía. No eran cosas importantes, pero eran detalles en los que Will se había fijado.