Tenía el pelo de un color indefinido, entre el castaño y el negro, y suficientemente largo como para que rozara su cuello. Claire apretó las manos al recordar su tacto. Su perfil era casi aristocrático. Tenía una nariz perfecta, la frente alta y la barbilla fuerte. Claire siempre había pensado que Eric era el hombre más atractivo que había conocido nunca, pero, comparado con Will, le resultaba casi corriente.
¿Cómo era posible que un hombre como Will continuara soltero? Tenía una personalidad encantadora, era atractivo, educado e incluso tenía un cierto aire de chico malo. Y había estado a punto de seducir a una completa desconocida sin ni siquiera intentarlo.
Claire se aclaró la garganta al adentrarse en la habitación. Will alzó la mirada lentamente.
– Hola -le saludó.
– Siento interrumpirle -dijo Claire-. Esperaba que pudieras darme alguna información.
– ¿Sobre?
– El capitán del barco del correo me habló de una sacerdotisa druida que vive en la isla. Me gustaría conocerla -dijo Claire.
– ¿Quieres conocer a Sorcha? ¿Por qué?
– No sé. Cuando el capitán me habló de ella, me pareció… interesante. ¿Tiene alguna tienda en el pueblo?
– Sí, se llama El Corazón del Dragón. Vende bisutería y baratijas relacionadas con los druidas. La verdad es que Sorcha es un poco… -se interrumpió-, excéntrica, llene tendencia a prometer más de lo que puede conseguir. Si quieres conocerla, puedo acompañarte.
– No, no te preocupes. ¿Qué otras visitas podrías sugerirme? Me gustaría verlo todo antes de marcharme.
Will se echó a reír.
– No te hará falla hacer una lista. No hay muchas cosas que ver. Está la iglesia, que tiene algunas reliquias en el interior y unas cruces celtas en el cementerio. También hay un museo sobre la isla en la parte de atrás de la oficina de correos. Y en la calle Parsons tienes algunas tiendas de antigüedades y cosas por el estilo. También se puede hacer un recorrido de la isla en carro de caballos, empieza a las doce en la plaza del mercado. A la mayoría de los turistas les gusta.
– ¿Y a ti qué le parece especialmente digno de ver?
– Está el círculo de piedras, por ejemplo -le informó Will-. No es muy grande, pero es interesante. Puedo llevarte si quieres. Ya he terminado con esto. Y después, podemos parar a almorzar en el pueblo.
Claire se lo pensó durante varios segundos y asintió. ¿Qué daño podía hacerle? A pesar de que pretendía guardar las distancias, pasar el día con Will sería infinitamente más interesante que pasear sola por la isla. Y a la luz del día le sería mucho más fácil controlar sus impulsos cuando estaba con él.
– De acuerdo -dijo.
Will le tendió la mano y ella se la tomó vacilante. Pero en el instante en el que se tocaron. Claire se arrepintió de haber aceptado su ofrecimiento. El tacto de sus dedos, cálidos y fuertes, le hizo imaginárselos deslizándose sobre su piel desnuda, acariciando rincones demasiado íntimos para mencionarlos siquiera. Apartó la mano y comenzó a juguetear con los botones de la chaqueta.
– En cuanto agarre el abrigo podremos marcharnos -dijo Will.
Salieron por la puerta de la cocina. Will la ayudó a montarse en una camioneta, que después rodeó para ocupar el asiento del conductor. Cuando comenzó a conducir. Claire se arriesgó a mirarle y sonrió para sí. Estaba prohibido tocar, se dijo, pero mirar no le haría ningún dallo.
Salieron del pueblo y llegaron hacia las colinas del centro de la isla. Una vez allí, tuvieron que parar y esperar a que un rebaño de ovejas cruzara por la carretera. Will le señaló las casas de piedra de la zona y los restos de un castillo, del que apenas quedaban un montón de piedras.
Llegaron a la cumbre de la colina y, unos segundos después. Claire pudo ver de nuevo el mar. Will detuvo entonces el coche.
– A partir de ahora, tendremos que ir andando. Pero no estamos lejos.
Claire abandonó el vehículo y se reunió con él en el inicio de un sendero estrecho. Durante la mayor parte del camino. Will le sostuvo la mano y cuando el camino se hizo más rocoso, se adelantó y se volvió para sujetarla por la cintura y ayudarle a subir los desvencijados escalones de piedra que permitían salvar los muros que separaban los prados. Llegaron a una pequeña elevación y de pronto apareció ante ellos una verde pradera sobre la que se alzaban orgullosos hacia el cielo unos pilares de piedra colocados en círculo.
Claire contuvo la respiración.
– Es precioso -musitó.
Will se volvió hacia ella y la miró a los ojos. Alargó la mano para acariciarle la mejilla y Claire se estremeció ante aquel contacto.
Y entonces, Will se inclinó hacia delante y la besó. Claire entreabrió los labios mientras él profundizaba su beso: su cuerpo comenzó a palpitar presa de las más deliciosas sensaciones. Pero el beso terminó tan rápidamente como había empezado.
Will miró hacia el cielo.
– Será mejor que nos demos prisa. Parece que va a llover.
Bajaron corriendo hasta el círculo de piedras. Era como una versión en miniatura de Stonehenge; las piedras no medían más de tres metros de alto y uno veinte de ancho. El diámetro del círculo era de unos quince metros.
Claire lo recorrió por fuera, acariciando cada pilar al pasar, sorprendida por la magia del lugar: podía sentirla vibrar en el aire, en la esencia del viento.
– Es un lugar con mucha fuerza. ¿Qué hacían aquí?
– Dicen que era como una especie de calendario. Los druidas celebraban diferentes épocas del año, como los solsticios y los equinoccios. Beltane y Samhain y un par de fechas más que no soy capaz de recordar. Si todavía estás para entonces aquí, Sorcha piensa celebrar el Samhain el viernes. Toda la isla viene a ver el ritual.
– ¿Se hacen sacrificios?
– ¿Te refieres a cosas como sacrificar vírgenes? -se echó a reír-. Cuando yo era adolescente, solía venir aquí con algunas chicas. Pensábamos que la magia nos daría suerte.
– ¿Y funcionaba? -preguntó Claire.
– A veces.
– ¿Y alguna vez has vuelto con una mujer siendo adulto?
– Ahora mismo estoy aquí contigo -respondió con una sonrisa maliciosa.
Claire se echó a reír.
– ¿Y esperas tener suerte conmigo?
Will la agarró por la cintura, la hizo apoyarse en una de las piedras y la atrapó con sus brazos. Presionó los labios contra los suyos y la miró a los ojos.
– Los tiempos han cambiado. A lo mejor eres tú la que tienes suerte conmigo -la hizo volverse hasta que fue él el que quedó apoyado contra la piedra.
– ¿Y me permitirás pasar de la primera base? -bromeó Claire.
Will frunció el ceño.
– ¿De la primera base? ¿Estás hablando de béisbol?
– Sí -respondió Claire-. Ésa era una forma de decir hasta dónde estabas dispuesta a llegar con un chico cuando era más joven, la primera base es un beso, la segunda, meter las manos por debajo la blusa. En la tercera, ya pueden llegarse a las bragas y un home run es tener sexo completo.
– No me extraña que a los estadounidenses les guste tanto el béisbol. Es mucho más interesante que el criquet. Bueno, así que nosotros ya hemos llegado a la segunda base -dijo Will.
– ¿Ah, sí?
– Sí, ayer por la noche -deslizó la mano bajo la blusa, entrando en contacto con su piel caliente.
Claire se estremeció ante aquel contacto, pero inmediatamente imitó el gesto. Deslizó la mano bajo el jersey de Will y la posó en su pecho.
– Sí, supongo que podría considerarse que estamos en la segunda base.
Will cubrió el seno de Claire con la palma de la mano y acarició el pezón con el pulgar. Claire suspiró suavemente, cerró los ojos y, un segundo después, sus labios se encontraron en un beso duro y demandante.