Выбрать главу

Me acerqué, me llevé la mano al pecho y solté del imperdible la Estrella de Plata. La sostuve en la palma. La Estrella de Plata es una medalla hermosa. Tiene una diminuta estrella de plata en el centro de otra mayor de oro. Lleva una cinta brillante de seda roja, blanca y azul recorrida por una filigrana. La mía estaba grabada en el dorso: «J. Reacher.» Pensé: «J de Josephine.» La lancé al hoyo. Golpeó el ataúd, rebotó y cayó al lado, un pequeño rayo de luz en la atmósfera gris.

Hice una llamada de larga distancia desde la Avenue Rapp y recibí órdenes de regresar a Panamá. Joe y yo almorzamos tarde y nos prometimos estar más en contacto. Después volví al aeropuerto y cogí un avión con escalas en Londres y Miami. Al llegar tomé un autobús hacia el sur. Como capitán recién nombrado estuve al mando de una compañía. Teníamos el cometido de mantener el orden en la capital de Panamá durante la fase final de la operación Causa Justa. Fue divertido. Era un grupo muy bueno. Resultó reconfortante trabajar otra vez sobre el terreno. Y el café, excelente como de costumbre. Lo envían allá donde vayamos, en latas grandes como bidones de aceite.

Nunca regresé a Fort Bird. No volví a ver a la sargento, la del niño pequeño. A veces pensaba en ella, cuando empezó a hacerse sentir la reducción de efectivos. Tampoco volví a ver a Summer. Me enteré de que armó tanto ruido con el orden del día de Kramer que el Cuerpo de Auditores Militares quería pedir la pena de muerte por alta traición, y de que luego se las ingenió para conseguir confesiones de Vassell, Coomer y Marshall sobre el resto de cuestiones a cambio de la perpetua. Supe que había sido ascendida a capitán al día siguiente de que aquéllos ingresaran en Leavenworth. De modo que ella y yo acabamos estando en la misma escala salarial. Nos conocimos en mitad del fregado. Nuestros caminos no volvieron a cruzarse.

Tampoco volví a París como era mi intención. Pensaba que podría ir hasta el Pont des Invalides a altas horas de la noche y simplemente oler el aire. Pero no pudo ser. Pertenecía al ejército, y estaba siempre donde alguien me decía que debía estar.

Lee Child

***