Hubo un largo silencio seguido luego de una carcajada general.
– ¡Qué tontería! -dijo Tono, secándose las lágrimas.
– Palabra.
– Se non é…
– Se non é vero, é ben trovato, ya sabemos, Juan Carlos. Qué pesado te pones -dijo Carmen.
– Y parece que Lavinia los oyó cuando entraba una noche en casa a la vuelta de un viaje. Gaddo no la esperaba y le pillaron dando el do de pecho con los calzoncillos en los tobillos.
– Vaya tontería -repitió Tono.
– Sería, pero allí mismo lo plantó y se vino para el pueblo.
– No, hombre, no. Es una historia divertida, pero no es cierta -dijo Tono-. Al menos no es la que provocó el divorcio.
– ¿Y qué entonces? -preguntó Guillem.
– Fue por la cocaína.
– ¿Qué? -exclamaron la Pepi, Guillem y Francisca. Juan Carlos se arrellanó en la butaca para no dar la impresión de que no sabía de lo que hablaba Tono.
– La cocaína. Bueno, es un hecho conocido, no me fastidiéis. Caramba, Gaddo consume coca sin parar para mantenerse en forma… Y Love convivió durante años con esto, hasta que no pudo más.
– ¿Y ella no…?
– No sé. Yo creo que no. Bueno, si ella tomara, no le habría interesado el divorcio, ¿no?
– No sabéis, vamos, que no tenéis ni idea -dijo Juan Carlos-. Hace años que Gaddo tiene una amante en Milán, una de las directoras de la Scala, y otra en Nueva York, en el Metropolitan. Dos fijas, nada menos. Y Lavinia aguantó hasta que pudo y por fin se hartó.
– Por cierto, ¿y Lavinia qué va a hacer ahora?
XXV
Declaraciones en exclusiva de Lavinia de Lorena Buonarroti tras su divorcio
Texto, Princesa Luisa Genovés Romanovna
Fotografía, Max Gandahar
La princesa Lavinia de Lorena nos ha recibido en el palacio de sus antepasados en la costa más salvaje de Mallorca para hablar de su divorcio del famoso tenor Gaddo Buonarroti. La conversación tiene lugar al borde de la fantástica piscina de El Mirador, asomada al mar Mediterráneo en uno de los parajes más hermosos de la isla.
A sus 35 años, Lavinia de Lorena está en el cénit de la belleza y la elegancia. Contesta con gran amabilidad todas las preguntas que le hacemos.
– ¿Cómo se encuentra ahora?
– Muy bien. La vida sola después de muchos años de matrimonio siempre es desconcertante, pero así tiene que ser.
– ¿Quiere decir que se arrepiente de haberse divorciado?
– No, no. Es cierto que no se divorcia uno por gusto, pero evidentemente hay que hacerlo cuando la situación se ha hecho insufrible.
– ¿Por qué dice eso?
– Bueno, porque la relación entre nosotros dos se había roto, habíamos dejado de entendernos y faltaba lo que siempre he pensado que es indispensable: el respeto mutuo.
– ¿ Cuáles son las razones que la llevaron al divorcio de Gaddo?
– No quiero hablar de eso.
– ¿Cómo es Gaddo en realidad?
– Es una persona muy dulce -Lavinia sonríe-, muy generosa, nada diva…
– Bueno, dicen que hace poco, en pleno concierto, rompió la partitura del director de la orquesta porque la música había entrado tarde en dos ocasiones…
– Cuando se vive de la voz y de la precisión milimétrica en la interpretación, cuando se es Gaddo Buonarroti, no se pueden permitir fallos reiterados… Entiendo que se enfadara. Aunque la verdad es que los enfados le duran poco.
– ¿Qué va a hacer ahora?
– Vivir dedicada a mí misma durante un tiempo. Quiero terminar la licenciatura de Historia que tuve que interrumpir cuando me casé. También quiero terminar de decorar El Mirador para así poder vivir en la casa de forma permanente. Tengo un proyecto que preparo desde hace años y que me gustaría mucho culminar ahora: crear una fundación de fomento de la cultura mallorquina y así recoger el testigo de mi tío bisabuelo…
– ¿Se refiere al príncipe Carolo von Meckelburg-Premnitz?
– Naturalmente. Carolo se apasionó con estas islas, vivió en ellas, compró este palacio único. Ha querido el destino que yo creciera en él. Pues yo quiero devolver todo lo que me ha dado esta casa, esta tierra, esta forma tan amable de vivir.
– Decía usted que quiere terminar la licenciatura que había empezado cuando se casó.
– Bueno, estaba a punto de terminarla en la Universidad de Washington cuando me enamoré de Gaddo. Y la verdad es que vivir con Gaddo es una actividad muy exigente -sonríe-, excluye casi todo lo demás. Por eso tuve que dejar de estudiar. Pero siempre he echado de menos el trabajo académico. Le debo a mi madre la curiosidad intelectual. Ella era doctora en Historia de la Música por la Universidad de California y me inculcó la pasión por el estudio. Entre ella y Bill Loden, el director del museo arqueológico de aquí, me empujaron siempre, me animaron. Por eso acabé colaborando con el British Museum en la producción de películas y documentales para el National Geographic.
– ¿Cómo conoció a Gaddo?
– En una cena privada en casa de los Kennedy en Martha's Vineyard. Él estaba allí, estuvimos sentados juntos en la mesa y fue un flechazo. Me pidió que me casara con él aquella misma noche.
– ¿ Y usted qué contestó?
– Oh, dije que sí. De pronto me sentí como la Cenicienta. Nunca pensé que me pasaría a mí.
– Su padre era banquero.
– No. Era diplomático. Hijo de banquero. Desgraciadamente murió siendo yo muy joven de unas fiebres tropicales que contrajo en uno de sus puestos diplomáticos.
– ¿Y su madre, que tan importante ha sido para usted?
– Mi madre murió hace dos años -sonríe tristemente-. También murió mi abuelo, el mismo año.
– ¿El banquero americano?
– Sí. Louis Trevor. Mi abuelo me ayudó mucho cuando yo era estudiante en Washington. Aunque estábamos algo distanciados porque él hubiera preferido que mi padre siguiera sus pasos en el banco, siempre me apoyó. Ahora podré cumplir su ambición de ver que su nieta obtiene un doctorado. Fue muy generoso conmigo: creó un trust para que no me faltara el dinero para estudiar.
– Se ha quedado usted sola en la vida. Nunca tuvieron hijos…
– No. No fue posible. Ésa es mi gran asignatura pendiente y mi tristeza. También Gaddo deseó tener hijos con verdadera pasión.
– Ésa tal vez fue la razón de la ruptura del matrimonio.
– Tal vez, pero no quiero hablar de ello ahora. Es demasiado triste…
– Se habla mucho del acuerdo económico del divorcio.
– Sí. Gaddo es un personaje muy rico y ha sido muy generoso.
– ¿Cómo era la vida con él?
– Muy agitada. Viajábamos continuamente y teníamos una actividad social intensísima. Los compromisos profesionales de Gaddo nos tenían ocupados prácticamente todos los días. Su agenda está cerrada con dos años de antelación. Imagínese lo que es eso… Pero ahora estaré tranquila una temporada.
– Se dice que alguien ha ocupado ya su corazón.
– Es muy pronto para hablar de eso.
Fernando Schwartz