El tema no está aún cerrado… Con el fin de eliminar la menor duda relativa a la identificación del cráneo, los investigadores polacos van a proceder a una prueba de ADN. Copérnico era un clérigo y no tuvo descendencia, pero sí tenía familia: Lucas Watzenrode, su tío, el obispo de Warmie, cuya tumba es conocida. Sus restos serán comparados con los encontrados en la catedral de Frombork.
La anécdota me ha llenado de satisfacción, y más aún porque, si los arqueólogos hubieran leído la reseña biográfica que dedicó François Arago a Copérnico (véase más arriba), no habrían tardado tantos siglos en localizar los restos del astrónomo debajo del altar mayor. En efecto, he aquí un párrafo entresacado de dicha reseña… ¡Sin comentarios!
El emperador Napoleón, al pasar por Thorn en 1807, se propuso enterarse en persona de todo cuanto había conservado la tradición relacionado con Nicolás Copérnico. Supo que la casa del ilustre astrónomo estaba ocupada por un tejedor, y quiso visitarla. Era una vivienda de apariencia muy sencilla, compuesta por una planta baja y dos pisos. Todo conservaba su primitiva disposición. El retrato del gran astrónomo estaba colgado sobre el lecho, cuyas cortinas de sarga negra databan de la época de Copérnico; la mesa, el armario, las dos sillas, todo el mobiliario del sabio seguía en su lugar.
El emperador pidió al tejedor que le vendiera el retrato del gran hombre, para exponerlo en el museo Napoleón del Louvre, pero el artesano se negó, porque consideraba ese retrato como una santa reliquia portadora de buena suerte. El emperador no insistió, y respetó aquella conmovedora superstición.
Después de visitar la casa de Copérnico, Napoleón fue a la iglesia de San Juan para ver la tumba del autor de la obra sobre las revoluciones celestes. El tiempo la había maltratado, y el emperador ordenó las reparaciones necesarias y la hizo trasladar al lado del altar mayor, para que pudiera ser vista desde todos los lugares de la iglesia. Los trabajos fueron costeados por el propio Napoleón.
Jean-Pierre Luminet