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– ¿Casualidades? -Joa estaba pálida.

– No hay casualidades en el universo. Tú sabes mucho más que yo acerca de los mayas y otras culturas antiguas. Pero sobre todo los mayas eran muy precisos con sus cuentas astrológicas. ¿Conoces las profecías?

– No de memoria.

– Yo tampoco, pero hablan del fin del mundo a fines de diciembre de 2012, dentro de tres semanas. Ellos dijeron que la causa física desencadenante será que el Sol recibirá un rayo proveniente del centro de la galaxia, y que entonces emitirá una tremenda llamarada que enviará a la Tierra y al resto del Sistema Solar una radiación brutal. De la profecía a la realidad… No sabemos qué sucederá, ni cómo, ni dónde, pero sí sabemos cuándo, y que tu madre tiene que ver con eso. Ella y las demás hijas de las tormentas.

Tuvo que cerrar los ojos por un instante, aturdida.

– El hombre de esta mañana me dijo que…

¿Que tu madre procedía del espacio? Un puño invisible la golpeó en el centro de su mente. Otro le aplastó el pecho hurtándole el aire.

– Sí -exhaló.

– Todo está relacionado, Joa. Puede que el Sol sea una nave espacial, o un motor energético, o que ellos estén de camino o esperando en plena galaxia, pero está relacionado con su vuelta. El pico máximo de la actividad solar, en su ciclo principal de once años, tuvo lugar en el año 2000. En enero de 2004 una inesperada tormenta solar alcanzó la Tierra en sólo quince minutos, cuando lo normal es que las radiaciones tarden dos horas. Fue la más violenta y misteriosa de las explosiones producidas en el Sol en cincuenta años. Y el origen tuvo lugar en el interior, no en el exterior, en la corona solar a causa de las ondas de choque asociadas a eyecciones de plasma, que es lo que creían los científicos. Ese año no hubo manchas solares, lo que siempre anuncia la cercanía de una fuerte actividad inmediata. La consecuencia la vimos hace dos años, en el 2010, con todo lo que pasó entonces y las alteraciones en los sistemas de comunicaciones de la Tierra.

– ¿Qué tiene que ver todo eso con mi madre y eso de que… es extraterrestre?

– Te hablo de energía, Joa. Ellas también son fuentes energéticas.

– ¿Por qué?

– Las hijas de las tormentas fueron enviadas aquí como recolectoras de información, captadoras o emisoras de energía, antenas móviles…, no lo sabemos. Ni siquiera ellas saben su función. Todavía. Llegaron a fines de noviembre de 1971, se repartieron por el mundo, apareciendo en lugares remotos, fueron adoptadas y desde entonces…

– ¿Qué?

– Son la conexión con su raza. Los mayas predijeron el fin del mundo, o al menos de la actual civilización, tal y como la conocemos, pero nosotros creemos que no será así, que simplemente va a suceder algo importante, y que nada será igual después. Los guardianes queremos proteger ese contacto, lo que vaya a pasar. Será el gran día, posiblemente el principal de la actual historia de la humanidad. El encuentro de dos mundos, o el regreso de los que habitaron éste hace miles de años. Una puerta directa a las estrellas. Los jueces no, al contrario. Ellos creen que los extraterres-tres son diablos y por eso quieren preservar a la Tierra de la única forma que creen natural.

– ¿Cómo?

– Destruyendo la posibilidad de ese contacto, el nexo.

– ¿Quieren matar a esas… hijas de las tormentas? -le costó decirlo.

– No. Hubieran podido hacerlo hace mucho, cuando descubrimos su existencia. Imagino que saben que si actúan contra ellas, enviarán más y todo volverá a empezar. Las necesitan vivas, para que sirvan de reclamo. Su objetivo son ellos.

Ellos.

Seres del espacio.

– ¿De qué manera van a hacerles siquiera un rasguño? -Hay muchas formas de hacer daño o demostrar algo. Basta con matar a uno de ellos. De nuevo la palabra. Ellos.

Joa se llevó una mano a los ojos. Ya ni tan sólo se reía de las palabras de su visitante nocturno. Era como si las aceptara.

Aquella locura.

– Falta muy poco para la última semana de diciembre.

– Por eso es tan importante dar con tu padre.

– ¿No le vigilabais a él?

– No, sólo cuidamos de las niñas, ya mujeres todas, y en tu caso de ti. Sólo tres tuvieron hijas, quizá saltándose normas o por accidente o por… No lo sé. Controlándolas a todas dominábamos la situación, porque son la clave de lo que vaya a suceder. Lo de tu padre nos ha cogido de improviso, y también tu reacción.

– No iba a quedarme en casa sin hacer nada.

– Hay algo más.

– ¿Qué? -se estremeció.

– Te he dicho que tres hijas de las tormentas tuvieron hijas a su vez.

– Sí, ¿y qué?

– Las tres desaparecieron el mismo día, sin dejar rastro, inexplicablemente. Estaba pálida.

– ¿Qué sentido… tiene eso?

– Tal vez, que al dar a luz pasaron a sus hijas su poder, o sus características, o su misión -suspiró David Escudé muy despacio, sin dejar de mirarla fijamente a los ojos.

16

Sacó fuerzas de algún lugar para decir aquello:

– Yo no soy tan especial, y mi madre no ha muerto.

– Tal vez.

– ¡No ha muerto, ni se la han llevado! ¡Ella no se habría ido sin decirme algo! -intentó que sus ojos no se vieran arrasados en lágrimas.

– La energía no muere, sólo se transforma, ¿recuerdas?

– ¿Cómo son las demás?

– Parecidas: inteligentes, lúcidas, con cerebros privilegiados, idóneas para el arte…, pintoras, poetisas…

– ¿Cuántas hubo?

– Cincuenta y dos.

– ¿Todo mujeres?

– Sí, lo mismo que esas tres descendientes.

– ¿Cómo supisteis que… existían?

– Las grandes tormentas de fines de noviembre de 1971, inexplicables desde el punto de vista meteorológico, no pasaron desapercibidas. Al cabo de unos años empezaron a asociarse fenómenos, el rumor de la aparición de niñas adoptadas, un talento especial en cada una de ellas… Cuando se descubrió su existencia y fueron una certeza, aparecieron los jueces. Nosotros surgimos después, para protegerlas. Mi padre fue guardián en Italia. Yo me inicié contigo hace cinco años.

– ¿Llevas cinco años… espiándome?

– Sí.

– ¡Dios!…

– Puedo contarte tu vida entera.

– No lo hagas, ¿quieres? Y de todas formas eso no prueba nada.

– Prueba que no te haré daño, que necesitas confiar en mí porque ahora estás sola.

– Te metes en mi cuarto de noche, me sueltas una película de cine fantástico, y así, sin más, me pides que confíe en ti. ¿Tan fácil?

– ¿Aún no me crees?

Dos personas, distintas, aparentemente enfrentadas, le decían lo mismo con menos de veinticuatro horas de diferencia.

Podían estar conchabadas.

Aunque… ¿qué sentido tendría eso?

– Joa -volvió a hablar David-. Tú no elegiste tu destino. Tu madre te lo impuso al tenerte. Eso ya no puedes cambiarlo. Si miras dentro de tu mente, de tu corazón, sabrás que lo que te digo es cierto, que no se trata de ninguna película. Eres especial y diferente, y debes afrontarlo. En unos días sucederá algo que ignoramos por más que intuyamos teorías. Nosotros pensamos que será bueno; los jueces, que será malo. Tal vez esté en juego el futuro de la humanidad, realmente, como anunciaron los mayas hace años.

– ¿Fueron hijos de los visitantes de las estrellas?

– Yo creo que sí, lo mismo que los egipcios, o los mesopotámicos. Todos construyeron pirámides. Todos tienen mucho en común, las mismas fechas para determinadas festividades, las mismas leyendas para hablar de sucesos muy parecidos… Sólo que los mayas predijeron el futuro con exactitud milimétrica y eso les hace diferentes. Por ejemplo, calcularon que la rotación completa de la Tierra alrededor del Sol era de 365,2420 días. La NASA, con toda su tecnología, la midió en pleno siglo XX en 365,2422. Una diferencia infinitesimal. ¿Cómo lo consiguieron? ¿Cómo supieron con cientos, miles de años de antelación, que habría un eclipse tal o cual día? Fue más que eso incluso. Dijeron que la rotación del Sistema Solar alrededor de la galaxia tenía una duración de 25.000 años. ¡Son cifras imposibles para su tiempo, pero ellos lograron descifrar los secretos de la Tierra y del cosmos! La gran cuestión es: ¿lo hicieron solos?