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– Cuanto más sé de ellos, más me asombran.

– Si heredaron conocimientos de los extraterrestres resulta más comprensible. De todas formas su manera de medir el tiempo sí es alucinante. Fíjate en esto -se puso a leer un pequeño texto-: «Los mayas diseñaron su cuenta larga, no en un número de días transcurridos a partir de cierto punto inicial, sino en la cantidad de días que faltaban para la conjunción del Dark Riff. Con asombrosa exactitud supieron que esa conjunción tendría lugar en 2012 y escogieron la fecha del 22 de diciembre para, desde allí, desplegar sus eras retroactivamente hasta encontrar en el 13 de agosto del 3114 antes de Cristo una base desde la cual comenzar su historia. Es pues un caso único entre todas las culturas de la Tierra: un pueblo que concibió y ajustó su vida no por el tiempo que fue, sino por el que iba a venir» -David dejó de leer-. Como ves, el que escribió esto da otras fechas, 22 de diciembre como término y 3114 como arranque, aunque ahora eso ya sea lo de menos.

– Vamos a por la segunda profecía.

– Trata del hambre y la miseria en el 2 ahau 2012-2032. Dice que se reducirán el agua y el pan, lo cual casa perfectamente con el estado actual del planeta, agotado en todos los órdenes, y con el calentamiento global, sembrando de sombras el siglo XXI. La tercera profecía también habla de una reducción de algo asombroso: el poder y peso de las religiones. Dice «es voluntad de Dios que a la mitad se reduzca su templo durante su imperio». Cada día la Igle sia se queda más sin vocaciones.

– Pero no dice nada de las guerras religiosas de hoy.

– Sigo -David se encogió de hombros-. El 13 ahau 2032-2052 precede a la hecatombe y de ello nacen las profecías quinta, sexta, séptima… Dice que «se volteará el Sol, el rostro de la Luna», y que «bajará la sangre por los árboles y las piedras, arderán los cielos y la Tierra por la palabra de Dios». Esto lo interpretan algunos como que será una época de cambios irreversibles que afectarán a las élites del poder, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el grupo de los Ocho países más industrializados, la especulación bursátil con Wall Street a la cabeza… Lo de que se «volteará el Sol» tiene que ver con una posible catástrofe cósmica, y ahí entran en liza los meteoritos. El del 2029, que vuelve en el 2036, a la cabeza. Hay que tener en cuenta que cada cien mil años nuestro eje polar magnético se mueve o cambia de posición provocando, entre otros, grandes cataclismos y la aparición de glaciaciones. Lo del «rostro de la Luna» se interpreta también como rostro de la mente, o sea, una época de gran expansión intelectual. Lo de la «sangre bajando de los árboles» se refiere al conocimiento. En fin, un montón de interpretaciones.

– No hace falta que sigas -Joa se llevó una mano al rostro-. Ninguna aporta más datos acerca de que el mundo se vaya a terminar en unos días.

– ¿Te parece poco? La primera es significativa.

– ¿Qué dicen las que faltan?

– Que habrá cambios físicos y espirituales, que nacerá una nueva fe en la humanidad, que los niños dejarán de ser inocentes, que una epidemia acabará con parte de la raza humana, que volverán los profetas para predicar sobre la Tierra, que caerá nuestra civilización y que así llegaremos a una nueva era para la humanidad.

– El Juicio Final.

– Algo así.

– Bueno, todas las religiones y sus profetas auguraron siempre el desastre, y tampoco es complicado predecir que vamos a cargarnos el mundo de una forma u otra. ¿Qué dice del cambio que, según los mayas, se avecina?

– El 4 ahau es el epílogo del Quinto Sol, y los ahaus 2 y 13 son el comienzo del Sexto -David miró el libro que sostenía de nuevo-. En el Primer Sol teníamos forma animal, en el segundo ya tuvimos forma humana a partir del barro pero éramos muy primitivos, con el cerebro poco desarrollado; con el tercero fuimos de madera y el cerebro aumentó; el Cuarto Sol nos llevó a ser de maíz, tuvimos conciencia e individualidad; el quinto, el actual, nos ha hecho identificarnos con los objetos, forjar la personalidad y reflejar la individualidad.

– ¿Sabes lo malo de eso? Que la forma de interpretar esas profecías depende de cada cual -Joa exteriorizó su desilusión-. Creía que nos darían alguna pista más concreta.

– ¿Te parecen poco?

– Resúmelas a tu aire.

– Pienso que dice que la humanidad tendrá que escoger entre desaparecer como raza o evolucionar hacia una integración plena en un nuevo orden cósmico, y que a la Tierra van a sacudirla una serie de catástrofes, justificadas por el cambio climático y todo lo que le pase al Sol, manchas solares, explosiones, etc. Somos una raza marcada por el miedo a la muerte, al más allá, y ese miedo debe dar paso a un nuevo estadio espiritual.

– Precioso -bufó Joa-. Sin embargo, no dice nada de la vuelta de los creadores.

– No, pero aquí hay dos cosas que me han hecho gracia, y una sí habla de extraterrestres y es reciente -las buscó en el libro-. Para los mayas, el 11 de agosto de 1999 se iniciaban los trece años definitivos, que terminan ahora, con la tormenta que precedía a la gran transformación, y también dijeron que la humanidad entraría ese día en el Salón de los Espejos. Leo: «0 aprendemos a vernos a nosotros mismos tal como somos y cambiamos de actitud frente al planeta y frente a nosotros, o el planeta se encargará de acabar con nosotros». Y es lo que ha estado sucediendo estos trece años pasados. Lo otro que me ha sorprendido es que en mitad del eclipse del que te hablé, el del 11 de julio de 1991, cuando tu madre perdió su bebé, a las 13 horas y 18 minutos, apareció una nave en el cielo que fue grabada por cientos de personas y vista por miles en México. Permaneció trece minutos en el aire y a las 13:31 horas se evaporó. El trece es también el número de la fertilidad maya y el de la muerte, aunque no como fin, sino como regeneración. ¡Miles de personas vieron esa nave! ¿Alucinación colectiva?

Esta vez, Joa no dijo nada.

Cerró los ojos.

La cabeza estaba a punto de estallarle.

Lo único de lo que era consciente era de que tenían que regresar a Palenque y tratar de dar con la última pista…, si es que existía o sabía verla.

Pero si no existía, ¿por qué su padre le había marcado el número veintisiete en su modificado dibujo de la lápida de la tumba de Pakal?

– No quiero pensar en marcianos ahora, ¿vale? Me siento demasiado humana y real como para buscarle explicaciones fantásticas a lo que dijeron unas personas hace cientos de años, por más que yo sea descendiente de una de las hijas de las tormentas -se levantó de la silla y mientras apagaba el ordenador suspiró-: Me voy a la cama. Mañana hay que volver a madrugar y ver la forma de regresar a Palenque cuanto antes.

David cerró el libro de las profecías mayas sin saber qué más hacer o decir.

42

Se acostó agotada, tensa. Con una diferencia: la noche pasada en el apartamento eran tres. Ahora estaban solos David y ella. Juan Pablo no había regresado.

Intentó cerrar los ojos y dormirse de inmediato, pero su cabeza era un caldero saturado de información en estado de ebullición, cociéndose a fuego lento. En la oscuridad se sintió pequeña, desamparada, y envuelta en una espiral de tensión de la que no sabía cómo salir y amenazaba con producirle un largo insomnio a lo largo de la noche. Hasta que David entró también en la habitación, para tenderse a su lado.

Veinticuatro horas antes ni se habían rozado. Ella durmió sola y los dos hombres juntos.

Esta vez notó su cercanía en la cama, igual que un viento suave próximo a envolverla, y se quedó sin aliento, sin saber cómo reaccionar.