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Miss Silver hizo otra pregunta.

– ¿Ha llevado usted últimamente ese abrigo?

Adriana apartó la mirada.

– El día anterior -contestó.

– ¿Quiere usted decir el día antes de que Miss Preston muriera ahogada?

– Sí.

– ¿Quién la vio con él puesto?

La mano de Adriana se alzó y volvió a caer.

– Todo el mundo -contestó.

– ¿Quiere decir que todos los de la casa? -preguntó.

– ¡Oh, sí! ¿Sabe? Fui a dar una vuelta por el jardín poco antes del almuerzo, y hacía tan buen tiempo que me acerqué al pueblo. He andado un poco más cada día. En realidad, hay menos de medio kilómetro.

– ¿Se encontró con alguien a quien conociera?

Adriana se echó a reír, sin sentirse divertida.

– ¡Difícilmente podría ir al pueblo sin hacerlo! ¿Por qué me está haciendo todas estas preguntas? -su tono de voz se había elevado de repente.

– Porque creo que las contestaciones pueden ser interesantes.

Sus ojos se encontraron. Los de Miss Sil- ver tenían una mirada amable y firme. Fue Adriana quien giró la cabeza.

– Pues muy bien. Entonces… mire: el vicario pasó junto a mí en su bicicleta, y vi a su esposa y a su prima Ellie Page en el jardín. Ellie Page tiene una clase para niños…, mi pequeña sobrina Stella acude a ella. Me detuve y hablé unas cuantas palabras con ellas. Mientras lo estaba haciendo, pasó Esmé Trent…, supongo que iba a coger el autobús para Ledbury, pues parece pasar allí la mayor parte de su tiempo e iba vestida de punta en blanco. Es una joven viuda con un niño pequeño a quien descuida y no existe ningún amor perdido entre ella y Ellie Page.

– ¿Acude ese niño a la clase de Miss Page?

– ¡Oh, sí! ¡Cualquier cosa con tal de sacarle de las manos de su madre! Y a propósito, no le mencione su nombre a Edna.

– ¿De veras?

Adriana asintió con un gesto de la cabeza.

– Me figuro que Geoffrey y ella se han estado viendo con la frecuencia suficiente como para que la usual amiga amable que hay en todas partes se lo haga saber a Edna. Es muy estúpido y probablemente no significa nada, pero Edna no tiene filosofía por lo que se refiere a Geoffrey. Es una tonta, desde luego, porque él es así y ella no le cambiará nunca, así que sería mucho mejor que se las arreglará lo mejor que pudiera.

– ¿Vio usted a alguien más?

– La vieja Mrs. Potts estaba llamando a su gato para que entrara en casa. Su esposo es el sacristán. Creo que eso fue todo… ¡Oh! Mary Robertson estaba en el jardín cuando regresé. Es la hija del jardinero. Ella y Sam Bolton salen juntos y estaba con él cuando encontraron a la pobre Mabel. Tuvo que declarar en el interrogatorio, y su padre está furioso porque no aprueba su relación amorosa con Sam.

Miss Silver emitió una ligera tosecilla con la que acostumbraba a poner énfasis en una observación.

– ¿Ya se ha llevado a cabo la encuesta judicial?

– Ayer. El funeral se ha celebrado esta mañana.

– ¿Y cuál ha sido el veredicto?

– Muerte accidental -hubo una pausa, tras la cual ella siguió hablando con una actitud bastante tensa-. Había tomado muchas copas. Se pensó que no había logrado mantener el equilibrio y que tropezó con el parapeto, cayendo al estanque.

– ¿Había alguna señal de haber forcejeado o tratado de salvarse?

– El juez de instrucción también quiso saber eso, pero Sam la había sacado del estanque. El musgo y las plantas del borde estaban arrancadas y estrujadas, y no se podía saber si ella había hecho algo por sí misma.

– ¿Estaba ahogada?

– Sí.

– ¿No había señal de ninguna contusión ni golpe?

– Dijeron que no.

– ¿No existía el menor indicio de que pudiera no haber sido un accidente?

Adriana hizo un brusco movimiento.

– ¿Quién podía haber querido matar a Mabel Preston?

La mirada de Miss Silver era severa y compasiva.

– ¿Iba Miss Preston con la cabeza al descubierto? Miss Ford…, ¿de qué color era su pelo?

Todo el color natural desapareció del rostro de Adriana. Contestó con un tono de voz frío y uniforme:

– Solía ser rubio, pero en esta ocasión había imitado el color de mi pelo.

22

Sonó un gong y bajaron a almorzar. La familia fue presentada… Geoffrey Ford y Mrs. Geoffrey; la joven morena que Miss Sil- ver había visto cruzar el vestíbulo; Miss Janet Johnstone y la pequeña Stella. Al parecer, Star Somers se había marchado a Londres por cuestiones de negocios.

– Acaba de regresar de Estados Unidos y tiene muchas cosas que hacer.

Fue una excusa bastante atrevida por parte de Adriana porque todo el mundo, excepto Miss Silver sabía perfectamente que la «cuestión de negocios» de Star era sencillamente el verse envuelta en la necesidad de asistir al funeral de la pobre Mabel Preston. Simmons, que estaba sirviendo la comida con dignidad, la oyó decir con voz dulce y alta:

– No, querida, ¡no lo haré y se acabó! No tengo nada negro que ponerme y si vas a sugerirme que vaya por ahí con alguno de esos arcaicos vestidos de Edna, será mejor que te lo vuelvas a pensar. Te admiro mucho por cumplir con tu noble deber, pero ya sabes que yo tengo que ver a Rothstein, aunque sólo sea por si algo va mal en la producción de Nueva York… Quiero decir que nadie puede estar seguro de saber cuándo podrá Aubrey volver a representar su papel.

Miss Silver se encontró con bastante gente a la que estudiar. Mientras conversaba con su habitual y amable fluidez, pudo observar una serie de detalles interesantes. Mr. Geoffrey Ford se comportaba como una persona muy agradable. Por lo que había oído decir de él y por su aire elegante, llegó a la conclusión de que ésta era su actitud usual. Todo se desarrolló bien y con suavidad, pero en una o dos ocasiones se le ocurrió pensar que el ambiente resultaba un poco forzado, y que las risas agradables parecían demasiado frecuentes. Después de todo, había habido un funeral que partió de la casa aquella misma mañana. Geoffrey bebió whisky con agua y llenó su vaso otra vez. Mrs. Geoffrey, sentada a su derecha todavía llevaba puestas la blusa y la chaqueta negras que había llevado durante la ceremonia. La ropa parecía colgar sobre ella, sugiriendo que había perdido peso, aunque de todos modos, nunca podría haber sido elegante ni favorecedora. La blusa de color gris oscuro, reducía ojos, pelo y. piel a una uniformidad incolora. Los ojos daban la impresión de no haber dormido, y los párpados aparecían encarnados. Siempre hay mujeres que lloran en una boda o en un funeral, pero son de un tipo más fácil y emocional que Edna Ford.

A su otro lado, el jersey escarlata de Meriel lanzaba una nota desafiante. Hacía resaltar el pelo moreno recogido, los ojos provocativos, la palidez de marfil. Había utilizado un lápiz de labios llamativo, ofreciendo así el efecto más discordante. Miss Silver se sintió predispuesta a creer en su egoísmo y en un temperamento capaz de armar un jaleo si las cosas no marchaban como ella deseaba. Permaneció sentada, sirviéndose un poco de cada plato y dejando la mayor parte de lo que se ponía. Sentada junto a ella, percibió su actitud de resentimiento y una nerviosa impaciencia por terminar cuanto antes con la comida y con su proximidad.

Frente a ella, Janet Johnstone y Ninian Rutherford estaban sentados a los lados de la niña. Miss Silver les observó con interés. Miss Johnstone desplegaba una excelente actitud con la niña, y su blusa marrón y jersey del mismo color representaban el feliz intermedio entre el negro sombrío de Mrs. Geoffrey, y el escarlata de Meriel. Sus rasgos eran agradables y sus ojos tenían una sombra poco habitual y encantadora. Todo su aire indicaba el de una persona sensible y seria. Gracias a su experiencia, Miss Silver comprendió que, sin duda, Mr. Ninian Rutherford se sentía atraído por la joven. El no hacía nada por ocultarlo y también quedaba claro que al menos una parte del enojo de Meriel se debía a esta causa. Adriana, sentada frente a Geoffrey al otro lado de la mesa, comía poco y sólo hablaba ocasionalmente. Parecía sentirse cansada y el vestido púrpura de estar por casa le daba un aire algo sombrío. Por una vez, nadie impidió la fluidez de la conversación de Stella. Tras haber informado a Miss Silver de cada uno de los detalles de los seis vestidos que Star le había traído de Nueva York… «y fue muy, muy gentil por su parte porque ella tuvo que dejar muchas de sus cosas allí»…, se mostró ingeniosamente informativa sobre el tema de sus lecciones.