– Entonces, estuvo en aquella casa.
– ¡Oh, sí! Estuvo allí. Y la cuestión que se plantea ahora es: ¿regresó Geoffrey Ford a casa con ella? ¿O la siguió? ¿Y cómo consiguió que fuera al estanque?
Tras un momento de pausa, Martin preguntó:
– ¿Sospecha usted que él es el asesino?
– ¿Qué piensa usted al respecto?
– Si Miss Preston fue deliberadamente empujada al estanque, y todo parece indicar que así fue, entonces, tenemos que considerar quién lo hizo. El único motivo sugerido por alguien ha sido el que usted misma me ha indicado. Me dijo que Miss Preston llevaba puesto un abrigo de un dibujo poco usual, perteneciente a Adriana Ford, y me sugirió usted que la persona que la atacó, lo hizo con el convencimiento de que era Adriana Ford. Sin embargo, no existen pruebas de ello y, por lo que sabemos, nadie se beneficia de la muerte de Mabel Preston, mientras que un buen número de personas se podrían beneficiar de la muerte de Adriana Ford, a través de su testamento. Miss Ford fue bastante franca sobre el tema. En su testamento, deja sumas elevadas a los Simmons y a la doncella, Meeson, que antes era su modista. Deja un legado para Mr. Rutherford, pero los principales beneficiados son Mrs. Somers, Meriel Ford, y Mr. y Mrs. Geoffrey Ford. Cualquiera de esas personas tenía un motivo para desear su muerte. Cualquiera de ellas podría haberse escapado de la fiesta y empujado a Mabel Preston al estanque, bajo la errónea impresión de que se trataba de Miss Ford. Bien, hasta aquí hemos llegado… y no tenemos ninguna prueba de que alguna de esas personas lo hizo.
Miss Silver permaneció sentada en una actitud amable. Sus ojos descansaban sobre el rostro del superintendente Martin, con una expresión de atención casi gratificadora. El inspector Frank Abbott de Scotland Yard solía decir que tenía el mismo efecto sobre él que la caja de cerillas sobre una cerilla: le permitía producir la chispa iluminadora. Tal y como señalaba Miss Silver con frecuencia, el inspector solía hablar de una forma muy extravagante cuando no estaba de servicio. Pero no cabía la menor duda de que el superintendente Martin estaba experimentando un efecto bastante similar. Era consciente de una sucesión de pensamientos muy claros, así como de la capacidad de expresarlos con palabras. Quizá no estuviera dispuesto a admitir que Miss Silver tenía algo que ver con aquello, pero lo cierto fue que encontró en ella a una interlocutora muy estimulante. Ahora, siguió diciendo con la misma actitud:
– Entonces, nos encontramos con la muerte de Meriel Ford…, una mujer joven y fuerte y, a diferencia de Mabel Preston, sobria; no podía ser empujada al estanque ni ahogada. En consecuencia, fue golpeada en la cabeza con un palo de golf y después colocada en el estanque, en la posición conocida. Y cuando consideramos el motivo, informa usted del encuentro de ese trozo de vestido enganchado en el seto. Eso demuestra que estuvo en el estanque entre las seis y media y el momento en que Meeson la vio con la parte delantera del vestido manchado de café. Eso representaría aproximadamente una hora. Las pruebas médicas indican que Mabel Preston murió en ese espacio de tiempo. En el momento en que esos hechos fueron dados a conocer, la persona que asesinó a Mabel Preston se dio cuenta de que estaba en peligro…, si es que había tal persona. Por el momento, voy a suponer que existe. De todos los posibles sospechosos, Mrs. Somers es la única que aparece libre de toda sospecha. Ella no estuvo en la fiesta, no sabía nada de ese jirón de vestido, y tampoco estaba aquí cuando Meriel Ford fue asesinada. Pero todos los demás lo sabían. Simmons y Ninian Rutherford estaban en el vestíbulo cuando Meriel acusó a Meeson de andar contando chismes por ahí sobre aquel trozo de vestido desgarrado, y el matrimonio Geoffrey estaba en el descansillo de la escalera. Aquella misma noche, Geoffrey Ford acudió a ver a Mrs. Trent. Meriel Ford le siguió, saliendo de la sala de estar donde estaban todos reunidos. Usted sugirió que pudo haberle seguido hasta la casa del guarda. Creo que existen pruebas de que fue así, en efecto, y de que estuvo escuchando la conversación junto a la puerta de la sala de estar. ¿Cree usted que su personalidad le habría impulsado a dejar las cosas así, sin dejarse ver?
– No lo creo, superintendente. Tenía un temperamento impulsivo y le gustaba mucho hacer escenas.
Martin asintió con un gesto.
– Eso mismo es lo que me han dicho. Por lo que he oído acerca de ella, yo diría que entró en la sala de estar, especialmente si Ford y Mrs. Trent estuvieron hablando de ella. Bien, es aquí donde se me ocurren algunas preguntas que plantear a Mr. Geoffrey Ford- se levantó, pero antes de llegar a la puerta, se volvió de nuevo-. Supongo que diría usted que está representando a Miss Ford, ¿no es cierto?
– Ella ha contratado mis servicios profesionales.
El policía asintió.
– Siendo así, y por lo que a mí respecta, no me importaría que estuviera usted presente en el interrogatorio. Claro que él puede negarse, en cuyo caso.
Miss Silver sonrió graciosamente.
– Es usted muy amable, superintendente. Estoy muy interesada en asistir a ese interrogatorio.
Martin llamó al timbre y cuando Simmons apareció, le pidió que dijera a Mr. Ford que le gustaría hablar con él.
Geoffrey entró en la habitación con su habitual actitud despreocupada. Había pasado una buena noche -en realidad, no podía recordar haber pasado nunca una mala noche-, y aun a pesar del corto espacio de tiempo transcurrido desde su entrevista con el policía, había sido capaz de convencerse a sí mismo de haber causado una buena impresión y de que, a partir de ahora, todo iría bien. Estas' cosas terminaban por pasar y ser olvidadas, por mucho jaleo que se armara al principio. Una vez pasados el funeral y la investigación judicial, todos ellos podrían regresar a su vida cotidiana. Mientras tanto, suponía que había ciertas formalidades que la policía tenía que cumplir y que naturalmente, tendría que recurrir a él, como hombre de la casa que era. Su actitud era agradable y segura de sí misma cuando dijo:
– Buenos días, superintendente. ¿En qué puedo ayudarle?
– Hay unas cuantas preguntas que me gustaría hacerle, Mr. Ford. Como Miss Sil- ver me ha dicho que ha sido profesionalmente contratada por Miss Adriana Ford, supongo que no objetará usted nada a su presencia.
Geoffrey pareció sorprendido. No iba a negarse, pero su voz se hizo algo más tensa al contestar:
– ¡Oh, no! Desde luego que no.
– Entonces, ¿le parece que nos sentemos?
El color del rostro de Geoffrey se hizo un poco más tenso. No le gustaba que le ofrecieran sentarse en lo que él consideraba como su propia casa. Tomó una silla y se sentó, como si se tratara de una entrevista de negocios. El superintendente siguió su ejemplo. El tono de su voz pareció serio cuando dijo:
– Mr. Ford, tengo que preguntarle si no tiene nada que añadir a su narración sobre los acontecimientos que se produjeron en la noche de la muerte de Miss Meriel Ford.
– No creo -contestó.
– Cuando le pregunté si ella le acompañó en su visita a Mrs. Trent a la casa del guarda, usted me contestó que, desde luego, no que ella no se habría atrevido a acudir allí sin ser previamente invitada. ¿Está absolutamente seguro de que no fue allí con usted?
– ¡Pues claro que estoy seguro! ¿Por qué iba a hacerlo?
– Mr. Ford, por favor, piénselo cuidadosamente antes de contestar. Ha dicho usted que Miss Meriel Ford no le acompañó a la casa del guarda. Lo que le pregunto ahora es, ¿le siguió a usted hasta allí?