Выбрать главу

– ¿Lo cree usted así?

– ¡Oh, sí! Es una mujer malvada…, siempre lo he dicho.

– Pero no hubiera entrado en la Casa Ford.

– ¡Oh, sí…! Ella siempre iba detrás de Geoffrey -puso una mano en el borde de la mesa y se levantó-. Creo que no debo hacer esperar a Mrs. Lenton.

Y en ese preciso momento, la manija de la puerta se movió, la puerta se abrió y Ellie Page avanzó hacia el interior del despacho.

Llevaba un jersey azul oscuro y una falda y parecía un fantasma. Cuando vio a Edna, exclamó: «¡Oh!», y se quedó dónde estaba.

– Me había olvidado de algo. Pensé que quizá… Debería decir…

Edna empezó a moverse hacia la puerta. Al hacerlo, la hebilla de acero de su zapato izquierdo cayó hacia un lado y casi la hizo tropezar. Ellie se la quedó mirando fijamente. Entonces entró en la habitación, cerró la puerta y se apoyó en ella.

– Eso era lo que recordaba -dijo ella.

El superintendente se levantó y rodeó la mesa. Vio los ojos de Ellie fijos y quiso saber qué estaban mirando tan fijamente.

Edna Ford se agachó y dio un estirón de la hebilla. Los pocos puntos que aún la sujetaban se rompieron y ella se levantó con la hebilla en la mano.

– ¡Vaya…, casi me hace caer!

Los ojos de Ellie siguieron la hebilla.

– Eso es lo que he recordado -dijo-. Lo vi cuando ella estaba cruzando el prado, después de que encendiera la luz de la linterna, que llevaba en la mano izquierda y que brilló sobre la hebilla. La hebilla se movió porque estaba suelta, y la luz la iluminó. Lo recordé y pensé que sería mejor decírselo -desvió la mirada de la hebilla al rostro de Edna y retrocedió un poco, apretándose contra la puerta-. ¡Oh, usted las mató! ¡Usted las mató a las dos!

Edna Ford mostró una sonrisa muy complaciente. Hizo sonar la hebilla en la palma de la mano y dijo:

– Fue muy inteligente por mi parte, ¿no creen?

41

La forma en que sonrió y el tono de su voz, aquel sonido tontamente inconsecuente, llenaron el despacho. Permanecieron en un silencio que nadie parecía atreverse a romper, los pensamientos de cada uno golpeaban aquel silencio, sin lograr quebrantarlo. Al final, fue la propia Edna Ford quien lo rompió. Tenía los tres libros de cuentas en la mano derecha. Ahora, se los quedó mirando, con aquella sonrisa tonta y dijo:

– Bueno, no debo hacer esperar a Mrs. Lentons.

Ellie abrió la boca, como en busca de aire. El superintendente Martin dijo:

– Mrs. Ford, acaba usted de admitir algo muy grave. ¿Quiere usted hacer una declaración al respecto? He de advertirle que cualquier cosa que diga a partir de ahora puede ser empleada como prueba contra usted.

Edna se volvió, con la hebilla en una mano y los libros de cuentas en la otra.

– Fue muy inteligente por mi parte, ¿no creen? Y si esta hebilla no hubiera estado suelta, nadie se habría enterado. Supongo que no debí haber encendido la linterna hasta que estuviera fuera de la vista de la casa, pero una no espera que haya gente por ahí, mirando por las ventanas, a esas horas de la noche. ¿Y qué estaba haciendo Ellie Page en nuestro jardín a esas horas, en la oscuridad? Me gustaría saber eso. Supongo que corriendo detrás de Geoffrey… como todas las otras estúpidas mujeres. Pero ellas no lo conseguirán, porque yo sé que Adriana me ha dejado el dinero a mí. Así es que no conseguirán apartarle de mí…, ¡ninguna de ellas lo hará!

El superintendente se dirigió a Ellie Page.

– Miss Page, ¿querría ser tan amable de decirle a Watson que venga? El fue quien le tomó declaración y yo le pedí que esperara.

Y por favor, regrese usted también con él…, puede que la necesitemos.

Edna Ford siguió hablando sobre lo atractivo que era Geoffrey, y sobre la idiotez de las mujeres que se imaginaban poder arrebatárselo. No parecía estar dirigiéndose al superintendente Martin ni a nadie en particular. Las palabras surgían como si se tratara de sus pensamientos, y como si al decirlas en voz alta pudiera conseguir que se convirtieran en realidad. Aún estaba hablando cuando Ellie regresó con un hombre moreno que se sentó junto a la mesa y abrió una libreta de notas. Los ojos de Miss Silver miraban a Edna con seriedad y una expresión compasiva.

Cuando Watson estuvo sentado, el superintendente detuvo el fluir de las palabras de Edna.

– Y ahora, Mrs. Ford, si está usted preparada para contestar preguntas y hacer una declaración, el detective Watson tomará taquigráficamente todo lo que usted diga. Cuando haya sido mecanografiado, le será leído por completo y usted podrá firmarlo.

– No sé por qué tiene que tomar nota de todo -dijo ella con un tono de voz quejoso-. Íbamos bastante bien sin necesidad de su presencia.

– Es mucho mejor tenerlo todo registrado. Entonces, se puede leer y usted puede decir si es correcto o no.

Edna hizo un gesto de aprobación ante esta observación.

– Bueno, claro que debe ser así. No quiero que usted añada nada después.

Ellie Page había encontrado una silla junto a Miss Silver. Su rostro estaba oculto en las manos que descansaban sobre el duro respaldo. Martin dijo:

– Y ahora, Mrs. Ford, cuando Miss Page dijo: «¡Usted las mató a ambas!», hizo usted la siguiente observación: «Fue muy inteligente por mi parte, ¿no creen?» ¿Significa eso que admite usted haber empujado a Mabel Preston al estanque, ahogándola allí y que posteriormente golpeó a Meriel Ford con un palo de golf con punta de hierro, echándole después en el mismo estanque?

Edna Ford sacudió la cabeza.

– ¡Oh, no! Yo no empujé a Meriel…, no tuve que hacerlo. Ella cayó en el estanque. Fue muy conveniente.

El joven Watson sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Escribió taquigráficamente lo que ella acababa de decir.

– ¿Por qué ahogó a Mabel Preston?

– Eso fue un lamentable error. Es que, ¿sabe? ella llevaba puesto el abrigo de Adriana… aquel con los grandes cuadrados negros y blancos y una raya de color esmeralda. Un dibujo tan destacado y nada apropiado para la edad de Adriana… de hecho, a ninguna de sus edades. Creo que las personas ancianas deben vestir discretamente… Estoy segura de que estará usted de acuerdo conmigo en eso. De cualquier modo, allí estaba el abrigo, y desde luego pensé que dentro se encontraba Adriana. Fue un grave error por parte de Mabel el ponérselo, y fue culpa suya si todo sucedió como sucedió. No es que me gustara mucho, pero no tenía el menor deseo de ahogarla. Sólo encendí mi linterna un momento, vi aquellos dibujos tan destacados y le di un empujón. Después, claro está, tuve que mantenerle la cabeza bajo el agua, hasta que dejó de retorcerse. Pero, en realidad, fue fácil. Soy más fuerte de lo que parezco. ¿Sabe? Yo antes jugaba bastante al golf, y eso ayuda a desarrollar los músculos.

– ¿Dice usted que su intención era ahogar a Miss Adriana Ford?

Edna hizo un gesto casual de asentimiento autocomplaciente.

– Parecía una oportunidad tan buena… -dijo.

– ¿Cómo es que se le ocurrió seguir a Miss Preston?

– ¡Oh! No la estaba siguiendo Para mí fue una verdadera sorpresa cuando la vi aparecer a través de la entrada del seto.

– Entonces, ¿por qué estaba usted

Edna apretó la boca antes de

– Bueno, todo esto es bastante ¿sabe? Mrs. Trent se estaba comportando muy mal con mi esposo…, en realidad, nunca le dejaba solo. Y cuando les vi deslizarse detrás de las cortinas… como hacía tanto calor en la sala, acababa de abrir una de las ventanas… pensé que sería mejor ver adonde se habían marchado, pero aquella aburrida de Mrs. Felkins me cogió entonces. Una verdadera parlanchina, y no me pude deshacer de ella. Después fui retenida por dos o tres personas más, de modo que ya había pasado bastante tiempo cuando pude ir detrás de Geoffrey y de aquella mujer. Supuse que estarían en la glorieta, junto al estanque. Y así fue, en efecto. Pero creo que me oyeron llegar, porque Geoffrey se marchó por un lado y ella por otro. No sabía que Meriel también había estado allí, y que los había visto. En realidad, no sabía si los vio a ellos o si me vio a mí, porque no sabía cuándo estuvo allí, pero lo cierto es que se rasgó el vestido en el seto y también tuvo que habérselo manchado porque cuando la volví a ver, ya en la casa, se había manchado de café toda la parte delantera del vestido, y yo recuerdo que pensé: «Bueno, eso no se lo habrá hecho por nada» Puede echar un atento vistazo al vestido y vi que bajo las manchas de café estaba húmedo de agua y barro. Así es que me di cuenta de que había tratado de mover el cuerpo, porque ésa era la única forma de que pudiera mancharse como lo hizo. ¿Y sabe lo que pensé? Meriel no dio la alarma, así es que ha de haberse imaginado que era Adriana que se había caído al estanque. Y debió haber pensado que sería una lástima que fuera encontrada demasiado pronto. Porque, desde luego, ella quería recibir su participación de la herencia para poder iniciar sus actuaciones en el teatro.