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Ellie Page apartó las manos de su rostro y lanzó una mirada de incredulidad hacia Edna. Parecía como si, para ella, fuera algo muy natural apartar del camino a las personas que estorbaban, quitándoles la vida por que poseían algo que ella deseaba. Pensó: «¡Está loca!» Y a continuación: «Pero yo también estaba tratando de conseguir algo que deseaba. ¿Hasta qué punto hubiera sido capaz de empujarla por el hecho de desear a Geoffrey?» Una sensación de horror, se apoderó de ella. Su mano se movió a tientas.

Miss Silver la cogió y la sostuvo con una presión firme, a la vez que amable.

– ¿Por qué mató usted a Meriel Ford? -preguntó el superintendente.

– Bueno, no estaba segura de qué era lo que ella sabía. En cuanto oí decir que se había dejado un trozo del vestido enganchado en el seto, supe que sería interrogada al respecto, y no tenía la menor idea de lo que podía decir. Y cuanto más pensaba en aquellas manchas, tanto más creía que me había visto alejarme del estanque. Y entonces, anteanoche, cuando supe que fue a buscar a Geoffrey, pensé que quizá sería mejor apartarla también de mi camino. ¿Sabe una cosa? Estoy harta de la gente que va por ahí persiguiendo a Geoffrey. Y si Meriel me había visto en el estanque, le habría encantado hacer una escena al respecto. Era una mujer muy molesta.

– Así que la mató.

Edna hizo uno de aquellos gestos casuales de asentimiento.

– Pensé que lo mismo daría quitarla de en medio.

El joven detective escribía. Martin preguntó:

– ¿Quiere decirnos cómo lo hizo?

Edna seguía sonriendo.

– Fue todo bastante fácil. Nos fuimos a la cama a las nueve y media, Adriana, Miss Silver y yo. Esperé a que ellas hubieran entrado a sus habitaciones y entonces bajé por las escaleras de atrás. Primero me dirigí hacia el despacho, sólo para estar segura de Geoffrey. La alta ventana de cristal no estaba cerrada por dentro, así es que supe que él no había regresado todavía. Fui después al guardarropa y cogí un palo de golf y a continuación salí de la casa. Apenas había doblado la esquina cuando vi que alguien se acercaba. Supe en seguida que se trataba de Meriel, porque se estaba riendo sola. Parecía como si se sintiera enojada y feliz al mismo tiempo. Entonces, no pude hacer nada porque alguien más venía detrás de ella, así que tuve que dejarla pasar. Al principio pareció una lástima, pero al final creo que fue mejor, porque ella no se metió en la casa. Pasó por delante de la ventana del despacho y rodeó la casa, hacia la parte de atrás. Y entonces llegó Geoffrey; se acercó a la ventana del despacho y permaneció allí un momento. Después lanzó una especie de gruñido y exclamó: «¡Oh, Dios! ¡Para qué va a servir!» y se metió en la casa, pero no cerró la ventana, así que comprendí que la dejaba abierta para que Meriel pudiera entrar. Tuvo que haberla visto rodeando la casa y quizá pensó que no valía la pena ir tras ella.

Se detuvo y el superintendente preguntó:

– ¿Dónde estaba usted cuando Mr. Ford entró en la casa?

– Fuera del camino, detrás de un macizo de lilas. ¿Sabe una cosa? Estuve a punto de seguir a Geoffrey, perdiéndome lo que resultó ser una excelente oportunidad. Terminé por subir los escalones y meterme en la habitación, pero estaba todo muy oscuro y Geoffrey no estaba allí. Tuvo que haber cruzado el despacho directamente, y subir a su habitación. Así que si Ellie le estaba siguiendo, debió ser entonces cuando ella pasó por delante porque yo no la vi y ella tampoco me vio… al menos entonces.

– Miss Page dice que pasó ante la ventana del despacho una vez que Mr. Ford se metió en él. Dice que estaba observando a Meriel mientras cruzaba el prado cuando oyó que usted la seguía.

– Sí, así es. Sólo que yo no sabía que ella estaba allí. ¡No tenía por qué estar allí! Yo quería saber lo que estaba haciendo Meriel, así es que la seguí. Una vez que hubo desaparecido detrás del seto, encendí la linterna, pero dirigí la luz hacia abajo en previsión de que alguien estuviera mirando por una ventana. Tuve mucho cuidado con eso, y ha sido una verdadera mala suerte que esa hebilla se estuviera desprendiendo de mi zapato. Fue todo bastante fácil. Apagué la linterna antes de llegar a la entrada del seto. Quería ver lo que estaba haciendo. Meriel había atravesado el seto interior, dirigiéndose hacia el estanque, y tenía una luz. Me acerqué al arco 'del seto y la vi entrar en la glorieta. Tenía en la mano el pañuelo que ustedes encontraron allí más tarde. Lo mantuvo un momento a la luz de su linterna y se echó a reír, y me di cuenta de que era uno de los pañuelos de Esmé Trent. No conozco a nadie que tenga pañuelos de color amarillo brillante…, no es que diga que eso es tener buen gusto… en absoluto. Meriel dejó caer el pañuelo y apagó la linterna. Después se alejó de la glorieta y se quedó un momento junto al estanque. Fue todo muy sencillo para mí. Sólo tuve que golpearla una vez.

42

Miss Silver estaba preparada para marcharse. Ya había hecho su modesta maleta. Estaba preparada para ponerse los guantes de lana, el abrigo negro, y la vieja bufanda de piel. Se había colocado el sombrero de fieltro negro, con sus cintas. También había recibido un bonito cheque. Ahora, sólo le quedaba despedirse de Adriana Ford.

La encontró sentada en una silla de respaldo, con la cabeza alta, el pelo rojo oscuro meticulosamente arreglado y el maquillaje cuidadosamente aplicado.

– Bueno -dijo-, por lo que a usted respecta ya todo ha pasado. Por lo que nos concierne a todos los demás, esto no ha hecho más que empezar. Es una lástima que no pueda una bajar el telón y volver a repetirlo todo, ¿verdad? Me pregunto muchas veces qué habría ocurrido si no le hubiera escrito y no le hubiera pedido que viniese.

Miss Silver tosió.

– Tengo la sensación de que no he contribuido mucho a aclarar el asunto.

Adriana elevó una mano.

– Le sacó usted la verdad a Ellie. Mary Lenton dice que no hacia otra cosa que llorar y desmayarse. No sabían qué hacer con ella, y estaban a punto de enviarla fuera. Si lo hubieran hecho así, o si ella hubiera caído enferma, supongo que no habría hablado nunca. En cuyo caso, la pobre Edna habría asesinado probablemente a alguien más antes de que la descubrieran, y la persona que contaba con mayores probabilidades de ser asesinada a continuación era yo. Así es que permítame que sea algo partidista en la cuestión -lanzó una breve risa y siguió diciendo-: ¡Es extraño que una siga sintiendo afecto por la vida! Mi hogar ha sido destrozado, dos personas han sido asesinadas mientras tanto, Geoffrey se ha escapado por muy poco de ser acusado, su esposa resulta ser una lunática homicida, y mis asuntos familiares se han convertido en noticia de primera página. Debería sentirme acabada, ¡pero no lo estoy! Estoy buscando un piso en la ciudad y Mee- son está más contenta que unas pascuas. Siempre ha odiado esta casa. Lo más interesante de todo es que todo el mundo está de acuerdo en que Edna, pobre, está loca. No tenía precisamente una mente muy equilibrada, pero supongo que podría haber conservado el poco equilibrio que tenía si no se hubiera dejado arrastrar por los celos.