– ¿Eres tú, querida?
– Solía serlo.
– ¿Qué quieres decir con eso de «solía serlo»?
– Ultimamente todo ha estado funcionando con bastante intensidad. Trabajamos hasta el último minuto… He sido como una máquina. Pero ahora ya ha pasado. Se marchó el martes.
– ¡Qué inflexible! ¿Quieres unas vacaciones?
– Claro.
Interiormente, Janet pensó que habiéndose marchado Hugo en el último momento sin firmarle el cheque de su salario, unas vacaciones no serían precisamente lo más asequible para ella. Le había presentado el cheque, le había puesto la pluma en la mano y entonces sonó el teléfono. Y mientras ella contestaba la llamada, Hugo le sopló un beso y echó a correr para coger el tren, dejando el cheque encima de su carpeta, pero sin firma. Ella le había escrito, claro, pero que recibiera su carta, esto ya era otra cosa. Si él hacía un plan, no era con la intención de cumplirlo hasta sus últimas consecuencias, sino simplemente algo que poder cambiar después. ¡El estímulo de lo inesperado! No siempre resultaba conveniente para los demás. Ahora, no estaba siendo nada conveniente para Janet Johnstone. Oyó decir a Star:
– Querida, puedes pasar unas vacaciones maravillosas a partir de este mismo instante. Todavía no estás comprometida, ¿verdad? Me dijiste que no, justo poco antes de que Hugo se marchara.
– No, aún no he tenido tiempo.
– ¡Perfecto! Entonces, puedes venir aquí mañana. Es un lugar estupendo, y nadie te molestará.
Cuando se ha jugado juntas siendo niñas y se han compartido la mayoría de cosas en la adolescencia, no queda mucho por saber sobre la otra persona. Lo que sabía Star le permitía aceptar su papel en el nuevo espectáculo musical de Jimmy Du Pare con una mente completamente despreocupada. Lo que sabía Janet le hizo comprender que Star debía llevar entre manos algún asunto propio. Con una voz que tenía una ligera armonía escocesa, le dijo:
– Será mejor que me digas ahora mismo lo que quieres.
– Angel, sabía que acudirías a rescatarme…, ¡siempre lo hiciste! Se trata de Stella, ¿sabes? Esa tonta de Edna ha permitido que Nanny se marche en un ridículo viaje de vacaciones, y yo estoy a punto de empezar en Nueva York mañana… ¡no! Pasado mañana. Pero no tengo tiempo… lo comprendes, ¿verdad? Y no me puedo marchar a menos que pueda quedarme completamente tranquila con respecto a Stella. Y lo estaría contigo. Edna no es buena con los niños. Ni siquiera los ha tenido. Acabo de decírselo así, ¡y creo que no le ha gustado!
– ¿Y cuántos niños crees que he tenido yo?
– Querida, tú eres un ángel con ellos…, ¡siempre lo has sido! ¡Es como un regalo! Lo harás, ¿verdad? En el fondo, te encantará. Es una casa antigua y maravillosa y los jardines son un sueño. Un poco pasados de moda con respecto a lo que solían ser, claro, porque ahora sólo hay dos jardineros en lugar de cuatro, y no creo que tuviera que haber ni siquiera tantos. Sería un fastidio para todos el que Adriana gastara su capital, y no comprendo cómo puede hacerlo todo con su dinero… no en estos días. Los impuestos, ya sabes, querida…, ¡son terribles! ¡No puedes ahorrar un solo penique! Afortunadamente para nosotros, Adriana pudo hacerlo, y lo hizo. ¡Eso es al menos lo que todos esperamos! Sólo que no sabemos a quién se lo dejará… y honradamente, ¿de qué sirve dividirlo? Un poco aquí y otro poco allá, ¡y todo se habrá desperdiciado! Lo comprendes, ¿verdad?
Cuando la voz vibrante dejó de hablar un momento, Janet pudo decir:
– No comprendo nada. Nadie podría. Y todavía no he dicho que lo haré.
– Querida, ¡claro que lo harás! ¡Tienes que hacerlo! ¡Estoy hundida! Suponte que no me marcho y que esa terrible Jean Pomeroy consigue el papel. Jimmy se lo dará a ella… sé que lo hará. Y suponte que consigue un cierto éxito con él. Podría conseguirlo… ¡aunque sólo fuera para fastidiarme!
– Star, por favor, ¡deja de hablar! Estás consiguiendo que me sienta mareada. Y todavía no me has dicho nada. ¿Desde dónde me estás hablando?
– ¡Pero querida! Desde la Casa Ford, claro. Vine para despedirme de Stella y para asegurarme de que todo estaba bien, ¿y qué es lo que me encuentro? Edna ha dejado que Nanny se marche al continente, de vacaciones en un autopullman.
– Sí, eso ya me lo has dicho. La Casa Ford… Es ahí donde vive Adriana Ford, ¿no es cierto?
– ¡Sabes muy bien que sí, querida! ¡Todo el mundo lo sabe! ¡Lo estás poniendo muy difícil! Y ella tuvo un accidente hace seis meses, así que es Edna quien más o menos dirige ahora la casa.
– ¿Quién es Edna?
– Es la esposa de mi primo Geoffrey. Una persona bastante distante… De esa clase de la que se tiene el mismo tatarabuelo. Nadie ha podido comprender por qué se casó con ella. ¡Ni siquiera tiene dinero! ¡Y tampoco tienen niños! A veces, la gente hace las cosas más extrañas, ¿no crees?
Janet dejó pasar aquel comentario.
– ¿Está él también?
La voz de Star volvió a alcanzar nuevas altur
– ¡Pues claro que está! Ya te he dicho que no tienen donde caerse muertos. Viven aquí. Probablemente le encontrarás encantador- puede serlo si quiere.
– ¿Hace alguna cosa?
– Sale de caza con un arma de fuego. Pero Mrs. Simmons llegó al fondo de la cuestión cuando se negó a cocinar más conejos… de todos modos, la servidumbre no los quería comer.
– De eso iba a hablarte, del personal. ¿Quién hay ahí?
– ¡Oh, muchos! No tendrás que hacer nada. Los Simmons son mayordomo y cocinera, y también está Meeson. que cuida de Adriana… fue su modista en otros tiempos. Fiel, pero no moverá un solo dedo por nadie más. Y una mujer del pueblo, una chica llamada Joan Cuttle… ¡qué nombre! Y, desde luego, Meriel, que se cuida de las flores.
– ¿Y quién es Meriel?
– Bueno, querida, aquí sí que me has atrapado. En realidad, nadie lo sabe. Es una persona nerviosa y nadie sabe si Adriana la tuvo subrepticiamente, o bien si la recogió en alguna parte y la adoptó, justo la clase de cosa que más probablemente puede haber hecho. Cuando quiero fastidiar a Geoffrey, le digo que estoy segura de que ella es su hija y que, por lo tanto, Adriana se lo dejará todo a ella.
– ¿Cuántos años tiene?
– ¡Oh, no lo sé…! Veintitrés…, veinticuatro… Si es así, supongo que no podría ser su hija, porque Adriana tendría que tener entonces ochenta, aunque eso tampoco lo sabe nadie con exactitud. Siempre ha sido hermética sobre su edad. Pero es la hermana de mi abuelo, y tengo la impresión de que tenía más años que él, sólo que todo eso es un secreto… debido a los chismorreos, ya sabes, antes de que llegara a ser mundialmente famosa. Quiero decir que en cuanto el público piensa en una Ofelia y Desdémona y Julieta, dejan de pensar en la vida privada de una. Creo que apenaba mucho cuando interpretaba el papel de Desdémona. Y luego, ya más tarde, hubo cosas como las Mrs. Alving y los otros tipos femeninos de Ibsen… y Lady Macbeth… ¡aquello sí que fue abrumador! Así es que nadie se preocupó de saber si había vivido con un archiduque o si tuvo algún asunto con un torero. Se convirtió simplemente en Adriana Ford, su nombre escrito en letras de un metro de altura y la gente apelotonándose ante la' taquilla para conseguir entradas.
Aquello parecía realmente demasiado abrumador. Janet lo dijo así.
Y se inició entonces una nueva riada de palabras.
– Querida, prácticamente no la verás. Se rompió la pierna hace seis o siete meses, y eso la ha dejado con cojera, así es que no permite que nadie la vea andar. Era uno de sus encantos especiales, ya sabes, la forma en que se movía y andaba, así es que ha estado diciendo que no puede hacerlo. Los doctores, claro está, han dicho que puede volver a andar en cuanto quiera, y el otro día se fue a la ciudad a ver a un especialista. Le aconsejó simplemente que llevara una vida normal y que saliera por ahí todo lo que pudiera. Edna me lo estaba contando antes de abordar este terrible asunto sobre Nanny. Me dijo que Adriana empezaría a bajar de nuevo para las comidas y para todo, así es que quizás la veas un poco más de lo que te he dicho. Pero, honradamente, eso será bueno porque Edna es la mujer más pesada del mundo. De hecho, Adriana siempre ha pasado la mayor parte del tiempo en sus habitaciones, con Meeson cuidándola y esperándola y todo arreglado tal y como ella quiere. Si llegas a gustarle, enviará a buscarte y tendrás que acudir. Es como una especie de orden real y terriblemente impresionante. Querida, ¡tengo que marcharme! Pásate por el piso a las nueve y lo acordaremos todo.