Se dice que éste alabó la valentía del pathan y le dejó en libertad, diciendo a los sikhs que se hallaban compungidos ante el estado de su Guru, que no deberían apenarse, pues
todo había ocurrido según el deseo del Señor; el pathan no le había herido pérfidamente sino que él mismo le había provocado intencionadamente.
La herida fue cosida y ya casi había sanado, cuando un día Govind Singh, en el transcurso de unos juegos tensó un arco con gran fuerza, abriéndose sus llagas de nuevo y sangrando profusamente.
El galeno hizo una nueva cura, pero el Guru rehusó descansar y montando su caballo viajó hacia el Sur. Cuando hubo llegado a Nader se sintió exhausto y ordenó a sus sikhs
parar en el lugar. Viendo su hora cercana, mandó construir una pira y dio algunas instrucciones para la cremación de su cuerpo.
Habiendo cumplido sus órdenes, los devotos se agruparon a su alrededor con las manos unidas y le preguntaron quién iba a ser el sucesor en el trono del Guru. Govind Singh, encomendando a sus devotos a Dios, colocó las cinco paisas rituales sobre el Adi Granth y les dijo que en adelante este libro sería su Guru. Luego se sentó sobre la pira funeraria y después de meditar durante un largo tiempo, y tras cantar un bellísimo son, se tumbó, cerró los ojos y expiró.
Esto sucedió el quinto día de la mitad resplandeciente del mes de Kartik, en el año de Sambat, era el jueves 7 de octubre de 1708 cuando Guru Nanak acabó así su larga encarnación en diez cuerpos humanos, la cual había comenzado en 1469, cerca de 240 años atrás.
PARTE II VIDA DE GURÚ NANAK
CAPITULO I
En una noche de luna llena del hermoso mes de Vaisaki del año de Sambat (1469) d.C. vino al mundo Baba Nanak.
Un sonido celestial envolvió a la casa y todos los dioses y espíritus celestes acudieron a rendirle homenaje.
Su padre, por nombre Kalú, era de la casta de los Khatri y pertenecía a clan de los Ved. A primera hora de la mañana Kalú llevó al recién nacido ante el sacerdote de la familia para determinar el nombre que debía ponérsele. Este al verlo cayó a sus pies y adorando al niño exclamó: "Este ser es el más grande avatar que nunca existió. Antes vinieron Shri Rama y Sri Krishna, a los cuales los hindúes adoran; vino también Mahoma, reverenciado por los musulmanes, mas, éste será adorado por los hindúes y musulmanes juntos. Su nombre resonará en la tierra y en el cielo. Los árboles y la hierba repetirán: ¡Nanak, Nanak! Así será llamado el niño con este nombre común a hindués y turcos: Nanak (el ser sin forma)".
CAPITULO II
Cuando Baba Nanak contaba cinco años de edad comenzó a enseñar los Shastras y los Vedas con tal sabiduría que aquellos que lo escuchaban quedaban profundamente reconfortados. Los hindúes decían que era algún dios encarnado y los musulmanes que había nacido un gran santo.
A tos siete años Kalú le llevó a la escuela para que aprendiera a leer.
El pandha (maestro) le dio una frase escrita en una pizarra de madera, pero Nanak permaneció en silencio. Ante su taciturna actitud aquél le preguntó: "Niño, ¿por qué no
quieres leer?" Nanak respondió: "Maestro, el leer palabras escritas sólo crea confusión en la gente; aquello que deberíamos leer está escrito en el Santo Aliento".
El pandit quedó estupefacto y le rindió homenaje como a un gran avatar. Nanak dejó la escuela y regresando a casa se sentó durante largo tiempo en silenciosa meditación. Su padre estaba confuso y desconcertado, pues Nanak, rehuyendo toda actividad, pasaba los días en compañía de los faquires.
CAPITULO III
Tenía Nanak nueve años de edad cuando un caluroso día del mes de Vaisakhi salió a apacentar los búfalos. Al llegar el mediodía dejó a los animales paciendo en libertad y se tumbó a descansar bajo un árbol de mango. Pero he aquí que, mientras dormía, la frondosa sombra se desplazó, quedando Nanak sin protección bajo el sol ardiente. Entonces una serpiente negra acudió a sentarse al lado de su cabeza y extendiendo
su capucha a modo de sombrilla le guareció. del hirviente calor.
Pasaba por allí Rae Bular, el jefe de la tribu de los Bhatti, el cual al ver el prodigio corrió a contarlo a toda la aldea y acto seguido fue a casa de Kalú, al cual dijo así: "Kalú, no consideres nunca más a Nanak como hijo tuyo. El es un gran devoto del Señor, y tú, en cuya casa ha nacido tal hijo, eres también ensalzado por El".
Y aquél respondió: "Las cosas de Dios sólo Dios las sabe".
CAPITULO IV
Nanak siguió frecuentando la compañía de los faquires.
Toda la familia se hallaba preocupada, y pensaban que había perdido el juicio. Su madre acudió ante él y le habló así:
"Hijo mío, no te hará ningún bien sentarte con los faquires. Deja esas palabras necias, la gente se ríe de nosotros y dicen que nuestro hijo se ha vuelto un vago". Pero Nanak, por
toda respuesta, se echó a dormir y permaneció tumbado por espacio de cinco días. Al cabo de este tiempo su madre le volvió a hablar: "Hijo, ¿por qué permaneces tumbado sin comer ni beber nada? Levántate, haz algo, cuida los campos. Toda la familia está preocupada. Si algo no te agrada, no lo hagas, nada te diremos".
Como Nanak siguiera silencioso, se presentó su padre a hablarle: "Nanak, es bueno trabajar. Mira a los hijos de los ricos; incluso ellos, teniendo dinero, también trabajan. Nuestro campo está preparado; si fueras a ocuparte de él, no quedaría desaprovechado y todo el mundo diría bien hecho, bien hecho, el hijo de Kalú se ha vuelto un buen hijo".
Entonces Nanak respondió: "Padre, nuestro campo ya ha sido arado, y ahora es el momento de hacer la siembra".
Kalú, atónito, le atajó: " ¿Cuándo has labrado el campo?
Déjate de palabras necias. Hijo mío, tu espíritu está melancólico, encárgate de nuestra tienda, o lleva los caballos a pacer, emprende un viaje, visita otros países".
Pero Nanak le repuso: "Padre, nuestro campo está sembrado y ya ha crecido la cosecha, todo el mundo vendrá a alimentarse de él y quedarán saciados y felices. El Señor, a cuyo servicio estoy, me ayuda en todo momento y me otorga todo lo que le pido".
Mas estas palabras no impresionaron a Kalú en modo alguno, el cual pensó con resignación que nada podía hacerse con un hijo así.
De esta forma, Nanak, dejando a un lado toda tarea mundana, pasaba el tiempo en meditación recogido en solitarios parajes. A veces visitaba a los faquires y juntos cantaban himnos al Señor.
CAPITULO V
Cuando Nanak tenía veinte años de edad, oyó decir que un faquir de la casta Atit había llegado a la ciudad y se hallaba sentado a las afueras. Nanak, muy contento, acudió a verle y se sentó a su lado.
– ¿Quién eres, cómo te llamas? -le preguntó el faquir.
– Mi nombre es Nanak Nirankari y soy un Vedi Khatri -repuso éste.
– ¿Y quiénes somos nosotros? -preguntó de nuevo el faquir.
Nanak respondió:
– Sois los Nirankaris.
El Atit tardó en contestar:
– Tú eres un Nirankari y yo soy un Nirankari; entre tú y yo, ¿qué diferencia hay?
– Ninguna en absoluto -contestó Nanak.
El faquir dijo entonces:
– Oh Nanak, tú eres en verdad el Nirankari (Ser sin forma) y nosotros somos tan sólo una mera copia. Yo inclino mi cabeza a tus pies e imploro la salvación de tu misericordia.
Nanak estuvo con él hasta bien entrada la noche, y le reveló su divinidad encomiándole a que meditase siempre en su Palabra. Al partir le dejó su anillo.
Cuando regresó a casa, Kalú le preguntó:
– ¿Dónde está el sello de oro?
Nanak guardó silencio.
Su padre, encolerizado, exclamó:
– Has colmado mi paciencia, soy la burla de toda la ciudad, y todos mis esfuerzos por hacerte un buen hijo han fracasado. Vete de mi casa y no vuelvas más.
Rae Bular supo lo que había ocurrido y llamó ante él a Kalú:
– ¿Qué ha pasado de nuevo, Kalú?
– Señor, ha extraviado el anillo de oro. Lo habrá tirado o regalado a algún mendigo. No sé lo que ha hecho, pues ni siquiera se ha dignado a responderme.
Rae dijo entonces a Kalú:
– Es mejor que lo envíes con su hermano mayor Jairam; aquí tú estás enojado y él también está preocupado.
Una carta fue escrita a Jairam explicándole la situación y éste a su vez le escribió a Nanak. Cuando éste leyó la misiva de su hermano, dijo simplemente: "Iré a reunirme con Jairam". La gente de la casa opinaron que era mejor que se fuese, pues pensaba que quizá con su hermano su mente se calmaría un poco.