La mujer asintió por simpatía. Evidentemente también para ella ese trabajo en particular era la cruz de su existencia.
La camarera llegó con más bebidas. Simultáneamente, llegó Toby Bailey, otro compañero de Cathy.
—Buenas a todos —dijo Toby. Le señaló a la camarera que tomaría lo mismo que Pseudo—. ¿Dónde está Hans?
—Boston —le dijo Peter, evitando otra articulación de «Beantown». Pseudo parecía ligeramente decepcionado.
—¿Se fue Donna-Lee con él?
—Por lo que sé, no —dijo Pseudo.
—Bien, hoy se va a follar a alguna belleza americana —dijo Toby, como si fuese lo más natural del mundo.
La gente rió. Hans parecía tener una presencia casi tan grande cuando no estaba allí como cuando estaba. Peter se excusó para ir al baño.
—Bien —comentó Pseudo al irse Peter—, supongo que incluso los ricos y famosos tienen que mear de vez en cuando.
Peter se erizó al dirigirse a la escalera y llegar al pequeño sótano que contenía dos baños y un par de teléfonos públicos. Realmente no tenía que ir, pero necesitaba un poco de tranquilidad y calma, un poco de tiempo para recuperar la compostura. Era como si todos se estuviesen riendo de él. Era como si todos lo supiesen.
Por supuesto que lo sabían. Peter había oído suficientes alardes de Hans. Cristo, probablemente lo sabían todo sobre cada una de las conquistas de Hans.
Se apoyó en la pared. Una buenorra de Molson le sonrió desde un póster. Había sido un error ir allí.
Pero espera… si los compañeros de Cathy lo sabían, probablemente hacía meses que lo sabían. Habían pasado siglos desde que ella y Hans lo habían hecho por primera vez. Peter intentó recordar la última vez que había estado allí, y la vez anterior. ¿Había habido alguna indicación de que lo sabían? ¿Se estaban comportando de forma diferente esta noche?
No lo sabía. Ahora todo parecía diferente. Todo.
Se sentiría humillado si lo supiesen. Su vida privada invadida. A la vista del público.
Humillado. Degradado.
Cristo, Hobson, no puedes conservar a una mujer, ¿eh?
Maldita sea.
La vida había sido tan simple antes.
Esto había sido un error.
Volvió a la mesa.
Lo soportaría una hora más. Miró el reloj. Sí. Sesenta minutos. Podía soportarlo.
Quizá.
Peter y Cathy caminaron en silencio hasta la puerta de su casa. Peter puso el pulgar en el escáner CEIH, y oyó cómo se abría el mecanismo de cierre. Atravesó la puerta hacia el área de entrada cubierta de ladrillos y se detuvo para quitarse los zapatos. Cuatro pares y medio de los zapatos de Cathy ya estaban alineados frente al armario.
—¿Tienes que hacer eso? —dijo Peter, señalándolos.
—Lo siento —dijo Cathy.
—Me gustaría entrar en mi propia casi sin tropezar todo el tiempo con tus zapatos.
—Lo siento —repitió ella.
—Tienes una zapatera en el dormitorio.
—Los llevaré allí —dijo ella.
Peter colocó sus zapatos en la alfombrilla.
—No ves que yo apile mis zapatos por aquí.
Cathy asintió.
Peter entró en el salón.
—Ordenador… mensajes —gritó.
—Ninguno —dijo una voz sintética.
Se fue al sofá, agarró el mando y se sentó. Encendió la televisión y comenzó a cambiar de canal con el sonido desconectado.
—El pseudointelectual estaba en plena forma esta noche —dijo Peter sarcástico.
—Jonás —dijo Cathy—. Su nombre es Jonás.
—¿Qué cono me importa cómo se llame?
Cathy suspiró, y fue a prepararse algo de té.
Peter sabía que estaba siendo desagradable. No quería comportarse de esa forma. Había esperado que esta noche saliese bien, había esperado que pudiesen continuar con sus vidas, con las cosas tal y como habían sido siempre.
Pero no funcionaría.
Esta noche lo había demostrado.
Nunca más podría relacionarse con los compañeros de Cathy. Incluso sin Hans allí, la visión de aquellas personas le recordaba a Peter lo que ella había hecho… lo que Hans había hecho.
Peter pudo oír el sonido de la cuchara al golpear la porcelana en la cocina cuando Cathy revolvió la leche en el té.
—¿No vas a venir conmigo? —gritó él.
Ella apareció en la puerta que llevaba a la cocina, el rostro impasible.
Peter dejó el mando y la miró. Ella intentaba cooperar, intentaba ser valiente. Él no quería portarse mal con ella. Sólo quería lo que habían tenido antes.
—Lo siento —dijo Peter.
Cathy asintió, herida pero firme.
—Lo sé.
18
La compañía de inteligencia artificial de Sarkar Muhammed se llamaba Mirror Image. Las oficinas estaban situadas en Concord, Ontario, al norte de Metro Toronto. Peter se encontró allí con Sarkar el sábado por la mañana, y Sarkar y é1 subieron al salón de escáner recientemente construido. Originalmente había sido una oficina normal. Había hendiduras en la moqueta donde una vez habían estado los archivadores. También había habido una gran ventana, pero la habían cubierto completamente con madera para evitar que entrase la luz, y las paredes habían sido cubiertas con goma, moldeada en forma de cartones de huevo para absorber el sonido. En el centro de la habitación había una vieja silla de dentista en una base giratoria, y a lo largo de la pared había un banco de trabajo cubierto con un PC, varios osciloscopios, y otros equipos, incluyendo algunas placas de circuito.
Sarkar le indicó a Peter que se sentase en la silla.
—Sólo un poco más arriba —dijo Peter.
Sarkar sonrió.
—Lo vamos a sacar todo por arriba… una grabación completa de todo lo que hay en tu cerebro. —Colocó la cubierta craneal del escáner sobre la cabeza de Peter.
—L'chaim —dijo Peter.
Sarkar aflojó la cinta del casco y le indicó a Peter que se la sujetase bien.
—Segundos fuera —dijo Peter—. Quedan cuatro yardas.
Sarkar le entregó a Peter dos pequeños auriculares. Peter se los puso. Finalmente, Sarkar le dio las gafas de pruebas: gafas especiales que proyectaban señales de vídeo separadas en cada ojo.
—Respira por la nariz —dijo Sarkar—. E intenta tragar lo mínimo. También intenta no toser.
Peter asintió.
—Y no hagas eso —dijo Sarkar—. No asientas. Daré por supuesto que entiendes mis instrucciones sin que me lo digas. —Se fue al banco de trabajo y pulsó algunas teclas en el PC—. En realidad, esto va a ser más complejo de lo que hiciste al grabar la partida de la onda del alma. En ese caso, simplemente buscabas cualquier actividad eléctrica en el cerebro. Pero en este caso, debemos estimular tu cerebro de una miríada de formas, para activar cada red neuronal que contiene… por supuesto, la mayoría de las redes están inactivas la mayor parte del tiempo.
Apretó más teclas.
—Vale, ya estamos grabando. No te preocupes si tienes que moverte para ponerte cómodo en los próximos minutos; de todas formas ése es el tiempo que se necesita para calibrar. —Pasó lo que pareció mucho tiempo realizando diminutos ajustes en los controles—. Ahora, como hemos hablado —dijo Sarkar—, vas a recibir una serie de estímulos. Algunos serán orales; palabras pronunciadas o sonidos grabados. Otros serán visuales: verás imágenes y palabras proyectadas sobre tus ojos. Sé que hablas francés y un poco de español; algunos de los estímulos serán en esas lenguas. Concéntrate en los estímulos, pero no te preocupes si tu mente vagabundea. Si te muestro un árbol y eso te hace pensar en la madera, y la madera te hace pensar en el papel, y el papel te hace pensar en aviones de papel, y los aviones te hacen pensar en la mala comida, está bien. Pero no fuerces las conexiones: éste no es un ejercicio de asociación libre. Sólo queremos mapear las redes neuronales existentes en tu cerebro, y lo que las activa. ¿Listo? No… has asentido de nuevo. Vale, allá vamos.