Un coche blanco de la Policía Metropolitana estaba frente al garaje del 137, y el furgón usado por el equipo médico estaba aparcado ilegalmente en la calle. Sandra caminó hasta la puerta principal. Estaba abierta. Atravesó la entrada y miró. El cuerpo estaba justo allí, tirado. Tenía aspecto de llevar muerto unas doce horas. Sangre reseca en el suelo. Y allí estaba, justo como decía la transcripción. Un caso de mutilación.
Apareció un agente uniformado, un hombre negro que le sacaba a Sandra cabeza y media… toda una hazaña; la habían llamado «Jirafa» en el instituto.
Sandra enseñó la placa.
—Detective Philo —dijo.
El uniformado asintió.
—Pase por la derecha cuando entre, detective —dijo con un fuerte acento jamaicano—. Todavía no han venido los del laboratorio.
Sandra lo hizo así.
—¿Usted es?
—King, señora. Darryl King.
—¿Y el muerto es?
—Hans Larsen. Trabajaba en publicidad.
—¿Quién encontró el cuerpo, Darryl?
—La esposa —dijo él, inclinando la cabeza hacia la parte de atrás de la casa. Sandra pudo ver una mujer bonita que llevaba una blusa roja y una falda de cuero negro—. Está con mi compañero.
—¿Tiene coartada?
—Más o menos —dijo Darryl—. Es administradora asistente en el Scotiabanks en Finch y Yonge, pero uno de los cajeros se puso enfermo, y estuvo en la ventanilla todo el día. Cientos de personas la vieron.
—¿Qué tiene eso de «más o menos»?
—Creo que ha sido un profesional —dijo Darryl—. No hay señales de vacilación. No hay huellas. También ha desaparecido el disco de la cámara de seguridad.
Sandra asintió, luego volvió a mirar a la mujer de rojo y negro.
—Podría ser una mujer celosa quien lo encargara —dijo ella. —Quizá —dijo Darryl, mirando de lado al cadáver—. Simplemente me alegro de caerle bien a mi mujer.
Control, el simulacro sin modificar, soñaba.
Noche. Una manta de nubes en el cielo, pero con las estrellas visibles de alguna forma. Un árbol gigante, doblado y viejo… quizás un roble, quizás un arce; parecía tener los dos tipos de hojas. A un lado quedaban expuestas las raíces, por la erosión…, como si hubiese pasado una gran tormenta o inundación. Todo el árbol parecía en precario, en peligro de caerse.
Peter subió al árbol, agarrando ramas con las manos, subiendo más y más alto. Bajo él, Cathy también subía, el viento hacía volar su falda a su alrededor.
Y abajo, muy bajo, una… una bestia de algún tipo. Un león, quizás. Estaba de pie sobre los cuartos traseros, imponente, con las patas delanteras apoyadas sobre el tronco. Aunque era de noche, Peter podía ver el color de la piel del león. No era exactamente del tono rojizo que esperaba, era más bien rubio.
De pronto el árbol se agitó. El león lo empujaba.
Las ramas se movían. Peter subió más. Abajo, Cathy intentaba coger otra rama, pero estaba demasiado lejos. Demasiado lejos. El árbol se agitó de nuevo y ella se cayó…
Noticias en la red
Bajo el impacto de una serie de desapariciones de jóvenes en el sur de Minnesota, el Minneapolis Star ha revelado hoy que ha recibido un mensaje de correo electrónico supuestamente del asesino, quien dice que todas las víctimas han sido enterradas vivas en ataúdes especiales recubiertos de plomo que son completamente opacos a la radiación electromagnética para evitar que las ondas del alma escapen.
Investigadores en La Haya, Holanda, anunciaron hoy el primer seguimiento con éxito de una onda del alma moviéndose por una habitación después de abandonar el cuerpo de la persona fallecida. «El fenómeno, aunque muy difícil de detectar, parece conservar su cohesión e intensidad a una distancia de al menos tres metros del cuerpo», dijo Maarten Lely, profesor de bioética en el campus local de la Universidad de la Comunidad Europea.
La Sociedad de la Caja de Pandora, con sede en Spokane, Washington, pidió hoy una moratoria mundial en la investigación sobre la onda del alma. «Una vez más —dijo la portavoz Leona Wright—, la ciencia se adentra enloquecida en áreas a las que, en todo caso, sería preciso acercarse con cuidado.»
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La abogada Katarina Koenig de Flushing, Nueva York, anunció hoy una demanda común en nombre de los herederos de los pacientes terminales que hablan muerto en el Hospital Bellevue de Manhattan, afirmando que, a la luz del descubrimiento de la onda del alma, los procedimientos del hospital para determinar cuándo dejar de tratar a los pacientes eran inadecuados. Koenig ganó anteriormente una demanda común contra Consolidated Edison en nombre de los pacientes con cáncer que hablan vivido cerca de líneas eléctricas de alta tensión.
26
En teoría, las nueve en punto era la hora oficial para empezar en Doowap Advertising. En la práctica, eso significaba que un poco después de las nueve la gente empezaba a pensar en hacer algo de trabajo.
Como siempre, Cathy Hobson llegó alrededor de las 8.50. Pero en lugar de las charlas y chistes normales mientras la gente bebía café, hoy todos parecían sombríos. Se movió por el espacio abierto hasta su cubículo y vio que Shannon, la mujer que trabajaba a su lado, había estado llorando.
—¿Qué pasa? —dijo Cathy.
Shannon la miró con los ojos rojos. Suspiró.
—¿Has oído lo de Hans?
Cathy negó con la cabeza.
—Está muerto —dijo Shannon, y comenzó a llorar de nuevo.
Jonás, a quien el marido de Cathy llamaba el pseudointelectual, pasaba por allí.
—¿Qué sucedió? —preguntó Cathy.
Jonás se pasó una mano por el pelo grasiento.
—Han asesinado a Hans.
—¡Asesinado!
—Uh-uh. Un intruso, parece ser.
Toby Bailey se aproximó, aparentemente percibiendo que aquel grupo de trabajadores era más interesante; había alguien que todavía no había oído la historia.
—Eso es —dijo—. ¿Sabes que ayer no se presentó a trabajar? Bien, Nancy Caulfield recibió anoche una llamada de su… iba decir esposa, pero supongo que ahora la palabra es «viuda». En cualquier caso, también salió en el Sun de esta mañana. El funeral será el jueves; todos disponen de tiempo libre para ir, si quieren.
—¿Fue un robo? —preguntó Cathy.
Jonás negó con la cabeza.
—El periódico dice que la policía ha desechado el robo como motivo. Aparentemente no se llevaron nada. Y —el rostro de Jonás mostró un grado de animación poco característico— según fuentes no oficiales, el cuerpo estaba mutilado.
—Oh, Dios —dijo Cathy, aturdida—. ¿Cómo?
—Bien, la policía se niega a hacer comentarios sobre la mutilación. —Jonás adoptó ese aire de sabelotodo que tanto irritaba a Peter—. Incluso si estuviesen dispuestos a hablar sobre eso, sospecho que se guardarían los detalles en secreto para poder distinguir cualquier confesión falsa.
Cathy negó con la cabeza.
—Mutilado —dijo de nuevo, la palabra le parecía extraña.
Ambrotos, el simulacro inmortal, soñaba.
Peter caminaba. Pero había algo extraño en sus pisadas. Estaban de alguna forma apagadas. No era como caminar sobre hierba o barro. Más bien como la superficie de una cancha de tenis. Sólo una sensación cada vez que el pie bajaba; una ligera presión añadida al paso.
Miró abajo. La superficie era de un azul ligero. Miró a su alrededor. El material sobre el que se encontraba se curvaba ligeramente desapareciendo en todas direcciones. No había Cielo. Sólo el vacío, la nada. Continuó caminando lentamente por la superficie curvada y ligeramente elástica.