—¡Eh! —gritó Sarkar—. Son sistemas delicados. Tenga cuidado.
Jorgenson lo ignoró. Se sentó en el taburete y sacó un sobre de vinilo de su cartera. Contenía disquetes, CDs, y tarjetas PCMCIA. Seleccionó una tarjeta que encajase en la unidad de disco de la consola, la insertó y luego le dio a algunas teclas.
Le pantalla del ordenador se puso en blanco, luego se llenó con información de diagnóstico del sistema.
—De lo mejor —dijo Jorgenson impresionado—, quinientos doce gigabytes de RAM, cinco coprocesadores matemáticos en paralelo, arquitectura de bus autorreferencial. —Le dio a la tecla de espacio; apareció otra pantalla—. También es la última revisión de firmware. Bueno.
Salió de su programa y comenzó a listar directorios en la prompt del sistema.
—¿Qué busca? —preguntó Sarkar.
—Cualquier cosa —dijo Sandra, entrando en la habitación—. Todo. —Luego a Jorgenson—: ¿Algún problema?
—No hasta ahora. Él ya estaba conectado, por lo que no tuvimos que romper el fichero de claves.
Sarkar se estaba alejando del grupo en dirección a una consola al otro lado de la habitación; una consola con un micrófono que salía de ella.
—Entrar —dijo Sarkar en voz baja, luego, sin esperar indicación—, nombre Sarkar.
—Hola, Sarkar —dijo el ordenador—. ¿Debo terminar tu otra sesión?
Sandra Philo había aparecido a su espalda, haciendo presión con la parte redondeada de un aturdidor.
—No lo haga —dijo simplemente.
Ella extendió la mano hacia la consola y apagó el interruptor marcado «Entrada de voz».
En ese punto, Kawalski, el agente de enlace de York, apareció en la entrada de la habitación.
—Tienen un sillón de barbero en la parte alta —dijo en general al grupo, luego miró a Sarkar—. ¿Hacen cortes de pelo?
Sarkar negó con la cabeza.
—En realidad es un sillón de dentista.
Jorgenson habló sin levantar la vista.
—Sin duda es una sala de escáner —dijo. Luego le habló a Sarkar—. Disfruté de su artículo en el Journal of AI Studies del mes pasado. Después quiero examinar esa habitación. —Volvió a teclear órdenes en el teclado negro y plateado.
Sarkar parecía exasperado.
—Si simplemente me dijesen qué están buscando…
—Maldición —dijo Jorgenson—. Aquí hay varios bancos encriptados.
Sandra miró a Sarkar.
—¿Cuáles son las claves de desencriptación?
Sarkar, sintiendo quizá que por fin tenía alguna medida de control, dijo:
—Creo que no estoy obligado a decírselas.
Jorgenson se levantó del taburete. Sin una palabra una segunda analista se sentó en él y comenzó a teclear.
—No importa —dijo Jorgenson encogiéndose de hombros—. Valentina estaba en el KGB, cuando existía. No hay mucho que no pueda romper.
Valentina metió una nueva tarjeta en la ranura, y tecleó furiosamente con dos dedos. Después de varios minutos miró a Sarkar con el rostro lleno de decepción. Sarkar se alegró visiblemente; quizás ella no era tan buena como había dicho Jorgenson. Pero luego a Sarkar se le hundió el corazón. La decepción en su rostro era simplemente la de alguien que había esperado un buen desafío y no lo había encontrado.
—¿El algoritmo Hunsacker? —dijo ella con mucho acento, moviendo la cabeza—. Podía haberlo hecho mejor.
Valentina apretó algunas teclas más y la pantalla, que hasta ese momento había estado ocupada con un galimatías, fue ocupada con listados de código fuente en inglés.
Se levantó, y Jorgenson volvió al trabajo. Limpió la pantalla, luego reemplazó la tarjeta de Valentina con otra propia.
—Iniciar búsqueda —dijo.
La pantalla se llenó con múltiples columnas de más o menos doscientos términos en orden alfabético.
—Aquí hay almacenamiento masivo en línea —dijo Jorgenson—, con varios esquemas de compresión. Llevará un rato repasarlo todo. —Se levantó—. Voy a echarle un vistazo a la habitación de escaneado.
Peter tenía una reunión de tarde en el North York General, y en lugar de malgastar la mañana luchando con el teléfono en la oficina, decidió hacer algo de trabajo desde casa. Pero tenía problemas para concentrarse. Sarkar había dicho que hoy tendría listo el virus, pero Peter sentía que él también debería estar haciendo algo. Alrededor de las diez y media, conectó con Mirror Image, esperando ver si podía descubrir cómo los sims se habían escapado.
Después de marcar, usó el comando Who para ver si Sarkar estaba conectado; Peter quería enviarle un hola electrónico. Sí lo estaba. Peter usó entonces What para ver qué actividad estaba realizando Sarkar; si era una tarea en background, probablemente no estaba sentado delante del terminal, y el correo electrónico sería una pérdida de tiempo.
What respondió lo siguiente:
Nodo | Usuario | Inicio conexión | Tarea
002 | Sarkar | 08.14.22 | búsqueda de texto
Bien, una búsqueda de texto podía hacerla en el background o el foreground. Peter tenía acceso como supervisor de nivel elevado en los sistemas de Sarkar. Pidió una visión de la tarea del nodo 002 en su propio monitor. La pantalla se llenó con una lista de términos de búsqueda, y un recuento constantemente actualizado de éxitos. Algunas, como Toronto, tenían cientos de aciertos hasta ahora, pero otras…
Cristo, pensó Peter. Mira eso…
Sarkar estaba buscando «Hobson» y «Pete*» y «Cath*» y…
Peter escribió un mensaje de correo electrónico: «Curioseando, ¿no?» Estaba a punto de enviarlo cuando vio todos los parámetros de búsqueda en la línea de estado: «Busca en todos los sistemas; dentro de cada sistema, busca en todos los almacenamientos en línea o no y en toda la memoria en funcionamiento.»
Una búsqueda como ésa podía llevar horas. Sarkar nunca haría algo así; era demasiado organizado para no tener al menos alguna idea sobre cómo hacer una búsqueda más precisa.
Peter miró a los otros términos de búsqueda.
Oh, mierda.
«Larsen», «Hans», «adulterio», «asunto».
Mierda. Mierda. Mierda.
Nunca Sarkar haría una búsqueda así. Alguien más estaba dentro del sistema.
Nodo 002 era el laboratorio de IA de Mirror Image. Peter giró la silla para encararse con el teléfono y le dio a la tecla para marcar ese número.
El teléfono sonó en el laboratorio de IA.
—¿Puedo contestar? —preguntó Sarkar.
Sandra asintió. Estaba mirando atentamente la pantalla. Muchos éxitos en palabras comunes —«asunto» tenía cuatrocientos hasta ahora— pero ninguno en Hobson o Larsen.
Sarkar atravesó la habitación hasta el videófono y pulsó el botón de Contestar.
El logotipo de Bell Canadá se hizo a un lado. Peter vio el rostro de Sarkar, con aspecto preocupado.
—¿Qué…? —dijo Peter, pero eso fue todo. Al fondo, por encima del hombro de Sarkar, vio el perfil de Sandra Philo. Peter rompió inmediatamente la conexión.
Philo allí, en Mirror Image.
Un registro. Un jodido registro.
Peter miró a la pantalla, conectada al nodo 002. Todavía no había éxitos con «Hobson». Pensó durante un segundo, luego empezó a darle a las teclas. Peter creó una segunda sesión bajo el nombre de Sarkar, usando la clave que le había oído. Luego accedió al subdirectorio de herramientas de diagnóstico y pidió un listado de ficheros. Había cientos de programas, incluyendo uno llamado Textrep. Ése sonaba prometedor. Pidió ayuda sobre él.