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Bien. Exactamente lo que necesitaba. Sintaxis: texto a buscar, nuevo texto, parámetros de búsqueda.

Peter tecleó «Textrep / Hobson / Roddenberry / IA7-IA10»; que quería decir cambia todas la apariciones de «Hobson» por «Roddenberry» en los sistemas de inteligencia artificial del siete al diez.

El programa empezó a trabajar. Era una búsqueda mucho más pequeña —sólo un término— y en un área mucho más limitada de búsqueda: sólo cuatro ordenadores en lugar de los ciento o más que Philo estaba ahora examinando. Con suerte, realizaría todas las substituciones antes de que fuese demasiado tarde…

La consola lanzó un pitido, indicando que la tarea se había completado. Jorgenson había vuelto, sin haber encontrado nada de interés en la sala de escáner. Miró a la pantalla, luego a Sandra. Trece aciertos en Hobson. Sandra señaló el recuento.

—Muéstrelo en contexto —dijo.

Dos apariciones de la palabra en la entrada de un diccionario en línea para «Elección de Hobson».

Un fichero de identificación de usuarios que igualaba a «fobson» con Peter G. Hobson.

Un directorio informático con la dirección del domicilio privado y de empresa de Peter Hobson.

Y nueve referencias más, en su mayoría en notas de copyright a Hobson Monitoring Ltd. como parte de varios elementos de software de escaneado.

Nothing —dijo Jorgenson.

—Tiene cuenta aquí —le dijo Sandra, volviéndose hacia Sarkar.

—¿Quién? —dijo él.

—Peter Hobson.

—Oh, sí. Usamos algunos programas escritos por su compañía.

—¿Nada más?

—Bueno, también es amigo mío. Por eso tengo su dirección personal en mi directorio. —Sarkar puso cara de inocente—. ¿Qué esperaba encontrar?

41

Cathy Hobson estaba agotada. Había sido un largo día en la oficina, luchando con la cuenta de Turismo Ontario. Se detuvo en Miracle Food Mart de camino a casa, pero el idiota que estaba antes que ella había decidido descargar todo su cambio en la caja. A algunas personas, pensó Cathy, habría que obligarlas a usar tarjetas de débito.

Cuando finalmente llegó a casa, apretó el pulgar contra el escáner CEIH, apoyándose en él como si fuese la única cosa que le impedía caer como un ovillo sobre el suelo. El LED verde sobre el escáner parpadeó, el cierre se corrió y la pesada puerta se hizo a un lado. Cathy entró en la casa. La puerta se cerró tras ella y la cerradura volvió a activarse.

—Luces —dijo.

No pasó nada. Se aclaró la garganta y lo intentó de nuevo.

—Luces.

Todavía nada. Suspiró, dejó la bolsa de la compra, y buscó el interruptor manual. Lo encontró, pero las luces siguieron sin encenderse.

Cathy se fue al cuarto de estar. Podía ver el LED del vídeo brillando, por lo que no era falta de corriente; seguramente la bombilla de la entrada se había fundido.

Dijo «luces» una vez más, pero las tres lámparas de mesa de cerámica —lámparas que Cathy había hecho— siguieron apagadas.

Cathy movió la cabeza. Peter estaba constantemente jugando con los controles de la casa, y siempre se necesitaba un tiempo para que todo funcionase correctamente.

Se echó en el sofá, extendió los pies doloridos frente a ella. Un día tan largo… Cerró los ojos, disfrutando de la oscuridad. Después de un momento, recordando la compra, se obligó a ponerse en pie y se dirigió a la entrada. Probó de nuevo el interruptor y decir «luces». Todavía nada. Estaba a punto de inclinarse y recoger las bolsas cuando notó el teléfono en la pequeña mesa del salón. La enorme luz roja adyacente al teclado estaba encendida. Se acercó. El indicador visual decía «Línea en uso».

El teléfono no había sonado.

Y Peter tardaría horas en llegar a casa; esa noche tenía una reunión de la junta del North York General.

A menos…

—¡Peter! —Su grito se repitió ligeramente en el pasillo—. Peter, ¿estás en casa?

No hubo respuesta. Ella cogió el auricular y oyó un silbido de alta frecuencia. Un módem.

Miró de nuevo al indicador visual. «Llamada privada»… una llamada de fuera, pero cualquiera que estuviese usando el módem había pedido la supresión del Indicación de Llamada.

Jesucristo, pensó. Un sim.

Colgó el auricular, luego lo cogió de nuevo, con rapidez, con la esperanza de provocar suficiente ruido en la línea para cortar la conexión.

No funcionó. Peter, por supuesto, tenía lo mejor en módems con corrección de errores, y el sim aparentemente tenía un hardware igualmente bueno.

Fue rápidamente a la puerta principal y apretó el botón de ABRIR que había al lado. No pasó nada. Cogió la manilla manual. La puerta se negó a abrirse. Golpeó el botón manual «En caso de incendio». La puerta todavía estaba atascada. Abrió la puerta del armario de la entrada —ésa, al menos, no tenía mecanismo de cierre— y miró al panel de control de la puerta. Un LED parpadeaba como una gota de sangre al lado de la frase «evitando allanamiento». Normalmente las puertas se abrirían instantáneamente en caso de fuego, pero el detector de incendio negaba que hubiese un fuego, y algún otro detector decía que alguien intentaba entrar desde fuera. Cathy dejó el armario y miró por la mirilla de la puerta. No había nadie allí. Por supuesto.

Intentaba conservar la calma. Había otras puertas, pero el panel principal indicaba que también estaban en modo antientrada. Podía intentar salir por la ventana, pero también estaban cerradas, y el cristal era, por supuesto, el mejor cristal de seguridad que el dinero podía comprar.

La palabra que había estado luchando por no pensar surgió finalmente a la superficie de su conciencia.

Atrapada.

Atrapada en su propia casa.

Pensó en disparar los detectores de humo pero, por supuesto, ni ella ni Peter fumaban, por lo que no había un encendedor en ningún lugar de la casa. Y a Peter no le gustaba el olor de las cerillas o las velas, por lo que tampoco había de eso. Sin embargo, podía prender algún papel en la estufa. Eso podría disparar las alarmas, abriendo las puertas.

Fue apresuradamente a la cocina, cuidando de no tropezar en la oscuridad. En el momento en que entró, sin embargo, supo que tenía problemas. Los relojes digitales en el microondas y el horno estaban apagados. La energía de la cocina había sido desconectada. Había una linterna recargable conectada a una toma de la pared. La sacó de su hueco. Se suponía que se activaba automáticamente cuando se iba la corriente, pero estaba descargada. Cathy comprendió que la cocina debería llevar muchas horas a oscuras, y por tanto la linterna se había agotado. Pero… un zumbido. El refrigerador todavía estaba funcionando. Abrió la puerta y se encendió la luz dentro. Sintió la corriente de aire frío en la cara.

El sim sabía exactamente lo que hacía: el vídeo y el refrigerador estaban todavía activados, pero el horno y el enchufe que recargaba la linterna estaban desconectados. Como era típico en una casa inteligente, cada enchufe tenía su propio circuito y fusible.

Volvió al comedor y se apoyó en el respaldo de una silla.

Intentó conservar la calma… calma, ¡maldición! Pensó en coger un cuchillo de la cocina, pero no tenía sentido: no había ningún intruso físico. La caja de control de los sistemas de la casa estaba en el sótano, y por allí también entraban los cables del teléfono; los cables de corriente y de telecomunicaciones se enterraban por sistema, por miedo a que los cables aéreos sin aislar produjesen cáncer.

Cathy fue hacia las escaleras que llevaban al sótano. Abrió la puerta. Estaba oscuro como el infierno allá abajo; por su quinto aniversario, Peter y Cathy se habían regalado un sistema de cine en casa, así que las persianas de las ventanas del sótano habían sido reemplazadas por cortinas cubiertas de Mylar sobre rieles eléctricos… y las cortinas estaban echadas. Cathy creía que conocía la disposición lo suficientemente bien para encontrar la línea de teléfono entrante incluso en la oscuridad. Pisó el primer escalón…