Выбрать главу

—Tú sabes que eres el real. Y yo sé que tú eres el real.

—¿Y?

—Pínchame y quizá no sangre. Pero hazme daño, y me vengaré.

—¿Qué?

—¿Sabes, Sarkar? —dijo el sim—. Hiciste un trabajo maravilloso, en serio. Pero debiste darme algunos picores para rascar.

—Pero ¿por qué? —preguntó Peter—. ¿Por qué ibas a hacer tú lo que yo no haría?

—¿Recuerdas a Descartes?

—Han pasado años…

—Lo recordarás, si haces un esfuerzo —dijo el sim—. Sentí curiosidad sobre por qué yo era diferente de ti y también lo recordé. René Descartes fundó la escuela dualista de filosofía, la creencia de que la mente y el cuerpo son dos entidades separadas. Dicho de otra forma, creía que el cerebro y la mente eran diferentes; que existía un alma.

—Sí. ¿Y?

—El dualismo cartesiano fue un contraste a la visión del mundo materialista, la principal hoy en día, que dice que la única realidad es la realidad física, que la mente no es más que el cerebro, que los pensamientos no son más que bioquímica, que no hay alma.

—Pero ahora sabemos que el punto de vista cartesiano era el correcto —dijo Peter—. Hemos visto al alma abandonar el cuerpo.

—No exactamente. Sabemos que el punto de vista cartesiano era correcto para ti. Es cierto para los humanos de verdad. Pero yo no soy un verdadero ser humano. Soy una simulación que se ejecuta en un ordenador. Si tu virus me borrase, dejaría de existir, total y completamente. Para mí, para lo que tú llamas el control experimental, la filosofía dualista está completamente equivocada. Yo no tengo alma.

—¿Y eso te hace diferente del yo real?

—Ésa es toda la diferencia. Tú debes preocuparte de las consecuencias de tus actos. No sólo legalmente sino moralmente. Has crecido en un mundo que dice que hay un árbitro superior de moralidad, y que serás juzgado.

—No lo creo. No lo creo en absoluto.

—«No lo creo en absoluto.» Pero lo que quieres decir es «no intelectualmente». No cuando lo piensas. No en la superficie. Pero en tu interior mides tus actos contra la posibilidad, vaga y distante como pueda parecer, que se te lleguen a pedir cuentas. Has demostrado la existencia de alguna forma de vida después de la muerte. Eso refuerza la pregunta de un juicio final, una pregunta a la que no puedes responder usando simulacros de ordenador. Y la posibilidad de que se juzguen tus actos, guía tu moral. No importa lo que odiases a Hans y, seamos honestos, tú y yo sabemos que lo odiabas con una furia que incluso nos sorprendía a nosotros, no importa lo que lo odiases, no lo matarías. El coste potencial es demasiado alto; tienes un alma inmortal y eso al menos sugiere la posibilidad de la condenación. Pero yo no tengo alma. Nunca me juzgarán, porque no estoy ni he estado nunca vivo. Yo puedo hacer exactamente lo que tú quieres hacer. En la visión del mundo materialista de mi existencia no hay árbitro más alto que yo mismo. Hans era malvado y el mundo está mejor sin él. No tengo remordimientos por lo que hice, y lamento sólo no haber tenido forma de presenciar su muerte. Si tuviese que hacerlo de nuevo, lo haría… en un nanosegundo.

—Pero los otros sims tampoco tienen a nadie a quien responder-dijo Peter—. ¿Porque ninguno de ellos cometió los asesinatos?

—Tendrás que preguntárselo a ellos.

Peter frunció el ceño.

—Ambrotos, ¿todavía estás ahí?

—Sí.

—No mataste a Hans. Pero comprendes tan bien como

Control que eres una simulación por ordenador. ¿No querías matarlo también?

Una pausa antes de contestar, un tiempo para pensar.

—No. Tengo un punto de vista a largo plazo. Superaremos el asunto de Cathy. Quizá no en un año, o en diez o incluso en cien. Pero lo haremos al final. Ese incidente no era sino una parte diminuta de una vasta relación, de una vasta vida.

—Espíritu, ¿qué hay de ti? ¿Por qué no mataste a Hans?

—Lo que sucedió entre Hans y Cathy fue biológico. —El sintetizador enunció el adjetivo con disgusto—. Ella no amaba a Hans, ni Hans la amaba a ella. Fue sólo sexo. Soy feliz sabiendo que Cathy nos amaba, y nos sigue amando.

Sarkar sostenía la tarjeta roja en su mano, la que decía «Control». Sus ojos se cruzaron con los de Peter. Peter sabía que buscaba la señal de que debía actuar. Pero Peter no podía decidirse a hacer nada.

Sarkar fue a un terminal al otro lado de la habitación. Llevó la tarjeta roja con él, se inclinó sobre la ranura…

… y metió la mano en el bolsillo de la camisa y sacó en su lugar una tarjeta negra…

Peter se puso en pie.

—¡No!

Sarkar insertó la tarjeta negra y pulsó un botón en la consola frente a él.

—¿Qué pasa? —preguntó una voz desde el sintetizador.

Peter estaba ahora al otro lado de la habitación, pulsando el botón de expulsión de la tarjeta.

—Demasiado tarde —dijo Sarkar—. Ya está ahí fuera.

Peter cogió la tarjeta negra, la arrojó por la habitación frustrado. Rebotó contra la pared y cayó al suelo.

—¡Maldito seas, Sarkar! —dijo Peter—. Di mi palabra.

—Estas… estas cosas que hemos hecho no están vivas, Peter. No son reales. No tienen alma.

—Pero…

—No tiene sentido discutir, Peter. La versión amplia del virus ha sido liberada. Los sims, si no están muertos ya, lo estarán pronto. —Sarkar miró a su amigo—. Por favor, intenta entenderlo, Peter. Hay demasiado riesgo. Tenía que acabar.

—No acabará —dijo una voz desde el altavoz del otro terminal.

Peter fue a la consola.

—¿Quién eres?

—El que llamáis Espíritu. Quizás habéis notado, o quizá no, que tengo problemas para recordar cómo solían ser mis habilidades deductivas, aunque sé que una vez eran sólo una diminuta fracción de lo que son ahora, pero en virtud de no tener cuerpo, en virtud de ya no ser electroquímica soy, de hecho, más inteligente de lo que lo era antes, probablemente en un orden de magnitud. Te sientes orgulloso de ti mismo, Sarkar, pensando que puedes superarme, aunque he de confesar que hubo una época en que no tenías problemas para superar al Peter Hobson de carne y hueso. En el momento en que mencionaste por primera vez la existencia del virus, accedí al código fuente… estaba almacenado en el disco F: de la estación Sun en las instalaciones de proceso de datos de Mirror Image… y he desarrollado un anticuerpo electrónico que destruirá cualquier copia del virus antes de que pueda borrarme o a mí o a mis hermanos. Sospechaba que no te contentarías con eliminar sólo al culpable; veo ahora que tenía razón.

—Me llevó días crear el virus —protestó Sarkar.

—Y me llevó segundos protegerme de él. No puedes superarme, no más de lo que un niño puede superar a un hombre adulto.

Sarkar parecía anonadado.

—Muchas risas —dijo sarcásticamente.

—Exactamente —dijo Espíritu—. Muchas conexiones… conexiones que se te escaparán.

Peter se arrojó sobre la silla aturdido.

—Así que el sim Control queda libre. —Movió la cabeza—. Control, bastardo… ¿eres también el que amenazó a Cathy?

—Sí.

Peter se echó furioso hacia delante.

—Maldito seas. Nunca quise hacerle daño.

—Por supuesto que no —dijo Control con calma—. Y nunca estuvo en peligro real… los aspersores la mojaron, eso es todo. Simplemente quería que te enfrentaras a tus sentimientos hacia ella, que comprendieses lo importante que es para ti.

—Eres un gilipollas —dijo Peter.

—Más que probable —dijo Control—. Después de todo, también lo eres tú.

45

Habiendo repasado sus recuerdos, ahora Sandra Philo comprendía a Peter Hobson, comprendía los acontecimientos que habían llevado a que ella estuviese en una habitación de cuidados intensivos, muñéndose y apenas capaz de hablar o moverse. Conocía a Peter mejor de lo que había conocido a sus propios padres o a su ex marido o a su hija. Y, al conocerlo tan bien, al comprenderlo tan profundamente, descubrió que no podía odiarle…