– ¿Y a qué te dedicas? -le preguntó la mujer. Se llamaba Joanne y era arquitecta.
– Soy investigador privado.
– ¡Estás bromeando!
– No, ahora mismo estoy intentando encontrar a una persona desaparecida -no podría dejar el país hasta que hubiera encontrado y neutralizado a su hermano.
– Es fascinante, absolutamente fascinante.
Lo miraba con tanta admiración que Jason se alegró de haberse hecho pasar por detective. Donde fuera que terminara, tendría que hacerse una documentación nueva. Pensó en el nombre que figuraba en su pasaporte, Francis Dixon. Sí.
Frank Dixon, detective privado. A las chicas les encantaría.
– ¿Por qué elegiste ese trabajo? -le preguntó Joanne.
– Mi esposa… -musitó Jason, con fingida tristeza-, mi esposa murió asesinada -y era cierto. Aunque había sido él quien la había matado.
– Oh, cuánto lo siento -alargó la mano hacia él.
– Supongo que no necesito decir que la experiencia fue desoladora. Por eso ahora estoy… comprometido con la justicia.
– ¿Y cómo es el trabajo de un detective? ¿Es como aparece en la televisión? Supongo que también implica mucho trabajo de ordenador y papeleo.
– A veces. Pero, sobre todo, consiste en hacerle a las personas indicadas las preguntas oportunas. El hombre al que estoy buscando estaba alojado en un hotel de Red Rock, pero lo dejó hace un par de semanas.
A Jason le fastidiaba sobremanera no haber considerado la posibilidad de que Emmett dejara la zona del rancho.
– ¿Y qué estás haciendo para intentar localizarlo?
– En cuanto supe que mi objetivo había desaparecido del hotel, llamé para preguntar si había dejado alguna dirección.
– ¿Y pueden proporcionarte esa clase de información por teléfono?-Joanne parecía encontrarlo escandaloso.
– Les dije que necesitaba enviarle algo desde Washington de gran importancia.
– ¿Entonces ahora sabes dónde está?
– Me temo que las cosas no son tan fáciles. Dejó una dirección, pero resultó ser la de una empresa.
Una empresa que Jason conocía muy bien. Las oficinas de Fortune TX. Meses atrás, Jason trabajaba en ese mismo edificio y pensaba utilizar su puesto para arruinar a Ryan.
– Así que era una estratagema.
– No, en realidad tiene relación con esa empresa, así que supongo que en algún momento aparecerá por allí. Está en San Antonio y yo también, así que lo encontraré.
Emmett despertó de un profundo sueño. Le resultaba extraño, porque él tenía un sueño muy ligero. Abrió los ojos y advirtió dos hechos inusuales al mismo tiempo: la luz que indicaba que era bien entrada la mañana y la sonrisa que se descubrió en el rostro.
Lo segundo lo aterró. Se pasó las manos por la cara para borrar aquella expresión mientras se acordaba de lo que había estado haciendo la noche anterior. Había disfrutado de una magnífica noche de sexo. Pero tenía que tener cuidado de que Linda no se llevara una idea equivocada.
El bulto que había a su lado bajo las sábanas se movió y aterrizó una mano en su pecho desnudo. Inmediatamente, el bulto se quedó paralizado y comenzó a palparlo, como si estuviera intentando adivinar lo que estaba tocando. La sábana resbaló de la cabeza de Linda y ésta se quedó mirando fijamente a Emmett, con el pelo convertido en un amasijo de oro. Sin saber muy bien por qué, Emmett volvió a sonreír.
– Para refrescarte la memoria -le dijo Emmett al ver su expresión de aturdimiento-. Nosotros… eh… -¿cómo definirlo sin utilizar una palabra que podía inducir a error, como amor, u otra tan burda como sexo?-, ahora también nos conocemos físicamente.
Linda se aferró al borde de las sábanas.
– ¿Físicamente?
Las ganas de sonreír desaparecieron. Emmett no podía ver la expresión de Linda y no estaba seguro de lo que quería que sintiera. Que se sintiera satisfecha, por supuesto. Pero, más allá de eso, no sabía nada. No debería haberle contado tantas cosas sobre sí mismo durante las horas oscuras del amanecer. Posiblemente, Linda se sentiría inclinada a cargar de significado lo que habían hecho después de aquellas revelaciones.
La vio sentarse en la cama, aferrada a las sábanas y con la boca entreabierta. Y se preparó para el comentario que pudiera hacer a continuación.
– ¿Eso significa que tú harás el café mientras yo me ducho?
Emmett se dirigió a la cocina sacudiendo la cabeza. Estaba sonriendo otra vez, maldita fuera. Allí estaba él, preparándose un discurso sobre la falta de futuro en su relación y Linda demandaba de pronto su dosis de cafeína. Lily Fortune tenía razón. Al parecer, no estaba interesada en ningún tipo de relación permanente.
A los treinta minutos de haberse levantado, la mañana transcurría como todas las que hasta entonces había pasado en la casa; estaban los dos sentados a la mesa de la cocina, saboreando el café y compartiendo el periódico. Emmett se decía a sí mismo que se alegraba, por supuesto, pero, de alguna manera, le resultaba extraño. Aunque quizá fuera porque era la primera vez que desayunaba con una mujer con la que había tenido una aventura de una noche.
Se aferró con fuerza al periódico. ¿Era eso lo que Linda esperaba de él? ¿Una aventura de una noche? La oyó suspirar y alzó la mirada hacia ella.
– ¿Por qué suspiras? ¿En qué estás pensando?
– En el futuro.
A Emmett le dio un vuelco el corazón. Se aclaró la garganta.
– ¿Y qué piensas sobre el futuro?
– Estaba pensando en mi futuro empleo.
Emmett parpadeó. Linda había vuelto a sorprenderlo. Bebió un sorbo de café y desvió la mirada hacia la sección del periódico que estaba leyendo Linda: anuncios clasificados.
– ¿No buscan agentes secretos contables? -le preguntó-. No sabía que tuvieras tantas ganas de retomar tu trabajo.
– Mi antigua carrera profesional terminó. Hay muchas razones por las que no me dejarían regresar al Departamento del Tesoro. La primera y la más importante, que demostré una falta absoluta de criterio al enamorarme de Cameron Fortune.
Emmett bebió un sorbo de café, intentando disimular su reacción ante la mención de Cameron. Odiaba a aquel hombre con todas sus fuerzas. Ryan le había hablado de la clase de hombre que había sido y estaba convencido de que Cameron había seducido a Linda haciendo uso de una experiencia para la que ella no estaba preparada.
– Tampoco a mí me hace mucha gracia la idea de que vuelvas a trabajar allí -se oyó decir a sí mismo.
Linda lo miró estupefacta.
– Por Ricky -contestó, intentando explicárselo también a sí mismo.
– Sí, tienes razón, por supuesto. Ahora tengo un hijo pequeño, una responsabilidad que tomarme en serio. Tengo que conseguir un trabajo que no ponga mi salud en riesgo y me permita estar disponible para Ricky cuando él me necesite -volvió a fruncir el ceño-, si es que me necesita.
La tristeza de su rostro tuvo un efecto inmediato en el pecho de Emmett.
– Espero no estar metiéndome en un terreno demasiado personal, pero tengo entendido que Ryan te ha dejado en una situación económica que te permitiría vivir sin trabajar.
Quizá sí fuera un terreno demasiado personal, porque la vio fruncir el ceño y mirarlo con los ojos entrecerrados.
– Espero que no te lo tomes como algo demasiado personal, pero creo que también a ti Ryan te dejó una buena cantidad de dinero, y no te he oído decir que vayas a pasarte el resto de tu vida descansando.
– Yo… la verdad es que no creo que vuelva al FBI -era la primera vez que lo pensaba. ¿No iba a volver al FBI?
– ¿Por qué?
No tenía ni idea. ¿Por qué no iba a volver al FBI?
– Cuando trabajas para el FBI, tienes que tener esperanza -dijo lentamente-. Yo la he perdido. Y tienes que preocuparte por los demás. Y yo ya no creo que pueda preocuparme por nadie.