Ricky le tendió el teléfono sonriendo.
– Dice que no sólo no sabías deletrear, sino que tampoco hacías muy bien las camas.
– Dame eso -le quitó el teléfono-. Mamá, no deberías contar mis secretos.
Su madre estaba riendo otra vez.
– Es encantador, Emmett. Y tendré que esmerarme con la tarta de melocotón. Hace años que no la hago.
– A Ricky ya se le está haciendo la boca agua.
– ¿Y Linda? ¿Cuál es su tarta preferida?
Emmett deslizó la mirada por su melena.
– La de manzana. Linda es una chica de tarta de manzana.
– Yo pensaba que habías dicho que era una mujer -replicó su madre entre risas-. Estoy deseando conocerla a ella también.
La llamada terminó con unas cuantas promesas y grandes dosis de buen humor. Emmett se guardó el teléfono y se descubrió a sí mismo canturreando.
Aprovechando el buen humor, llamó a su primo Collin y quedó para comer con él en Red Rock. Decidieron almorzar en el Emma's, un café situado en la plaza de la localidad. Típico de ambos, llegaron al mismo tiempo al aparcamiento; veinte minutos antes.
Emmett le estrechó la mano con firmeza a su primo.
– Me alegro de verte, primo.
– ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi primo, ese hombre de corazón de hielo?
– Cierra el pico.
– En serio. El Emmett al que yo conozco no había vuelto a sonreír desde que me ganó en una pelea cuando tenía diez años.
– ¿Todavía lo recuerdas?-preguntó Emmett sin dejar de sonreír.
– Sí, pero después crecí varios centímetros y el verano siguiente estuve pateándote el trasero cada vez que tenía una oportunidad.
Se sentaron a una de las mesas de la terraza del restaurante. En cuanto les sirvieron el té frío, Emmett le dijo a su primo:
– Hoy he hablado con mi madre.
– Me alegro. Necesita que la llames más a menudo.
– Lo sé. Y está considerando la posibilidad de venir a la reunión que está organizando Lily. Y traerá unas tartas, una de melocotón para Ricky y otra de manzana para Linda.
– Así que tartas, ¿eh? Tartas para Ricky y para Linda. Suena todo muy familiar.
Les sirvieron las hamburguesas completas que habían pedido. Collin fue el primero en hablar mientras Emmett se llevaba una patata a la boca.
– ¿Hasta qué punto es familiar la relación?
Emmett dejó la patata para beber un gran sorbo de té.
– ¿Qué tal está mi estudiante de Medicina favorita?
– No vas a conseguir distraerme hablando de Lucy, amigo.
– Bueno, pues quizá esté siendo una situación muy familiar. O, por lo menos, hacia allí va.
– Estás bromeando.
– No. A lo mejor. No estoy seguro. Ella tiene algo que…
Collin le dio una palmada en el muslo y sonrió de oreja a oreja.
– ¡Aja! ¡Me temo que has caído!
– ¿Nunca te han dicho que no está bien burlarse de los demás? Creo que a mí no me viste reírme de ti cuando estabas haciendo el ridículo con Lucy. Además, yo no estoy enamorado de Linda. Yo no voy tan lejos -tomó el bote de ketchup.
Él era su protector y había una fuerte atracción sexual entre ellos. Era natural que pensara en la posibilidad de prolongar aquella situación durante algún tiempo. Pero ni siquiera podía pensar en la palabra matrimonio. No, todavía no.
– Muy bien, así que es una relación muy familiar, pero no hay amor.
– Estoy empezando a arrepentirme de haberte invitado a comer.
– ¿Por qué lo has hecho, por cierto?
Emmett miró a Collin a los ojos.
– Deberíamos hablar de Jason.
– ¿Se sabe algo nuevo?
– No ha habido más noticias después de que me llamara hace quince días.
Collin, agente especial de la CÍA, tenía un talento especial para comprender el funcionamiento de la mente retorcida de un asesino.
– ¿Crees que se habrá marchado?
– Vuelve a contarme lo que te dijo en esa llamada -le pidió Collin.
– Parecía molestarle que yo hubiera aparecido en el testamento de Ryan. Me preguntó que por qué había tenido que recibir yo dinero de los Fortune cuando él llevaba tanto tiempo trabajando para recuperarlo. Después me dijo que me mantuviera vigilante porque iba detrás de mí -miró fijamente a su primo-. Jason no ha abandonado esta zona del país, ¿verdad?
– Tú tienes tanta experiencia como yo en este tipo de casos.
Emmett movió los hombros, como si quisiera desprenderse de la pesada carga que llevaba sobre ellos.
– Te juro que lo atraparé. Le prometí a Ryan que atraparía a mi hermano, pero no estoy haciendo muchos progresos.
– Lo único que Ryan te hizo prometerle fue que cuidarías a Linda y a su hijo, y lo estás haciendo.
– Aun así… ninguno de nosotros será completamente libre hasta que metamos a Jason entre rejas. Mi madre ha dicho que vendrá a la reunión que está organizando Lily, pero tanto tú como yo sabemos que no lo hará si Jason continúa libre. Y mi padre… sé que cada día se siente más culpable.
– ¿Y tú, Emmett? ¿Cómo te sientes tú?
– Como si no hubiera hecho nunca lo suficiente. Como si debiera haberme imaginado lo que iba a pasar desde que éramos niños. Jason odiaba a Christopher, odiaba todo lo que tenía que ver con él.
– Nadie podía predecir que Jason iba a convertirse en un asesino.
– Lo sé, y aun así, no puedo dejar de pensar que debería haberlo hecho. Quizá por eso piense que puedo terminar con esta situación deteniéndolo.
– Ésa es una labor del FBI.
– Yo soy del FBI.
– Ahora mismo estás de permiso y, además, nadie está obligado a buscar a un miembro de su familia.
– Hace un par de meses, tanto tú como yo estábamos haciendo eso exactamente -le recordó Emmett-. ¿Debería pedirte disculpas por haberte arrastrado a esto?
– Diablos, no -Collin le dirigió una sonrisa-. Gracias a eso conocí a Lucy, ¿recuerdas? Pero ambos sabemos que Jason no tiene escrúpulos. Es capaz de hacer cualquier cosa, y no quiero que te haga ningún daño.
– No podrá conmigo.
– ¿Y qué me dices de Linda y de Ricky?
– He pensado en ellos desde el primer momento, pero mi hermano no tiene ningún motivo para saber de su existencia, ni para saber que estoy en casa de los Armstrong. De todas formas, estoy tomando precauciones. Jamás he vuelto a su casa sin haberme asegurado antes de que no me seguían.
Pero el miedo comenzaba a envolverlo, asfixiando el optimismo de aquella mañana.
– Debería ponerle freno a todo esto -musitó.
– ¿Te refieres a Linda?
– Jason se cierne sobre mí como una nube oscura. Y no sé si tengo derecho a acercarme a una mujer conociendo tanto dolor como he conocido.
– Lo único que yo sé es que me gusta verte hablar de tu madre, y de tartas, y de ambientes familiares en los que incluyes a una mujer y a su hijo.
– Podré ser ese hombre otra vez en cuanto atrape a Jason.
– Y hasta entonces, ¿te vas a quedar esperando a que aparezca?
– Por supuesto que no. Voy a buscar la manera de hacerle aparecer.
Collin asintió lentamente.
– Sabiendo lo que sabemos sobre tu hermano, eso podría funcionar. No puedes ser demasiado obvio, por supuesto. Pero si consigues cierta publicidad que tenga que ver con tu herencia, o con una buena obra con la que estés relacionado, por ejemplo, seguro que conseguiríamos sacarlo de su escondite.
Emmett tamborileó con los dedos en la mesa.
– Una buena obra… la herencia…
– ¿Se te ocurre algo?
– Se me está ocurriendo algo brillante -Emmett se terminó el té de un solo trago.
– ¿Y qué piensas hacer con ella?
– ¿Con quién?
– ¡Con Linda! ¿Acaso te has olvidado ya de ella?
No, no había podido olvidar a Linda ni medio segundo.
Pero procuraba mantenerla en un segundo plano, y allí la mantendría hasta que hubiera encontrado a Jason. No habría promesas sobre el futuro todavía. No habría más besos ni mañanas cálidas hasta que su hermano estuviera entre rejas.