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– La mala noticia es que tienes razón, puede ser aterrador -le dijo Nan con una sonrisa-. Y la buena noticia es que el amor es algo que no se puede elegir.

– ¿Ésa es la buena noticia?

– Le quita angustia a la situación, ¿no crees? Si estás destinada al amor, entonces posiblemente puedas llegar a acostumbrarte a él.

¿Destinada al amor? ¿Dónde encajaba el destino en todo aquello? En alguna parte tendría que encajar, se dijo. Una mujer que había recobrado milagrosamente la conciencia tenía que creer en algo que estaba más allá de sí misma.

En ese momento sonó el teléfono.

– Yo contestaré -le dijo Nan a la cocinera.

Se levantó hacia el teléfono inalámbrico que había encima del mostrador.

– Oh, no…

La angustia que reflejaba la voz de Nan sobresaltó a Linda. Se volvió bruscamente hacia ella, intentando descifrar su expresión.

– ¿En qué hospital?-le oyó preguntar entonces.

¿Hospital? Aquella palabra se le clavó en el corazón.

– ¿Está consciente?

¿A quién se refería? ¿A Ricky? Intentó decir su nombre en voz alta, pero tenía la boca seca, le pesaba la lengua. ¿Le habría ocurrido algo a Ricky? No, no. Miró fijamente a Nan, paralizada por un sentimiento hasta entonces desconocido para ella.

Nan terminó la llamada y colgó el auricular. Linda la miró fijamente, desesperada por oír la noticia.

– Es el hermano de Dean, ha tenido un accidente.

– Oh, lo siento -se llevó la mano al corazón-, ¿qué ha pasado?

– Creen que se ha roto la pierna y que tiene el bazo perforado, pero todavía están haciéndole pruebas. Su esposa quiere que Dean y yo vayamos al hospital.

– Por supuesto -dijo Linda, levantándose de la mesa-. ¿Puedo hacer algo por ti?

– Viven en Utah, tendremos que estar varios días fuera -la miró a los ojos-. ¿Podría quedarse Ricky contigo hasta que volvamos?

– Por supuesto.

Fue una respuesta automática. Era lo que tenía que decir. Pero el corazón volvía a latir con fuerza en su pecho. Si Ricky se quedaba con ella y con Emmett en la casa de invitados… podría ver hasta qué punto podía ser una madre. Y vería si Emmett, Ricky y ella podrían formar una familia.

No estaría a solas con Emmett, y eso le daría tiempo para pensar si debía decirle realmente lo que pensaba sobre su plan para atrapar a su hermano… Era extraño que pudiera estar tan nerviosa y tan aliviada al mismo tiempo…

Jason buscaba lugares cada vez más alejados para tomar el primer café de la mañana. Entró en una pequeña cafetería, pidió un café y se dirigió hacia las mesas. Todas ellas estaban ocupadas, pero teniendo en cuenta las largas horas que iba a pasar a solas en el coche, optó por compartir una de ellas.

El hombre que estaba a su lado estaba leyendo la sección de noticias locales del San Antonio Express-News. Jason dio un sorbo a su café, miró de reojo y se atragantó. En la portada aparecía la fotografía de Emmett. Y la de Ryan Fortune. Las dos personas a las que más odiaba en el mundo.

Se removió en su asiento e intentó leer el texto que aparecía bajo la foto, pero sólo podía distinguir algunas palabras sueltas como «Lily Fortune», «agente federal» o «fundación».

Le sorprendió que el nombre de su hermano apareciera asociado al de su trabajo como agente. ¿Qué clase de agente federal podía ser Emmett? Emmett no había sabido encontrarlo. No sería capaz de encontrar ni su propio trasero.

Orgulloso de sí mismo, se reclinó en el asiento y bebió un sorbo de café. Fuera lo que fuera lo que dijera el artículo, el futuro no cambiaba: iba a acabar con Emmett.

Pero aun así, le picaba la curiosidad. Entrecerró los ojos y volvió a fijar la mirada en el artículo, pero el tipo que sostenía el ejemplar lo miró por encima de sus páginas.

– Lo siento -le dijo Jason sin arredrarse-. Estaba intrigado por ese artículo, ¿dice algo de la familia Fortune?

El hombre dobló el periódico por el artículo en cuestión.

– Sí, la viuda de Ryan Fortune y algunos de sus parientes van a crear una fundación en su nombre.

– ¿Una fundación benéfica? Debe de ser maravilloso tener tanto dinero.

– Son buena gente -respondió el otro hombre-. Compraron los uniformes de la banda de música del pueblo y los instrumentos para los niños.

¡Con todo el dinero que le habían robado a su abuelo! ¡Con todo el dinero que le habían robado a él!

– ¿Y quién va a dirigir esa fundación?-preguntó Jason, a pesar de que ya conocía la respuesta.

– Emmett Jamison. Al parecer tiene alguna relación con los Fortune.

– Ah -Jason asintió-. ¿Y habla el artículo de dónde está viviendo Emmett?

El hombre se encogió de hombros mientras leía.

– Parece que no dice nada al respecto -le ofreció el periódico-. ¿Lo quiere?

– Sí, gracias.

Observó al otro hombre cruzar las puertas del café antes de concentrarse en el artículo. Efectivamente, no hacía ninguna mención a la residencia de su hermano. Jason bajó la mirada hacia la fotografía.

– Maldita sea -musitó.

Tampoco la fotografía le ofrecía ninguna información. Emmett permanecía con la mano apoyada en una barandilla de madera. Lo único que podía resultar especial era la mitad de un caballo de tiovivo que aparecía en el porche.

Tamborileó con los dedos sobre la página. El detective Jason tenía que llevar a cabo una investigación.

Era una mujer la que atendía la sección de anuncios clasificados del periódico. Jason se acercó a ella y sonrió para sí.

– ¿Puedo ayudarlo en algo?-le preguntó.

– Eso espero -le dirigió una enorme sonrisa-. Felicíteme. Acabo de tener una hija. Bueno, no yo, por supuesto, la ha tenido mi mujer.

– Oh, es magnífico, felicidades.

Miró rápidamente tras ella y vio la placa que había sobre su mesa, en la que aparecía su nombre.

– Es perfecta, se llama Catherine.

– ¡Como yo!

– ¡No me diga! Estamos pensando en la manera de abreviarlo…

– Katie, así es como me han llamado a mí desde que salí del hospital.

– Katie -repitió Jason-. Sí, me gusta cómo suena, Katie -buscó en el bolsillo y sacó un cigarrillo de chicle-. Tome, para celebrar el nacimiento de Katie.

La mujer le dirigió una sonrisa de oreja a oreja.

– Gracias. Ahora dígame, ¿qué puedo hacer por usted?

– Verá, después de esta noche, me he dado cuenta de la grandeza que supone dar a luz, algo que yo jamás podré hacer y que me hace admirar profundamente a todas las mujeres. Así que quiero ofrecerle a mi esposa un regalo muy especial.

– ¿Algo que ha visto en la sección de clasificados?

Jason miró a su alrededor, como si no supiera en qué departamento había entrado.

– No sabía que…

– Bueno, aun así es posible que pueda ayudarlo. ¿Es algo que haya visto en alguno de nuestros anuncios?

– No, en realidad es una de las fotografías que acompaña este artículo -sacó la hoja del periódico del bolsillo y la dejó en el mostrador-. Mi esposa vio este caballito de tiovivo y decidió que quería tener uno para Katie. Me gustaría que me dijera dónde se sacó esta foto para poder pedirle a sus propietarios que me lo vendan o, si no quieren, que me digan cómo puedo conseguirlo.

– Se supone que no podemos dar esa clase de información, pero puedo llamar a un amigo mío que trabaja en la redacción -bajó la voz-. Pero no le diga a nadie cómo ha conseguido esta información.

– No se preocupe, ya inventaré algo.

Capítulo 12

Hoy es jueves.

Emmett está en su cama y Ricky ha dormido en su habitación.

Tengo que levantarme, hacer el desayuno y llevar a Ricky al colegio.

Y hablar con Emmett de su plan para atrapar a Jason.

Linda llamó suavemente a la habitación de Emmett de camino a la cocina.