Don Juan dijo que el nagual Sebastián le puso un apodo a aquel hombre sin nombre, le llamó "el inquilino", porque llegaron a un acuerdo según el cual el hombre recibía energía, es decir, alojamiento, y pagaba la renta en forma de favores y conocimientos.
– ¿Nunca le fue mal en el intercambio a algún nagual? -pregunté.
– A ningún nagual le fue mal en el intercambio de energía con él -contestó-. La promesa del hombre era que sólo le quitaría al nagual un poco de energía superflua y a cambio le enseñaría extraordinarias habilidades. Por ejemplo, el nagual Julián recibió el paso de poder. Con el podía activar o adormecer las emanaciones interiores de su capullo para verse joven o viejo, a voluntad.
Don Juan explicó que en general, los desafiantes de la muerte llegaron al grado de adormecer todas las emanaciones interiores de sus capullos, salvo aquellas que correspondían a las emanaciones de los aliados. De esta forma, pudieron imitar a los aliados.
Agregó don Juan que cada uno de los desafiantes de la muerte que encontramos en la roca había movido su punto de encaje a un sitio preciso dentro de su capullo, para acentuar las emanaciones compartidas con los aliados y actuar con ellos. Sin embargo, ninguno de esos videntes fue capaz de regresarlo a su posición cotidiana para actuar con la gente. Por otra parte, el inquilino era capaz de mover su punto de encaje para alinear el mundo cotidiano y actuar como si nunca hubiera pasado nada.
Don Juan dijo también que su benefactor estaba convencido, y que él estaba completamente de acuerdo con su benefactor, de que lo que ocurre durante el préstamo de energía es que el brujo antiguo mueve el punto de encaje del nagual para acentuar las emanaciones del aliado que existen dentro del capullo del nagual. Y luego utiliza la gran descarga de energía producida por esas emanaciones que repentinamente quedan alineadas, después de estar tan profundamente adormecidas.
Dijo que la energía encerrada en nosotros, en las emanaciones adormecidas, tiene una fuerza tremenda y un alcance incalculable. Sólo podemos apreciar vagamente el alcance de esa tremenda fuerza, si consideramos que la energía requerida para percibir y actuar en el mundo cotidiano es producto del alineamiento de ni siquiera la décima parte de las emanaciones encerradas en el capullo del hombre.
– Lo que ocurre en el momento de la muerte es que toda esa energía es liberada a la vez -continuó-. En ese momento los seres humanos se ven inundados por la fuerza más inconcebible. No es la fuerza rodante que ha roto sus aberturas, porque esa fuerza jamás penetra al interior de capullo; sólo lo hace desplomarse. Lo que los inunda es la fuerza de todas las emanaciones que repentinamente quedan alineadas después de estar adormecidas durante toda una vida. No hay otra salida para una fuerza tan gigante, sino escapar a través de la abertura rota. Esa es la muerte.
Añadió que el brujo antiguo encontró una manera de utilizar esa energía. Al alinear un espectro limitado y muy específico de las emanaciones adormecidas, el antiguo vidente tenía acceso a una descarga limitada pero gigantesca.
– ¿Cómo cree usted que saca esa energía? -pregunté.
– Rompiendo la abertura del nagual -contestó-. Mueve el punto de encaje del nagual hasta que la abertura se abre un poco. Cuando la energía de esas emanaciones recientemente alineadas es liberada a través de esa abertura, la toma a través de su propia abertura.
– ¿Por qué está haciendo todo eso ese antiguo vidente? -pregunté.
– Mi opinión es que está atrapado en un círculo que no puede romper -contestó-. Nosotros llegamos a un acuerdo con él. Hace lo mejor que puede por respetarlo, y nosotros también. No podemos juzgarlo, pero tenemos que saber que su camino no lleva a la libertad. Él lo sabe, y también sabe que no puede cambiarlo; está atrapado en una situación de su propia hechura. Lo único que puede hacer es prolongar lo más que pueda su vida y conciencia de hombre y aliado.
XVI. EL MOLDE DEL HOMBRE
Después del almuerzo, don Juan y yo nos sentamos a hablar. Comenzó sin preámbulo alguno. Anunció que habíamos llegado al final de su explicación. Dijo que ya había discutido conmigo todas las verdades del estar consciente de ser descubiertas por los antiguos videntes. Recalcó que ahora yo conocía el orden en el que los nuevos videntes las dispusieron. Dijo que en las últimas sesiones de su explicación me dio una, relación detallada de las dos fuerzas que ayudan a mover nuestros puntos de encaje: el levantón de la tierra y la fuerza rodante. Explicó también las tres técnicas desarrolladas por los nuevos videntes, acecho, intento y ensueño, y sus efectos sobre el movimiento del punto de encaje.
– Ahora -prosiguió-, lo único que te queda por hacer para completar la explicación de la maestría del estar consciente de ser es romper por tu cuenta la barrera de la percepción. Sin ayuda de nadie, tienes que mover tu punto de encaje y alinear otra gran banda de emanaciones.
"Si no llegas a lograr esto, todo lo que has aprendido y has hecho conmigo será mera plática, simplemente palabras. Y las palabras valen poco.
Explicó que al moverse el punto de encaje y al alcanzar cierta profundidad, rompe una barrera e interrumpe momentáneamente su capacidad para alinear emanaciones. Experimentamos esa ruptura e interrupción como un vacío perceptual. Ese momento era llamado la pared de niebla por los antiguos videntes, porque aparece un banco de niebla cada vez que el alineamiento de emanaciones da un traspié.
Dijo que hay tres maneras de tratar con esto. Se lo puede considerar de manera abstracta, como una barrera de percepción; se lo puede sentir como el acto de romper con el cuerpo entero un apretado tambor de papel; o se lo puede ver como una pared de niebla.
A lo largo de mi aprendizaje con don Juan, me había orientado incontables veces para ver la barrera de la percepción. Al principio, me gustó la idea de una pared de niebla. Don Juan me advirtió que los antiguos videntes también prefirieron verlo de esa manera. Dijo que aportaba gran comodidad y holgura el verlo así, pero que también existía el grave peligro de convertir algo incomprensible en algo sombrío y agorero. Por lo tanto, él recomendaba dejar que las cosas incomprensibles siguieran siendo incomprensibles, en vez de convertirlas en parte del inventario de la primera atención.
Después de un fugaz momento de alivio al ver la pared de niebla tuve que estar de acuerdo con don Juan en que era mejor dejar que el periodo de transición fuera una abstracción incomprensible, pero para entonces me resultaba imposible romper lo que mi conciencia había logrado. Cada vez que era colocado en posición de romper la barrera de la percepción, veía la pared de niebla.
En el pasado, en cierta ocasión, me quejé con don Juan y Genaro de que aunque quería verla como otra cosa, no podía cambiar. Don Juan comentó que eso era comprensible porque yo era así tan mórbido y sombrío como los antiguos videntes, y que en este respecto él y yo éramos muy diferentes. El era alegre y práctico y no adoraba el inventario humano. Yo, por otra parte, no quería deshacerme de mi inventario y de ahí que era pesado, siniestro e impráctico. Su áspera crítica me asombró y entristeció y me puse muy melancólico. Don Juan y Genaro rieron hasta que les corrieron lágrimas por las mejillas.