Don Juan delineó el procedimiento usado por los nuevos videntes para lograr el cuerpo de ensueño. Dijo que comienza con un acto inicial, cualquier acto que por el hecho de ser continuo engendra intento inflexible. El intento inflexible lleva al silencio interno, y el silencio interno a la fuerza interna necesaria para mover al punto de encaje en sueños a posiciones convenientes.
Llamó a este orden de sucesión el cimiento. Una vez completado este cimiento viene el desarrollo del control, que consiste en mantener sistemáticamente la posición de ensueño aferrándose tenazmente a la visión del sueño. La práctica constante resulta en una gran facilidad para sostener posiciones de ensueño en nuevos sueños, no tanto porque gane uno control con la práctica, sino porque cada vez que se ejercita este control se fortifica la fuerza interna. A su vez, la fuerza interna fortificada mueve el punto de encaje a posiciones de ensueño, que pueden fomentar la sobriedad; en otras palabras, los sueños sé vuelven, de por sí, más y más maniobrables, incluso más ordenados.
– El desarrollo de los ensoñadores es indirecto -prosiguió-. Es por eso que los nuevos videntes creyeron que podemos ensoñar por nuestra cuenta, solos. Puesto que el ensueño utiliza un movimiento natural del punto de encaje, no deberíamos necesitar ayuda de nadie.
"Lo que verdaderamente necesitamos es sobriedad, y nada puede dárnosla, ni ayudarnos a obtenerla, salvo nosotros mismos. Sin ella, el movimiento del punto de encaje, es caótico, como son caóticos nuestros sueños ordinarios.
"Así que, al fin y al cabo, el procedimiento para llegar al cuerpo de ensueño es la impecabilidad en nuestra vida diaria."
Don Juan explicó que una vez que se adquiere sobriedad, y una vez que las posiciones de ensueño se vuelven progresivamente más fuertes, el siguiente paso consiste en despertarse en una posición de ensueño. Comentó que, aunque da la impresión de ser algo sencillo, la maniobra era en verdad un asunto de tan inmensa complejidad que requiere no sólo de sobriedad sino de todos los atributos del guerrero, especialmente de intento.
Le pregunté en qué forma ayuda el intento a los videntes a despertar en una posición de ensueño. Contestó que la maestría del intento era la técnica más sofisticada que existía, y que era la única manera de dirigir la fuerza del alineamiento. Despertar en una posición de ensueño era sencillamente sostener el alineamiento de emanaciones que han sido encendidas por el movimiento del punto de encaje.
Don Juan dijo que el segundo peligro eminente del ensoñar era la fortaleza misma del cuerpo de ensueño que incita al ensoñador a correr riesgos. Por ejemplo, es muy fácil para el cuerpo de ensueño contemplar las emanaciones del Águila durante largos periodos de tiempo, ininterrumpidamente, pero también es muy fácil que sea totalmente consumido por ellas. Los videntes que contemplaron las emanaciones del Águila sin sus cuerpos de ensueño murieron, y aquéllos que las contemplaron con sus cuerpos de ensueño fueron consumidos por el fuego interior. Los nuevos videntes resolvieron el problema viendo en grupos. Mientras un vidente contemplaba las emanaciones, otros permanecían cerca para prestar ayuda.
– ¿Cómo veían en grupos los nuevos videntes? -pregunté.
– Ensoñaban juntos -contestó-. Como tú mismo sabes, para un grupo de videntes es perfectamente posible activar al unísono las mismas emanaciones que nunca se usan. Y también, en este caso, no existen técnicas conocidas, simplemente ocurre sin uno saber cómo.
Agregó que al ensoñar juntos, algo en nosotros toma la iniciativa y de pronto nos encontramos compartiendo la misma vista con otros ensoñadores. Lo que pasa es que, automáticamente, nuestra condición humana nos hace enfocar el resplandor de la conciencia en las mismas emanaciones que otros seres humanos están usando. Nosotros continuamente ajustamos la posición de nuestros puntos de encaje para cuadrar con la de los que nos rodean. En nuestra percepción ordinaria lo hacemos con el lado derecho de la conciencia, pero también lo podemos hacer con el lado izquierdo, al ensoñar juntos.
XII. EL NAGUAL JULIAN
Había una extraña agitación en la casa. Todos los videntes compañeros de don Juan parecían estar tan animados que andaban distraídos, algo que yo nunca había presenciado antes. Su acostumbrado alto nivel de energía parecía haber aumentado. Todo eso me puso muy nervioso. Le pregunté a don Juan qué era lo que les ocurría. Me llevó al patio trasero. Durante un momento caminamos en silencio. Dijo que se acercaba el momento en que todos tendrían que partir. Apresuraba su explicación para poder terminar a tiempo.
– ¿Cómo sabe usted que están a punto de partir? -pregunté.
– Es un conocimiento interno -dijo-. Tú mismo lo sabrás algún día. Como ya te dije, el nagual Julián movió incontables veces a mi punto de encaje, así como he hecho moverse el tuyo. Luego me dejó la tarea de realinear todas esas emanaciones que me había ayudado a alinear a través de esos movimientos. Esa es la tarea que le queda por cumplir a cada nagual.
"En todo caso, el trabajo de realinear todas esas emanaciones prepara el camino para la peculiar maniobra de encender todas las emanaciones interiores del capullo. Ya casi he logrado eso. Estoy a punto de alcanzar mi máximo. Puesto que yo soy el nagual, cuando finalmente encienda todas las emanaciones interiores de mi capullo desapareceremos todos en un instante.
Sentí que debía entristecerme y llorar, pero algo en mí se llenó de tanto regocijo al escuchar que el nagual Juan Matus estaba a punto de ser libre que salté y grité de puro júbilo. Sabía que tarde o temprano alcanzaría otro estado de conciencia y lloraría de tristeza. Pero ese día sólo podía dar viva satisfacción a mi felicidad y optimismo
Le dije a don Juan cómo me sentía. Se rió y me tomó del brazo.
– Recuerda lo que te he dicho -dijo-. No les des mucha importancia a las comprensiones emocionales. Primero deja que tu punto de encaje se mueva, y luego, años más tarde, ten la comprensión emocional.
Caminamos al cuarto grande y nos sentamos. Don Juan no dijo nada por un momento. Miró por la ventana. Desde mi silla yo veía el patio. Era temprano por la tarde; un día nublado. Parecía que iba a llover. Nubarrones de tormenta se acercaban desde el oeste. Por alguna razón, los días nublados me hacían sentir muy bien. A don Juan no. Parecía inquieto, mientras buscaba una posición más cómoda para sentarse.
Don Juan comentó que la dificultad para recordar lo que ocurre en la conciencia acrecentada se debe a la infinidad de posiciones que puede adoptar el punto de encaje después de ser sacado de su sitio habitual. Por otra parte, la facilidad para recordar todo lo que ocurre en la conciencia normal tiene que ver con la fijeza del punto de encaje en el sitio en el que acostumbradamente se localiza.
Me sugirió que reconociera francamente la posibilidad de un fracaso total en mi tarea de recordar, y que era enteramente dable el que jamás pudiera realinear todas las emanaciones que él me había ayudado a alinear.
– Considéralo de esta manera -dijo sonriendo-. Quizá nunca puedas recordar esta conversación, que en este momento te parece tan natural, tan de todos los días.
"Este es en verdad el misterio del estar consciente de ser. Los seres humanos están empapados en ese misterio, estamos empapados en las tinieblas, en lo inexplicable. Si nos consideramos a nosotros mismos en cualquier otra terminología, somos unos imbéciles o estamos locos. Por lo tanto, no deshonres el misterio del hombre sintiendo lástima por ti mismo o tratando de razonar ese misterio. Degrada a lo disparatado del hombre comprendiéndolo. Pero no pidas disculpas ni por una ni por otra cosa; ambas son necesarias.