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Era el invierno del 43. Coleman estaba creciendo; cada vez era más atractivo. Reynolds empezó a interesarse por él, se mostraba afectuoso: muchos abrazos y besos en la mejilla. De pronto Reynolds creyó la historia del Hombre de la Voz Escocesa. Se unió al Comité de Defensa de Sleepy Lagoon, una candente causa izquierdista ahora que los muchachos estaban condenados, para probar su fe en Coleman.

Reynolds le dijo a Coleman que no mencionara al Hombre de la Voz Escocesa: nadie le creería, y lo importante era sacar a aquellos pobres chicos de la cárcel. Le dijo que nunca atraparían a Voz Escocesa, pero que quizás ese hombre maligno aún buscara a Coleman, éste necesitaba un disfraz protector para permanecer a salvo. Reynolds llevó a Coleman al doctor Terence Lux y le hizo modificar la cara según sus indicaciones. Mientras se recuperaba en la clínica, Coleman enloqueció y mató pollos en el corral fingiendo que era un glotón mientras se bebía la sangre. Abandonó la clínica y fue cómplice del Loco Martin, la cara vendada como un monstruo de película; asistió a actos de protesta en Sleepy Lagoon con su solícito padre, y contra sus deseos contó la historia de José Díaz y el Hombre de la Voz Escocesa. Nadie le creía, todos lo trataban como al chiflado hermano menor de Reynolds Loftis, quemado en un incendio. Su padre le aconsejó que aceptara esas mentiras. Luego se quitó los vendajes y Coleman resultó ser su propio padre, veinte años menor. Y Reynolds sedujo a su yo juvenil.

Coleman lo aceptó. Sabía que estaba a salvo de Voz Escocesa. Mientras se recuperaba de la operación no sabía qué aspecto tendría su nuevo rostro, pero ahora sabía que era hermoso. La perversión era espantosa pero continuamente excitante, como ser un glotón que merodea en una casa extraña y oscura veinticuatro horas al día. Desempeñar el papel de un hermano menor platónico era un subterfugio estimulante, Coleman era consciente de que papá temía que el secreto se descubriera y cerraba el pico. También sabía que Reynolds asistía a actos de protesta y donaba dinero para ciertas causas porque se sentía culpable por haberlo seducido. Tal vez la operación no había sido para su seguridad, sino para su seducción. Chaz se marchó amargado por esa terrible infidelidad, rechazando la oferta de Reynolds de convertirla en un ménage à trois. Minear entró en un torbellino sexual, cada noche un chico distinto. Los conocía a través de Felix Gordean. Reynolds vivía aterrado de que su ex amante les hablara del incesto y también él se lió con varios prostitutos, por el sexo y para mantenerse al corriente. Coleman estaba celoso pero no decía nada, y la repentina frugalidad y nerviosismo de su padre lo convencieron de que alguien chantajeaba a Reynolds. Luego Coleman conoció a Claire de Haven y se enamoró de ella.

Era amiga de Reynolds y su camarada en varias organizaciones de izquierda, y se convirtió en confidente de Coleman. Las relaciones sexuales con el padre empezaban a ser insoportables para Coleman, fingía que el hombre era Claire para sobrellevarlo. Claire escuchó la horrorosa historia de Coleman y lo convenció de que visitara al doctor Lesnick, el psiquiatra oficial del PC: Saul nunca violaría el secreto profesional de un paciente.

Lesnick oyó la historia de Coleman en una serie de arduas sesiones de dos horas. Creyó que se había inventado la historia de Sleepy Lagoon por dos motivos: Coleman necesitaba justificar la búsqueda del padre y su homosexualidad latente; Coleman quería ganarse la simpatía de los latinos diciendo que el asesino era un blanco, no los camorristas mexicanos que según la comunidad izquierdista eran los verdaderos homicidas. Aparte de eso, creía en las narraciones de Coleman, lo confortaba y lo conminaba a terminar la relación amorosa con el padre.

Lesnick también veía a Loftis como paciente, sabía que Reynolds estaba loco de culpa por esa aventura y cada vez donaba más dinero para más causas, especialmente la de Sleepy Lagoon, una penitencia por la manipulación que había llevado a cabo para persuadir a Coleman de que se operara. Coleman sintió que la realidad lo acorralaba y empezó a visitar de nuevo a los glotones de Thomas Cormier, alimentándolos y amándolos. Una noche experimentó la irreprimible necesidad de tener uno. Abrió una jaula, trató de abrazar a la bestia y recibió mordeduras en los brazos. Él y el glotón lucharon, Coleman venció estrangulándolo. Llevó el cadáver a casa, lo despellejó, se comió la carne cruda e hizo una dentadura con los dientes. Cuando estaba a solas fingía ser el glotón: acechando, copulando, matando.

El tiempo transcurrió.

Reynolds, a instancias de Claire y Lesnick, interrumpió el amorío con Coleman. Éste no aceptó que usurparan su poder sexual y empezó a odiar al padre. Los muchachos acusados de la muerte de Sleepy Lagoon fueron exonerados y puestos en libertad. El Comité de Defensa era en gran medida responsable de que se hubiera hecho justicia. Claire y Coleman continuaron viéndose, pero de forma esporádica. Coleman robaba heroína del Southside para dársela a ella; Claire estaba más confundida que agradecida por el gesto, pero le prestó dos mil dólares cuando Coleman se los pidió. Coleman usó el dinero para hacerse otra operación con Terry Lux, y el doctor le destrozó la cara con guantes de boxeo cargados y luego lo encerró en el cobertizo con morfina y jeringas para aplacarle el dolor. Allí Coleman leyó textos de anatomía y fisiología, abandonó la clínica, dejó la droga de golpe y se presentó; ante la puerta de Claire amoratado, aunque sin el aspecto del padre. Cuando pidió a Claire que se acostara con él, ella huyó horrorizada.

1945.

Coleman se fue de Los Ángeles, llevando a cuestas la repulsión de Claire. Vagabundeó por el país y tocó el saxo alto en diversas bandas, usando el falso nombre de Hudson Healy. En el 47, Reynolds Loftis compareció ante el HUAC, rehusó informar y pasó a formar parte de las listas negras; Coleman se alegró de ello. Coleman vivía en un mundo de odio desatado: fantaseaba con herir al padre, poseer a Claire, violar a los hombres que lo miraban de forma insinuante y comer su carne con los dientes de glotón que aún llevaba por todas partes. Componer y tocar música era lo único que lo mantenía cuerdo. De nuevo en Los Ángeles, a finales del 49, leyó que papá y Claire iban a casarse. Su precario mundo se derrumbó.

Las fantasías de Coleman se desbordaron impidiéndole centrarse en la música. Supo que tenía que llevar a cabo esas fantasías y justificarlas con un propósito claro y preciso como el sentido que para él tenía su música. Averiguó que Reynolds formaba parte de la UAES y cuándo el sindicato celebraba sus reuniones del Comité Ejecutivo. Decidió matar a ex amantes del padre. Los recordaba de la época de la ruptura entre papá y Chaz. Coleman recordaba a George Wiltsie y el amante latino Augie por la cara y el nombre, pero ellos jamás podrían identificarlo: en aquella época estaba disfrazado como hermano menor. Recordaba otras conquistas de Reynolds sólo de vista, pero sabía qué bares frecuentaban. Encontrar víctimas sería fácil, el resto más difícil.

El plan:

Matar a los amantes de Reynolds en las noches en que se reunía la UAES, disfrazado de Reynolds, derramando semen de grupo sanguíneo idéntico al de Reynolds, dejando pistas para incriminar a Reynolds, obligándolo -en el peor de los casos- a verse implicado en los homicidios o bien -castigo menor- a utilizar sus insidiosas reuniones de la UAES como coartada. Papá podría ser acusado de los homicidios, quizá fuera un sospechoso y tuviera que admitir su homosexualidad a la policía, la prensa podría difamarlo, y si presentaba sus veladas sindicales como coartadas, podría echar a perder su recién resucitada carrera cinematográfica por estar asociado con comunistas.

Coleman sabía que necesitaba dinero para llevar a cabo los homicidios, y lo único que hacía era tocar en Central Avenue. En Nochebuena se encontró con su viejo amigo Martin Goines en Bido Lito's. Martin estaba sorprendido y contento. Era la primera vez que veía a Coleman sin vendajes, habían transcurrido años, el chico se había convertido en un hombre con una cara nueva, y no era un mal músico. Coleman sugirió que se dedicaran de nuevo al robo, el Loco Martin accedió. Hicieron planes para hablar después de Año Nuevo; luego, en Noche Vieja, Goines vio a Coleman frente a Malloy's Nest y le comentó que había llamado a un amigo de San Quintín que vivía en San Francisco, Leo Bordoni, para invitarlo a unirse a la banda. A Coleman le molestó que no le hubiera consultado, pero no lo demostró. Comprendió que Goines no lo había mencionado ni descrito a Bordoni, y decidió que su viejo maestro de jazz sería víctima del glotón. Le dijo a Martin que se verían en Sesenta y Siete y Central a las doce y cuarto, pero que no dijera nada: tenía un poderoso motivo.