– George Wiltsie tenía una imagen viril que resultaba excitante para muchos hombres. Yo le pagaba para que asistiera a mis fiestas, se vistiera bien y actuara como un ser civilizado. Entablaba contactos aquí, y esos hombres me pagaban por mis servicios. Supongo que Duane Lindenaur era su amante. Es todo lo que sé sobre George Wiltsie.
Danny cogió la copa que le ofrecía Gordean, para tener las manos ocupadas.
– ¿Con quién conectó a Wiltsie?
– No lo recuerdo.
– ¿Qué?
– Yo organizo fiestas, vienen invitados y conocen a los jóvenes que yo proveo. Me envían el dinero discretamente. Muchos de mis clientes son padres de familia, y mi falta de memoria forma parte de los servicios que les brindo.
La copa temblaba en la mano de Danny.
– ¿Espera que le crea?
Gordean bebió coñac.
– No, pero espero que acepte esa respuesta como la única que le daré.
– Quiero ver los libros de sus servicios, y quiero ver una lista de clientes.
– No. No anoto nada. Se me podría acusar de alcahuete, ¿entiende?
– Entonces, dé nombres.
– No, y no me lo pida de nuevo.
Danny se obligó a rozar apenas la copa con los labios, a paladear apenas el coñac. Agitó el líquido y lo olfateó, cerrando dos dedos sobre el pie de la copa. Dejó de hacerlo cuando notó que estaba imitando a Gordean.
– Señor Gor…
– Señor Upshaw, estamos en un callejón sin salida. Permítame sugerirle una solución de compromiso. Usted dijo que no concuerdo con la descripción del asesino. Muy bien, describa al asesino, y yo trataré de recordar si George Wiltsie salió con un hombre así. En caso afirmativo, entregaré la información al teniente Matthews, y él podrá hacer con ella lo que quiera. ¿Satisfecho?
Danny empinó la copa, engullendo una bebida de treinta dólares. El coñac quemaba al bajar, el fuego le volvió áspera la voz.
– Trabajo en este caso con respaldo del Departamento de Policía y la Fiscalía de Distrito. Quizá no les guste que usted se esconda detrás de un policía corrupto.
Gordean esbozó una sonrisa.
– No mencionaré al teniente Matthews su comentario, ni se lo diré a Al Dietrich la próxima vez que les envíe a él y al sheriff Biscailuz entradas para jugar al golf en mi club. Y tengo buenos amigos en el Departamento y la Fiscalía. ¿Otra copa, señor Upshaw?
Danny contó para sus adentros para calmarse: uno, dos, tres, cuatro.
Gordean cogió la copa, fue hasta el bar, la llenó y regresó con una nueva sonrisa: el hermano mayor calmando al hermano menor.
– Usted conoce el juego, agente. Por el amor de Dios, deje de atacarme como un boy scout indignado.
Danny ignoró el coñac y escrutó los ojos de Gordean buscando indicios de temor.
– Blanco, de unos cuarenta años, delgado. Más de un metro ochenta de altura, con cabello llamativo y plateado.
Ningún temor, un arruga reflexiva en la frente.
– Recuerdo que un hombre alto de cabello oscuro del Consulado Mexicano salía con George -dijo Gordean-, pero rondaba los cincuenta cuando la guerra. Recuerdo que varios hombres bastante corpulentos sentían atracción por George, y sé que salía regularmente con un hombre muy alto pelirrojo. ¿Le sirve de ayuda?
– No. ¿No tiene otros que respondan a la descripción? ¿Alguno que frecuente sus fiestas o use regularmente sus servicios?
Otra mirada pensativa.
– El problema es ese cabello plateado y llamativo. Los únicos hombres altos y maduros con que trato son casi calvos. Lo lamento.
Danny pensó: no, no lo lamentas, pero quizá dices la verdad.
– ¿Qué le dijo Wiltsie acerca de Lindenaur?
– Sólo que vivían juntos.
– ¿Estaba enterado de que Lindenaur intentó extorsionar a Charles Hartshorn?
– No.
– ¿Ha sabido de otras extorsiones realizadas por Wiltsie o Lindenaur?
– No, nada.
– ¿Acerca del chantaje en general? Hombres como sus clientes son muy vulnerables.
Felix Gordean rió.
– Estos hombres asisten a mis fiestas y utilizan mis servicios porque yo los aíslo de esos peligros.
Danny rió.
– Pues no aisló demasiado bien a Charles Hartshorn.
– Charles nunca ha tenido suerte, ni en el amor ni en la política. Pero no es un asesino. Si no me cree, hable con él, pero trátele con amabilidad. Charles no tolera que lo maltraten y tiene mucho poder legal.
Gordean le extendió la copa de coñac, Danny la aceptó y se la tomó de un trago.
– ¿Sabe algo sobre enemigos de Wiltsie o Lindenaur, allegados, conocidos?
– No sé nada sobre eso.
– ¿Por qué no?
– Trato de mantener las cosas separadas.
– ¿Por qué?
– Para evitar situaciones como ésta.
Danny empezó a sentir el efecto del coñac, que se combinaba con las copas que se había tomado en casa.
– Señor Gordean, ¿es usted homosexual?
– No, agente. ¿Y usted?
Danny se sonrojó, levantó la copa y la encontró vacía. Resucitó una réplica de su entrevista con Considine.
– No me afectan estos motes.
– No entiendo la referencia, agente.
– Significa que soy un profesional y que no me escandalizo.
– Entonces no debería ruborizarse con tanta facilidad. Su cara lo delata como ingenuo.
Danny sintió ganas de usar la copa como proyectil, pero prefirió responderle:
– Estamos hablando de tres personas muertas. Brutalmente heridas con hojas de afeitar, los ojos arrancados, los intestinos mordidos. Hablamos de chantaje, robo, jazz y sujetos con la cara quemada. ¿Cree usted que puede ofenderme llamándome ingenuo? Creo que usted…
Danny calló cuando vio que Gordean tensaba la mandíbula. El hombre miraba al suelo; Danny se preguntó si habría dado con algo o sólo le habría causado revulsión.
– ¿Qué es? Dígame.
Gordean levantó la mirada.
– Lo lamento. No soporto a los policías jóvenes e impulsivos ni las descripciones de violencia, y no debí llamarlo…
– Entonces ayúdeme. Muéstreme su lista de clientes.
– No. Ya le he dicho que no tengo ninguna lista.
– Entonces, dígame qué le ha alterado tanto.
– Ya se lo he dicho.
– No creo que sea usted tan sensible. Dígame la verdad.
– Cuando mencionó el jazz, me recordó a un cliente, un trombonista a quien presenté varias personas especiales. Entonces me pareció inestable, pero no es alto ni maduro.
– ¿Eso es todo?
– Cy Vandrich, agente. Sus tácticas le han dado acceso a mucho más de lo que normalmente diría, así que dé las gracias.
– ¿Y eso es todo?
Los ojos de Gordean no tenían ninguna expresión.
– No. Haga todas sus futuras preguntas a través del teniente Matthews y aprenda a paladear el buen coñac. Lo disfrutará más.
Danny arrojó la copa de cristal contra un sillón Luis XV y salió.
Le quedaba una hora y media antes de su reunión con Considine; no bebería más. Danny fue hasta Coffee Bob's y engulló una hamburguesa y un pastel, recordando los obstáculos que había sufrido su entrevista con Gordean: sus propios nervios, los contactos del sujeto con la policía, su savoir faire. La comida lo calmó, pero no respondió a sus preguntas; buscó un teléfono público y pidió datos sobre Cy Vandrich.
Había un solo Cy Vandrich en Registros de Circulación: Cyril «Cy» Vandrich, nacido el 24/7/18, seis arrestos por atraco; en sus antecedentes laborales figuraba como «transeúnte» y «músico». En aquellos momentos estaba cumpliendo su sexto período de noventa días de observación en el manicomio de Camarillo. Llamó al manicomio y averiguó que Vandrich insistía en hacerse el loco cuando lo arrestaban por robo y que el juez insistía en recomendar Camarillo. La secretaria le dijo a Danny que Vandrich estaba allí bajo custodia en las noches de los homicidios y que se hacía útil dando lecciones de música a los locos. Danny dijo que quizá fuera allá para interrogarlo; la mujer comentó que Vandrich podía estar en sus cabales o no, pues en el manicomio nadie había podido averiguar si estaba fingiendo o era un auténtico chiflado. Danny colgó y fue a Hollywood Oeste para reunirse con Mal Considine.