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El hombre lo esperaba en su cubículo, observando la foto ampliada de Buddy Jastrow. Danny carraspeó; Considine dio media vuelta y le echó una ojeada.

– Me gusta el traje. No te queda muy bien, pero es lo que llevaría un joven izquierdista. ¿Te lo has comprado para la misión?

– No, teniente.

– Llámame Mal. Quiero sacarte esa costumbre de usar el grado, Ted.

Danny se sentó detrás del escritorio y le indicó la silla vacía a Considine.

– ¿Ted?

Considine se sentó y estiró las piernas.

– A partir de hoy serás Ted Krugman. Dudley ha ido a tu apartamento y ha hablado con el portero, cuando regreses esta noche encontrarás T. Krugman en el buzón. Tu número de teléfono figura ahora a nombre de Theodore Krugman, y es una condenada suerte que antes no salieras en la guía. En conserjería hay una bolsa para ti. Tu nuevo guardarropa, identificación falsa y matrículas neoyorquinas para el coche. ¿Te parece bien?

Danny imaginó a Dudley Smith en su apartamento, quizá descubriendo su archivo privado.

– Claro, tenien… Mal.

Considine rió.

– No, no te parece bien. Todo va demasiado deprisa. Estás a cargo de un homicidio, eres señuelo de los comunistas, te espera un gran futuro. Has triunfado, hijo. Espero que seas consciente de ello.

Danny advirtió que el hombre de la Fiscalía estaba exultante; decidió que ocultaría las cajas y las muestras detrás de la alfombra enrollada del armario.

– Lo sé, pero no quiero que se me suba a la cabeza. ¿Cuándo empiezo?

– Pasado mañana. Creo que hemos aplacado a la UAES con nuestros artículos en la radio y la prensa. Dudley y yo nos concentraremos en los izquierdistas de fuera del sindicato, cómplices de los dirigentes, tipos vulnerables que quizá se presten a dar información. Examinaremos registros de Inmigración para amenazarlos con la deportación, y Ed Satterlee tratará de conseguir algunas fotos comprometedoras. Digamos que es una guerra en dos frentes. Dudley y yo en el externo, tú en el interno.

Danny vio que Considine era un manojo de nervios, advirtió que el traje le caía como una tienda de campaña: las mangas cubrían los puños mugrientos y los brazos largos y huesudos.

– ¿Cómo entraré?

Considine señaló una carpeta que había en el cesto de Salida del cubículo.

– Todo está allí. Serás Ted Krugman, nacido el 16/6/23, un tramoyista rojo de Nueva York. En realidad este tipo murió en un accidente en Long Island hace dos meses. Los federales lo silenciaron y le vendieron la identidad a Ed Satterlee. Toda tu historia pasada y tus conocidos están allí. Encontrarás fotos de los conocidos y más de veinte páginas de jerigonza marxista, una pequeña lección de historia para que la memorices.

»Pasado mañana, alrededor de las dos, irás al piquete de la calle Gower haciéndote pasar por un comunista arrepentido. Dirás al jefe del piquete de los Transportistas que la agencia te mandó allí a trabajar a un dólar por hora. El hombre sabe quién eres, y te incluirá en el piquete con otros dos. Al cabo de una hora, entablarás discusiones políticas con esos sujetos, siguiendo el guión que yo he redactado. Una tercera discusión desembocará en una pelea con un sujeto realmente peligroso, instructor de educación física en la Academia de Policía. El contendrá sus golpes, pero tú pelearás en serio. Sufrirás algunas magulladuras, pero será lo de menos. Otro hombre de los Transportistas gritará obscenidades sobre ti al jefe del piquete de la UAES. Esperamos que se acerque y te conduzca hasta Claire de Haven, que se encarga de aprobar a los nuevos miembros. Hemos trabajado mucho, y no hemos podido relacionar directamente a Krugman con la UAES. Tú guardas un vago parecido, y en el peor de los casos habrán oído rumores sobre ti. Todo está en esa carpeta, muchacho. Las fotos de los hombres con quienes representarás la comedia, todo.

Un día entero para trabajar en los homicidios; una noche entera para convertirse en Ted Krugman.

– ¿Qué hay con Claire de Haven?-preguntó Danny.

– ¿Tienes novia?-replicó Considine.

Danny iba a decir que no, luego recordó la amante que había inventado para encubrir lo de Tamarind.

– Nada serio. ¿Por qué?

– Bien, no sé hasta qué punto eres susceptible a los amoríos en general, pero Claire de Haven es toda una mujer. Buzz Meeks acaba de presentar un informe que la define como adicta a la heroína y a los fármacos, pero aun así es formidable. Y sabe cómo obtener lo que quiere de los hombres. Quiero asegurarme de que tú la seduzcas a ella, y no al revés. ¿Responde eso a tu pregunta?

– No.

– ¿Quieres una descripción física?

– No.

– ¿Las probabilidades de que tengas que acostarte con ella?

– No.

– ¿Quieres conocer su historia sexual?

Danny disparó la pregunta sin poder contenerse.

– No. Quiero saber por qué un oficial de policía está deslumbrado por una ricachona comunista.

Considine se sonrojó, tal como Danny se había ruborizado ante Felix Gordean. Danny trató de leerle la expresión e interpretó: Me has pescado. «Llámame Mal» rió, se quitó la sortija de matrimonio y la arrojó a la papelera.

– ¿Hombre a hombre?-preguntó.

– No -replicó Danny-. Policía a policía.

Considine hizo la señal de la cruz sobre su chaleco.

– Cenizas a las cenizas, lo cual no está mal para el hijo de un pastor. Digamos que soy vulnerable a las mujeres peligrosas, y mi esposa pidió el divorcio, así que no puedo andar de parranda y darle argumentos, para que los use en los tribunales. Quiero la custodia de mi hijo, y no le facilitaré ninguna prueba que desacredite mi situación. Y por lo general no me confieso ante el personal subalterno.

Danny pensó: este hombre está tan solo que puedes decirle cualquier cosa y no se molestará, porque a la una de la mañana no tiene un maldito lugar adonde ir.

– ¿Y por eso te excita tanto la operación De Haven?

Considine sonrió y tamborileó sobre el escritorio.

– ¿Por qué apostaría a que allí dentro hay una botella?

Danny notó que él también se sonrojaba.

– ¿Porque eres listo?

Considine siguió tamborileando.

– No, porque tus nervios están tan tensos como los míos, y porque siempre apestas a dentífrico. He aquí una lección, de veterano a novato: los polizontes que huelen a enjuague bucal empinan el codo. Y los polizontes que empinan el codo pero saben controlarse suelen ser muy buenos polizontes.

«Muy buenos polizontes» significaba camino libre. Danny apartó la mano de Considine, abrió el cajón, sacó una botella y dos vasos de papel. Sirvió medidas cuádruples y ofreció el vaso; Considine aceptó con un gesto de asentimiento. Alzaron los vasos.

– Por los dos casos -brindó Danny.

– Por Stefan Heisteke Considine -replicó Considine.

Danny bebió ansiosamente, entibiándose el cuerpo. Considine bebió poco a poco y señaló con el pulgar a Harlan «Buddy» Jastrow.

– Upshaw, ¿quién es ese tipo? ¿Y por qué estás tan alterado por esos homicidios?

Danny clavó los ojos en Jastrow.

– Buddy es el tipo a quien yo quería atrapar, el peor de todos, el más difícil de capturar porque no estaba en ninguna parte. Ahora ha aparecido esto, que es terror puro. Es increíblemente brutal. Supongo que puede ser fortuito, pero no acabo de creérmelo. Pienso que es una venganza. En mi opinión todos los métodos del asesino significan algo, todas las mutilaciones son simbólicas: el asesino tratando de ordenar su pasado. Cada vez que lo pienso, creo que se trata de vengar agravios del pasado. No se trata de un vulgar trauma infantil, sino de algo muy serio.