"¿Estaba?" Sus labios se afilaron. "¿A quién juzgas? Creo que el trono de Hardraada me habría encajado muy bien."
"No creo que quisieras su trono."
"No necesitaba nada más de él." Él la fulminó con la mirada. "Nada."
Nunca admitiría la necesidad que había estado allí, pero hablando sobre su padre había aliviado un poco el dolor. Ella podía sentir el nudo en su propio pecho aflojarse. "Si lo que dices es verdad." Ella se elevó a sus pies. "Si no te importa, volveré al campamento ahora."
Podía sentir su sorpresa en el repentino movimiento. "Creo que esto es lo que has estado intentado conseguir hacer desde que nos marchamos."
"Yo no podía hacerlo entonces. Era más fácil ahora." Comenzó a volverse.
"¡Espera!" Él extendió la mano y tomó la suya.
La amargura y el dolor, lágrimas que no se derramarían, la soledad y la oscuridad.
Ella se volvió rígida cuando las emociones se precipitaron sobre ella, la abrumaron. Desesperadamente quería quitar su mano. ¿Aún dónde todo el dolor iba si ella no lo aceptaba? "Por favor", ella susurró, cerrando sus ojos. "Por favor, no."
"¿Qué pasa, maldita sea?"
"Tu dolor. Lo siento. Por favor, no me hagas sentirlo. Duele…"
Él liberó su mano.
El dolor se había ido pero ahora él estaba solo. No debía estar solo. Ella extendió la mano y tomó su mano otra vez. Ella gimoteó mientras el fresco dolor la atravesaba.
"¿Qué demonios te pasa?" Preguntó severamente.
"No sé. Nunca ha sido como esto…" Ella extendió la mano a ciegas y tomó su otra mano. Más dolor cayó a torrentes sobre ella, pero él no debía estar solo. Entonces, de repente, ella sabía que tenía que hacer. Dejar de luchar al dolor y unirse con él, dejando al dolor abrumarla.
Los lágrimas se deslizaron por sus mientras se acercaba y ponía su cabeza sobre su pecho.
"Cristo." Él estaba de pie allí, tieso e inflexible. "Para."
Ella sacudió su cabeza.
"¿Por qué diablos estás llorando?"
Ella susurró, "Porque tu no puedes. Porque tiene que ir a algún sitio."
"Estás loca mujer."
Los lágrimas caían sin cesar.
Él se distanció y bajó si mirada hacia su cara. "Estás loca," repitió. Su índice se deslizó y siguió el rastro de lágrimas por su mejilla. "Esto no es bueno," dijo densamente. "Para."
Los lágrimas aliviaban mientras él se aliviaba. Ella tomó un aliento profundo, inestable y luego tragó. "He parado. Volveré ahora." Ella se giró y se movió rápidamente hacia la senda. "He hecho lo que podía."
"¡Espera!"
Ella echó un vistazo sobre su hombro.
"Nos hemos alejado un largo camino del campamento," dijo titubeantemente. "¿Serás capaz de encontrar el camino de vuelta?"
Estaba preocupado por ella. El calor la atravesó, y rió. "Crecí en los bosques. Yo nunca podría perderme."
Gage no volvió en todo el día y no estaba en el campamento cuando apagaron la lámpara cerca de la medianoche.
Bryrm estaba todavía despierta cuando Gage se metió bajo la cubierta y la envolvió con sus brazos.
Dolor sordo, dolor, resignación. No agradable pero soportable.
"Si comienzas a llorar otra vez, te morderé," susurró en su oído. "Odio a las mujeres llorosas."
"No lloraré."
"No te entiendo." Su tono parecía confundido.
"Lo sé."
"Y no creo que puedas curar por el tacto o saber lo que siento."
"Entonces no lo creas."
"Y no pienses que unas pocas lágrimas por mí ablandará mi resolución. No tengo ninguna necesidad de ellas."
"Me alegro para ti. Ahora tengo necesidad de dormir." Ella cerró sus ojos. "Buenas noches."
Ella lo oyó murmurar algo y luego un brazo grande la abrazó contra su cuerpo. Vinculación. Su corazón se hundió cuando comprendió que el sentido de conexión estaba todavía allí. Había rezado para que hubiera desaparecido cuando su dolor fuera menos agudo. No tenía sentido. Era como si la lujuria les hubiera unido rasgando aparte un velo que ella nunca podría sustituir. Bien, ella debía dar tiempo.
"Brynn."
"Sí."
"No necesito tus lágrimas." Él hizo una pausa y luego dijo, "Pero te agradezco el vertido de ellas."
Las palabras bruscas infinitamente conmovedoras. Quiso extender la mano y acariciarlo, tomarlo. No debía. Ella debía reconstruir las barreras que desconcertantemente habían sido rasgadas por la mitad.
"Ningún agradecimiento es requerido," ella dijo con reserva. "Es mi deber ayudarte."
Sus brazos permanecieron alrededor de ella, pero ella era consciente de retirada. Bueno. Mantenerse lejos. No acercarse. No aproximarse otra vez.
"Estoy feliz de que comprendes donde está tu deber," Gage dijo, burlándose de ella. "Estoy seguro continuarás haciéndolo así cuando alcancemos Redfem."
Seis
"TODO HECHO DE MADERA," Gage dijo con repugnancia cuando se acercaron a las paredes enmaderadas que rodeaban Redfern Comedor. "¿Es esto su maravilloso Redfern?"
"Desde luego que hecho de madera." Bnynn no echó un vistazo arriba mientras enderezó la cubierta sobre Malik y luego se colocó más cómodamente en el carro. "¿Qué esperaba? ¿Plumas?"
"En Normandía es costumbre construir los castillos de piedra," dijo Malik.
"Bien, no es costumbre en Inglaterra. Nunca he visto un castillo de piedra aquí."
"Entonces William no tendrá ningún problema en su marcha hacia Londres." Gage sacudió su cabeza. "Es una maravilla que Inglaterra no haya sido invadida miles de veces." Espoleó su caballo e hizo avanzar la compañía.
Las puertas altas enmaderadas se abrieron de para en par cuando estuvieron al alcance de la voz, y Lord Richard montaba para encontrarlos, una amplia sonrisa sobre su cara. "Bienvenidos, mi señor, qué feliz de que pensara mejor lo de aceptar mi invitación. ¿Espero que signifique que considera Redfenn?"
"No necesariamente."
"Seguro que cambiará de opinión. Redfem es todo lo que desea." Su mirada cambió hacia Brynn. "¿Espero que te encuentres en buen estado, Brynn?"
Bymn frunció el ceño con perplejidad. ¿De qué hablaba? Su tono era sumamente cortés; sonaba tal y como le había oído dirigirse a las damas honorables en su comedor. "Bastante bueno."
"¿Debemos seguir esperando mientras intercambian ocurrencias graciosas?" Gage preguntó.
"Seguramente no. Tengo mi propia cámara lista para su señoría." Richard giró su caballo y montó dentro de las puertas. "Después de que haya descansado, quizás me honraría en mi mesa. En cuanto os echamos un vistazo, puse a los criados a cocinar un banquete excelente."
"Apenas necesito descansar. Sólo fue un viaje de dos horas desde los bosques donde hemos estado acampados."
"Perdóneme, olvidé que eran forzudos guerreros Normandos son."
"¡Brynn!"
Ella se dio la vuelta para ver Delmas que corría hacia ella a través del patio. Una ola de repulsión la atravesó mientras veía la impaciencia casi desesperada de su expresión. Pensaba que porque había vuelto podría aprovecharse de ella otra vez. Había estado lejos de él tanto tiempo, que había olvidado esos enfermizos sentimientos de impotencia.
"¿Qué es esto? ¿Qué ocurre?" Los ojos de Gage se estrecharon sobre su cara.
"Nada. Sólo es mi marido."
Malik dio un silbido bajo.
"¿Marido?" Gage preguntó con suavidad mortal.
"¿Sólo?" Gage repitió. "Puedo preguntar por qué no mencionaste este… marido."
"¿Por qué debería? ¿Qué diferencia habría habido?"
Delmas se había aproximado a Gage y mirado hacia arriba con impaciencia. "Saludos, mi señor. Bienvenidos a Redfem."
Gage le ignoró. "¿Qué la diferencia habría habido?" Él resonó. "Por nada, desde luego."
Delmas dio un paso más cerca. "¿No le ofendería, mi señor, pero me pregunto si puede arreglarse sin Brynn durante un breve tiempo? Ha pasado mucho desde que estuvimos juntos y-" Se interrumpió cuando encontró la mirada fija del Normando. Dio un paso atrás, sus ojos se ensancharon.