Выбрать главу

¿Qué estaba haciendo? "Deja eso. ¡No le hagas daño!"

Selhar vaciló, todavía gruñendo. Al instante siguiente se había ido, tan silenciosamente como había venido.

La decepción la atravesó. "No deberías haber interferido. Selbar no me habría hecho daño."

"¿Por Dios, estás demasiado ciega para ver que él te acechaba? Habría saltado y mordido tu garganta en otro minuto."

Sacudió su cabeza. "Él no lo habría-" Se paró cuando recordó que amenazadora mirada le había lanzando el lobo. Selbar no la había conocido, comprendió con desolación. Incluso podía haberla matado como Gage había dicho. "No me recordaba."

"Estás temblando. Vuelve al fuego."

Ella le dejó conducirla por el bosque. Se sintió embotada, aturdida. "No entiendo. Me trató como si fuera enemiga. Nunca fui su enemiga. Había un lazo… Lo amaba."

"Sé que lo hacías." La empujó con cuidado hacia su manta y la abrigó con otra sobre sus hombros. "Es una bestia del bosque. No puedes esperar que él te recuerde como tú."

Había dicho eso antes, recordó. Había discutido con él pero había dicho la verdad. "Pensé que todo estaría igual aquí. Estaba segura de él sería igual."

Él se sentó al lado de ella y la acercó. "¿Cómo sabías que él estaba ahí?"

"Lo sentí. Nos seguía."

"Entonces debes haber sido consciente de que sería una amenaza para ti o nunca habrías cogido mi cuchillo."

"¿Cuchillo?" Ella lo miró con aturdimiento y después siguió su mirada hacia su mano.

Ella se puso rígida por la sorpresa. Su mano se apretaba alrededor de la manija de hueso de la enorme daga de Gage.

"No recuerdo haberlo cogido," ella susurró.

"Es una buena cosa que lo hicieras. Me despertaste al desalizarlo fuera de la funda. No muy buena protección contra un lobo."

Pero mortal contra un hombre. Un golpe hacia abajo y el cuchillo apagaría una vida. ¿Por qué lo habría tomado si no para matar a Richard? Ella recordó la ferocidad que había sentido cuando se había deslizado en el bosque. ¿Realmente habría tomado una vida para proteger a Gage? Que Dios la ayudara, estaba desesperada por el miedo a lo que pudiera hacer.

La daga cayó de su mano a la tierra y enterró su cara en el pecho de Gage.

"Pasará, Brynn," él susurró. "Nada permanece igual. Quizás él te reconoció, si te estaba siguiendo. Podría estar asustado y actuó según su instinto."

Nada permanece igual.

Selbar podría haberla matado.

Podría haber dejado todo en lo que creía para proteger a Gage.

No entendía nada de esto, pensó fatigosamente. Quería un mundo donde todo fuera claro y sencillo, un lugar donde todas las heridas se pudieran curar y las almas fueran estables y sin alterar. Había pensado que Gwynthal era tal mundo.

No lo era.

Catorce

"¿ESTO ES TU cueva?" Gage miró detenidamente en la oscura apertura de la gruta. "No me dijiste que tendríamos que nadar para alcanzar tu tesoro."

"Bentar no quería hacerlo demasiado fácil de encontrar. Si no alguien se habría tropezado con él cien veces." Brynn desmontó y ató la yegua a un árbol al lado de la cueva. "Y no tendrás que nadar. Hay un barco atado en un amarradero a varias cientos de yardas dentro de la cueva."

"Si la soga no se ha podrido," Malik dijo mientras levantaba a Adwen hacia la tierra.

Brynn no había considerado aquella posibilidad. "Era una soga muy fuerte. Recuerdo a mi madre cambiándola directamente antes de que abandonáramos Gwynthal."

"Entonces podemos tener una posibilidad de evitar construir nuestro propio barco." Gage se movió hacia la entrada. "¿Está el amarradero en este lado del manantial?"

"Sí, pero déjate ir primero. Hay un saliente que bordea el manantial, pero la cuerva se curva como una serpiente y este primer tramo es casi totalmente sin luz." Ella entró en la cueva y apretó contra la pared. Oscuridad, fría humedad, el sonido del agua corriendo a sólo pulgadas. Era todo tan familiar. Cuantas veces había venido aquí con su madre. "Tener cuidado; el saliente es deslizante."

"¿Cuánta profundidad tiene el agua aquí?" Adwen preguntó inquietamente.

"No muy profunda. Diez, doce pies."

"Bastante profundidad para ahogarte," dijo Adwen mientras avanzaba de lado a lo largo del saliente. "No sé nadar."

"Yo te protegeré," dijo Malik.

"¿Sabes nadar?"

"No, pero te permitiré pisar mis hombros mientras ando sobre el lecho de este abismo. Hasta te advertiré cuando esté dispuesto a ahogarme para que puedas intentar salvarte. Que valor, que sacrificio. ¿Alguien podría hacer más?"

"Sí, podrían abstenerse de decir tonterías y amenazarme en la tarea de mantener mi equilibrio."

"Lo siento," Malik dijo dócilmente.

"El amarradero está justo delante dando la curva," dijo Brynn. "Será más fácil una vez que lo alcancemos. Hay varias entradas en el techo de la cueva que permiten a la luz del sol entrar."

"Bueno," Gage refunfuñó. "No me gusta no saber que hay delante de mí."

Característico, Brynn pensó. Nunca había sido difícil aquí, solamente habían aceptado la oscuridad. Gage, sin embargo, lo alumbraba, buscando cambiarlo.

Ella dio la vuelta a la curva, y de repente la oscuridad se modificó. La caída del agua era un rayo de luz que corría desde una grieta estrecha en el techo de la cueva.

El barco estaba todavía allí, atado al poste de hierro conducido por el saliente, agitado gentilmente sobre el agua. Ella soltó un suspiro de alivio y su paso instintivamente se aceleró.

"Ten cuidado," Gage chasqueó.

"Tú ten cuidado. Yo conozco esta cueva." Ella brincó en el largo barco y se movió hacia la parte trasera. "Mi madre me trajo aquí muchas veces. No hay nada que temer."

"¿Por qué ella te traería aquí? ¿Para asegurarse de que nadie hubiera robado el tesoro?"

"No, quería que yo jugara con ello."

Adwen frunció el ceño con perplejidad. "¿Por qué?"

"Para que yo no diera ningún valor especial a ello. Era un juguete, un bonito juguete, que cuando se hizo tan familiar no significó nada para mí. Yo era una curandera y ella quería asegurarse de que nada alguna vez me cegaría de esa verdad."

"Sonaba como una mujer muy sabia," Malik dijo mientras recogía el remo, bañado por el agua, y dirigió el barco lejos del amarradero.

"Sí, ella era muy sabia." Pero aquella sabiduría no la había impedido dar su amor a un hombre que no era tan sabio. Ni de arriesgar su vida por un niño que apenas conocía. "Sobre algunas cosas." Ella miró a Gage delante del barco, remando fuerte, limpiamente. Su propio corazón no era más sabio que el de su madre. Anoche ella podría haber matado por ese hombre; hoy ella le daba su herencia.

Ella había olvidado que misterioso y místico era este viaje por la gruta. El barco se deslizó casi silenciosamente sobre las oscuras aguas verdes, encontraron un brillante estanque de luz del sol que iluminaba la sombra dibujada por el barco con cegadora claridad, y después se deslizaron de nuevo en la oscuridad. Era como viajar por la vida o quizás… la eternidad, pensó distraídamente.

"¿Cómo de lejos, Brynn?" Gage preguntó.

Ella se despertó y miró alrededor. "Justo alrededor de la siguiente curva. Encontrarás que el saliente se ensancha y hay un amarradero…

Fue la última en dejar el barco después de atarlo al amarradero. Supuso ella habría estado tan impaciente como ellos la primera vez que su madre la había llevado a ver el tesoro. El juguete era viejo ahora. "Hay una rendija en la pared de la cueva." Ella gesticuló. "Encontrarás el tesoro allí."

Oyó la exclamación excitada de Adwen antes de que ella entrara en el nicho.

Gage estaba de pie congelado, su mirada fija sobre docenas de cuencos desbordados con perlas y joyas. "Dios mío." Entonces él murmuró, "Debería haber negociado por más caballos de carga."

"Siempre puedes hacer dos viajes."

"Bonito…" Adwen extendió la mano y tocó un plato de oro.