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—No tengo que ir a ninguna parte.

6

Muerte y vino elfo

Dhamon cerró los ojos, y la oscuridad engulló a Rig, a Rikali y al kobold. Se concentró en el incidente y se estremeció ligeramente con el recuerdo, dejando fuera los sonidos de la chisporroteante fogata y la apagada conversación entre Fiona y Maldred. Por fin, abrió los ojos y de mala gana inició su relato.

Dhamon Fierolobo tenía un aspecto distinto. Su rostro estaba más lleno y su figura era algo más gruesa. La melena de color ébano colgaba sólo hasta debajo de la línea de la mandíbula y estaba cortada de modo uniforme y bien peinada. El rostro era terso y bien afeitado, la piel sólo ligeramente tostada, y las ropas aparecían en perfecto estado. Debajo del capote de lana, llevaba pantalones de cuero y una cota de malla. Y sujeta alrededor de la cintura colgaba una espada larga recién forjada, un regalo de los qualinestis por aceptar esa difícil tarea.

También eran diferentes las montañas, menos empinadas, aunque seguían siendo escarpadas y el invierno las había convertido en peligrosas, pues el hielo cubría el estrecho sendero por el que Dhamon descendía conduciendo a un grupo de hombres y mujeres. Envueltos en pieles y cargados con provisiones y armas, los viajeros se abrieron camino tediosamente a lo largo de la cornisa occidental hasta alcanzar la base de las estribaciones donde la nieve y el hielo daban paso al bosque que en cierto modo resultaba más acogedor.

—¡Vuestras órdenes, señor! —gritó el mercenario que iba en cabeza. Era joven y estaba ansioso por complacer, y se mantuvo rígidamente en posición de firmes.

Dhamon contempló la hilera de personas que se le habían encomendado, casi cuatro docenas de mercenarios reunidos a petición de Palin Majere en la ciudad de Trueque, situada muy al interior de la bahía de la Montaña de Hielo. La mayoría de ellos eran elfos qualinestis que ya habían estado en combate, y es que los qualinestis habían pedido la ayuda de Palin contra un joven Dragón Verde.

Uno de los mercenarios era un ergothiano, que por el número de dagas que llevaba y su andar presuntuoso hacia que Dhamon pensara en Rig. También había algunos humanos en el grupo.

Tres de los elfos eran mujeres, tan menudas y esbeltas que parecían niños, pero la frialdad de sus ojos y las numerosas cicatrices de sus brazos indicaban a Dhamon que se trataba de los guerreros más aguerridos de todos ellos, y pensaba contar mucho con ellas.

Habían transcurrido varios años desde la última vez que Dhamon mandara tropas, y entonces lo había hecho para los Caballeros de Takhisis. Pero dar órdenes y no tener que buscar justificaciones a sus decisiones todavía se le daba bien, y escupía instrucciones como si esa colección de mercenarios —voluntarios y a sueldo— fueran caballeros negros. Su experiencia en el mando había impulsado a Palin a dirigirse a él para esa misión. Eso, y su experiencia con los dragones.

—Oscurecerá pronto. Levantad el campamento y descansaremos unas cuantas horas —les indicó Dhamon—. Nos pondremos en marcha antes del amanecer. Gauderic, organiza una guardia.

No pienso montar guardia esta noche

, decidió. Estaba muy cansado, pero unas cuantas horas de sueño volverían a dejarlo en forma. Unas pocas horas de respiro sin tener que andar, sin el viento y sin los recuerdos que corroían su mente. No había tenido tiempo para descansar desde que él y sus compañeros —Rig, Fiona, Feril, Jaspe— lucharon contra los dragones en el Portal de la Ventana a las Estrellas, en Neraka, casi cuatro meses antes.

En la Ventana, unas antiguas ruinas de piedra que en una ocasión habían contenido magia suficiente para actuar como corredor a otros reinos, Malystryx había convocado a todos los otros dragones señores supremos. Gellidus el Blanco, Beryllinthranox la Muerte Verde, Onysablet procedente de las ciénagas y Khellendros la Tormenta Sobre Krynn, acordaron ayudar a Malys a ascender a la divinidad, y con este fin, todos ellos habían estado reuniendo poderosos objetos mágicos, con la intención de usar la energía liberada al destruirlos para convertir a Malys en la siguiente Takhisis, diosa-reina de los dragones.

Dhamon, Rig y su reducido grupo de héroes también habían estado reuniendo objetos, para mantenerlos lejos de la Roja. Y viajaron a la Ventana a las Estrellas en un esfuerzo por detener la transformación de Malys.

Ya en aquellos momentos, Dhamon comprendió que se trataba de una empresa descabellada: un puñado de mortales enfrentándose a dragones, a los dragones más poderosos de Krynn. No obstante, su corazón ardía con justa cólera la noche en que ascendieron por el sinuoso sendero hasta la meseta donde se hallaba la Ventana. Entonces su corazón casi se detuvo ante la aterradora visión de los imponentes dragones allí reunidos.

Uno de los señores supremos los divisó mientras permanecían acuclillados tras unas rocas. Por suerte, Malys se encontraba en mitad de un complicado conjuro en el que absorbía energía de los objetos allí reunidos, y rehusó distraer su atención de lo que hacía, lo que concedió a Dhamon y a sus camaradas unos segundos preciosos.

El guerrero se abalanzó al frente, con la intención de enfrentarse a Malys. Juró conseguir vengarse por la escama que tenía en la pierna y acabar con la tiranía de la señora suprema. También esperaba morir. Pero les llegó ayuda desde un lado inesperado: Tormenta Sobre Krynn. El gran Dragón Azul arrojó una lanza a Dhamon, una de las Dragonlances originales y una de las armas más antiguas que jamás se habían forjado en Krynn.

En medio de todo el fuego y el caos de aquella noche terrible, la enorme señora suprema resultó gravemente herida por la lanza que blandía Dhamon, y fue arrojada al Mar Sangriento por su rival el Dragón Azul. El imponente Azul obtuvo el poder que Malys buscaba esa noche.

Dhamon estaba seguro de que Khellendros podía matarlos a todos de un solo zarpazo, y que aquel dragón podía convertirse, con sólo pensarlo, en tan poderoso como Takhisis. Sin embargo, en lugar de utilizar la energía mística para ascender a la divinidad, el Azul la usó para activar el antiguo portal, la Ventana. La criatura, a quien los hombres llamaban Skie, concedió a Dhamon y a sus compañeros permiso para marchar, un regalo como reconocimiento a su contribución en desbaratar los planes de la Roja. A continuación, el imponente animal voló a través de la Ventana y desapareció.

Después de que Dhamon y los otros abandonaran la Ventana a las Estrellas, algunos de ellos juraron continuar su lucha contra los señores supremos… a su manera. Su amada Feril regresó a su Kalanesti natal en Ergoth del Sur, diciendo que necesitaba estar un tiempo sola para meditar las cosas, y algo de tiempo para estudiar al Blanco llamado Escarcha. Durante un tiempo, él se dijo que ella regresaría y volverían a estar juntos, y ese pensamiento ayudó a reforzar su ánimo y a mantener su fuego encendido contra los dragones y sus secuaces. Pero transcurrieron las semanas sin recibir noticias de ella, y luego pasaron algunos meses que trajeron con ellos rumores de que había encontrado a otro.

Rig y Fiona, que se habían declarado su mutuo amor y jurado casarse, viajaron a la costa de bahía Sangrienta en el Mar Sangriento de Istar, y Dhamon no hizo el menor intento de mantenerse en contacto con ellos.

El hechicero Palin y su esposa Usha marcharon a la Torre de Wayreth para proseguir sus estudios sobre los señores supremos dragones. Fue Palin quien se mantuvo más en contacto con Dhamon mediante mensajes, tanto mágicos como normales, y quien pidió al antiguo caballero que lo ayudara en diferentes tareas.

La kender Ampolla fue a la Ciudadela de la Luz a estudiar las artes curativas bajo la experta tutela de Goldmoon. Dhamon había oído que le iba muy bien, pero no la había visitado desde que se separaran después de la Ventana.