«—¿Subamos un poco más? — dije yo.
«—¿Treinta mil?
«Decidí jugarme el todo por el todo, y le pregunté si estaba dispuesto a pagar cien mil dólares. Vannax enrojeció violentamente y empezó a sudar como un sapo. Pero respondió que traería esa suma en un plazo de veinticuatro horas.
«Entonces comprendí que tenía en mi poder algo realmente valioso. Pero ¿qué era? ¿Y por qué lo quería ese tal Vannax con tanta desesperación? ¿Qué clase de loco era? Ningún ser humano con sentido común se hubiese tragado semejante cebo; cualquiera habría sido más cauto.»
—¿Cómo era Vannax? — preguntó Wolff.
Oh, era corpulento, de unos sesenta y cinco años bien llevados. Tenía nariz y ojos de águila; el traje era de corte clásico y bastante caro. Parecía tener una personalidad muy fuerte, pero estaba tratando de dominarse y de mostrarse agradable. Y le costaba bastante. Parecía ser de los que no suelen dejarse llevar por delante.
«Yo le dije.
«— Digamos trescientos mil dólares, y es suyo.
«Nunca pensé que aceptaría; creí que se marcharía furioso. En realidad, yo no tenía ningún interés en vender la medialuna, aunque me ofreciera un millón de dólares. Pero Vannax, aunque iracundo, dijo que los pagaría, siempre que le diera otras veinticuatro horas de plazo.
«— Tendrá que decirme antes para qué quiere la medialuna — le dije.
«— Nada de eso! — gritó — Ya es bastante con que me robe, malandrín! ¡Gusano!
«— Salga de aquí antes de que lo eche. O antes de que llame a la policía.
«Vannax empezó a gritar en un idioma extranjero. Fui a mi dormitorio y tomé mi 45 automática. No estaba cargada, pero él no lo sabía, y se marchó, maldiciendo en voz alta hasta que llegó a su Rolls-Royce.
«Esa noche no pude dormir. Sólo a las dos de la tarde logré conciliar el sueño, pero despertaba a cada rato. En uno de esos momentos oí ruidos en el otro cuarto. Me levanté, tomé la cuarenta y cinco, ya cargada, y saqué una linterna del escritorio. Y sorprendí a Vannax en mitad del living, con la medialuna en la mano.
»En el suelo había otra medialuna, traída por él. Lo había sorprendido mientras ubicaba las dos en un circulo completo. En ese momento no comprendí lo que hacía, pero lo descubrí un momento después.
«Le ordené levantar las manos. Lo hizo, pero avanzó un pie para entrar en el circulo. Amenacé con disparar en cuanto hiciera un movimiento, pero él, sin obedecer, puso un pie dentro del círculo. Disparé; la bala le pasó por sobre la cabeza y se incrustó en un rincón del cuarto. Sólo pretendía asustarlo, suponiendo que eso lo haría hablar. Y se asustó lo bastante como para saltar hacia atrás.
«Balbuceaba como un maniático; en un momento me amenazaba, y al siguiente me ofrecía un millón de dólares, siempre retrocediendo contra la puerta. Mi intención era arrinconarlo allí para clavarle la cuarenta y cinco en el vientre. Así lo haría hablar hasta por los codos sobre la medialuna.
«Pero al caminar hacia él pisé dentro del círculo formado por las dos medialunas. —l me gritó que no lo hiciera, pero demasiado tarde. Vannax y el departamento desaparecieron, y me encontré todavía en pie en medio del circulo (aunque no era el mismo), en este mundo. En el palacio del Señor, allá en la cima del planeta.»
Kickaha dijo que en ese momento debió haber sucumbido a la impresión; pero desde la escuela primaria había sido un ávido lector de fantasía y ciencia-ficción. Le era familiar la idea de los universos paralelos y de los dispositivos para trasladarse entre uno y otro, y estaba condicionado para aceptar tales conceptos. En realidad, creía a medias en su existencia. Por lo tanto, su mente era lo bastante flexible como para recuperarse instantáneamente. Aunque asustado, se sentía al mismo tiempo excitado y curioso.
Comprendí en seguida por qué Vannax no me había seguido por la puerta. Las dos medialunas, unidas, forman un circuito. Pero no se activan hasta que un ser vivo irrumpe en esa especie de campo que irradian. Entonces, un semicírculo permanece en la tierra, y el otro pasa a este universo, coincidiendo con otro semicírculo que lo espera. En otras palabras, hacen falta tres media-lunas para formar un circuito. Uno en el mundo hacia el cual se va, y dos en el que se abandona.
»Vannax debió pasar a la Tierra por medio de esas medialunas. Y no podía hacerlo a menos que hubiese otra en la Tierra. De algún modo, jamás sabremos cómo perdió una de ellas. Tal vez la robó alguien que no conocía su verdadero valor. De cualquier modo, debe haberla buscado hasta que leyó ese artículo sobre el objeto que yo había encontrado en Alemania. Al hablar conmigo comprendió que yo no la vendería, y entró en mi departamento con la que tenía en su poder. Cuando lo sorprendí, estaba a punto de completar el circulo para marcharse.
«Debe estar anclado en la Tierra, sin posibilidades de venir mientras no encuentre otra medialuna. Se me ocurre que debe haber otras en la Tierra. La que encontré en Alemania no debe ser la única.»
Finnegan vagó largo rato por el palacio. Era inmenso, de apabullante belleza y exotismo, y estaba lleno de tesoros, joyas y maquinarias. También había laboratorios, o tal vez cámaras de bioprocesamiento. En ellas había criaturas extrañas que se formaban lentamente en cilindros transparentes. Había muchas consolas con dispositivos para su manejo, pero no pudo darse una idea sobre su empleo. Los símbolos que ostentaban todos los botones y palancas le resultaron desconocidos.
— Tuvo suerte. El palacio está lleno de trampas para cazar o matar a los intrusos. Pero estaban desconectadas. Por qué, no lo sé, y no supe tampoco por qué ese lugar estaba deshabitado. De cualquier modo, fue un alivio comprobarlo.
Finnegan salió del palacio y recorrió el exquisito jardín que lo rodeaba, hasta llegar al borde del monolito que le servía de base.
Has visto lo bastante como para imaginar como me sentí al mirar desde allá arriba. El monolito debe tener al menos unos nueve mil metros de altura. Debajo está el nivel que el Señor llamó Atlantis. No sé si el mito terrestre de la Atlántida se basó en esta Atlantis, o si fue al revés.
«Debajo de Atlantis está Drachelandia, y después Amerindia. Lo vi todo de una sola mirada, así como se ve la Tierra desde un cohete. Naturalmente, no pude apreciar los detalles; vi sólo grandes nubes, extensos lagos, mares y los contornos de los continentes. Cada uno de los niveles teñía una zona bastante grande oscurecida por la grada superior.
«Pero logré comprender la estructura de este mundo, similar a la Torre de Babilonia, aunque en ese momento no entendiera por completo lo que veía. Era demasiado extraño, demasiado inesperado, como para captar su gestalt. Para mí no tenía significado.»
Sin embargo, Finnegan comprendió que se hallaba en una situación desesperada. No tenía forma de abandonar la cima de ese mundo, a menos que utilizara las medialunas. Aquel monolito, a diferencia de los demás, era liso como una bola de billar. Y tampoco podía utilizar nuevamente las medialunas, sabiendo que Vannax lo estaría esperando del otro lado.
Aunque no corría peligro de morirse de hambre (había bebida y alimentos de sobra para varios años), no quería ni podía permanecer allí. El propietario podía volver en cualquier momento, y podía tener muy mal carácter. En aquel palacio había cosas que lo hacían sentir muy intranquilo.
— Pero vinieron los gworl — dijo Kickaha —. Supongo…, es decir, sé que vinieron de otro universo, por una entrada similar a la que se abrió para mí. En ese momento yo no tenía modo de saber cómo ni por qué estaban allí. De cualquier modo, me sentí muy feliz de haber llegado antes. Si hubiese caído en sus manos…! Más tarde comprendí que eran espías de otro Señor, que los había enviado para apoderarse del cuerno. Yo había visto ese instrumento en mis recorridas por el palacio, y hasta lo había probado. Pero no conocía la combinación de notas que lo ponía en funcionamiento. En realidad, ni siquiera sabia cuál era su utilidad.