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»Los gworl invadieron el palacio; eran cien, o tal vez mas. Afortunadamente, los vi a tiempo. En cuanto llegaron, su inclinación al asesinato los puso en problemas. Trataron de matar a algunos de los Ojos del Señor, esos enormes cuervos que vivían en el jardín. Los animales no habían presentado objeción ante mi presencia; quizá me creyeron invitado, o no me vieron aspecto peligroso.

»Cuando los gworl trataron de degollar a uno de ellos, los demás los atacaron. Los monstruos se retiraron hacia el palacio, seguidos por las grandes aves. El sitio se llenó de sangre, plumas, pedazos de pellejo; hubo también unos cuantos cadáveres de ambos bandos. Mientras se desarrollaba la batalla, vi que un gworl salía de un cuarto llevándose el cuerno; se fue por los corredores, como si buscara algo.

«Finnegan siguió al gworl hasta otra habitación, del tamaño de dos hangares destinados a cobijar dirigibles. Allí había una pileta de natación y varios artefactos interesantes, pero enigmáticos. Sobre un pedestal de mármol había un gran modelo dorado del planeta, adornado con varias piedras preciosas en cada uno de los niveles. Finnegan descubriría más tarde que estaban dispuestos simbólicamente para indicar los diversos puntos de resonancia.»

—¿Puntos de resonancia?

Si. Los símbolos eran claves mnemotécnicas que indicaban la combinación de notas necesaria para abrir las entradas en ciertos puntos. Algunas puertas daban a otros universos, pero otros eran pasos entre los distintos niveles de este mundo. Eso permitía al Señor viajar instantáneamente de una a otra grada. Junto con esos símbolos había diminutos modelos en los que se indicaban las características más destacadas de los puntos de resonancia.

El gworl que se había apoderado del cuerno debía haber recibido instrucciones que le permitían descifrar los símbolos. Parecía estar buscando al Señor para asegurarse de que el cuerno era el verdadero. Tocó siete notas hacia la piscina, y las aguas se abrieron, descubriendo un pedazo de tierra seca, rodeada por árboles de color escarlata, bajo un cielo verde.

«Era el escondrijo por el cual el Señor original entraba al nivel de los atlantes, a través de la piscina. Yo no sabía aún hacia dónde conducía la entrada, pero comprendí que era mi única oportunidad para escapar del palacio. Me adelanté velozmente por detrás del gworl, le quité el cuerno de la mano y lo empujé hacia la piscina, no hacia donde estaba la entrada, sino dentro de las aguas.

«Nunca se oyeron tales gritos, chillidos ni chapaleos. Los gworl concentran en el temor al agua todo el que no sienten hacia otras cosas. El monstruo se hundió, salió escupiendo y gritando, y se las compuso para aferrarse del borde de la puerta. Debes saber que una puerta entre dos universos tiene bordes definidos, aunque cambiantes.

«A mis espaldas se oyeron gritos y rugidos. Diez o doce gworl, armados con grandes cuchillos sangrientos, entraron a la habitación. Me lancé de cabeza en el agujero, que ya comenzaba a cerrarse; era tan pequeño que me raspé las rodillas al pasar, pero logré hacerlo, y la entrada se cerró. Al hacerlo, cercenó ambos brazos al gworl que trataba de salir del agua para seguirme. Tenía el cuerno en mis manos, y por el momento había escapado a su persecución.

Kickaha sonrió, como si el recuerdo le resultara placentero. Wolff observó:

El Señor que envió a los gworl como avanzada es el que rige ahora, ¿verdad? ¿Quién es él?

Arwoor. El Señor ausente se llamaba Jadawin, y debió ser el que se entrevistó conmigo bajo el nombre de Vannax. Arwoor se trasladó aquí, y desde entonces trata de encontrarme para apoderarse del cuerno.

A grandes rasgos, Kickaha narró sus aventuras desde que llegara al nivel atlante. Durante veinte años terrestres había vivido en un nivel u otro, siempre disfrazado. Ni los gworl ni los cuervos, que ahora servían al nuevo señor, Arwoor, habían dejado de buscarlo. Pero hubo largos períodos, a veces de dos o tres años, en que nadie lo perturbó.

— Un momento — interrumpió Wolff —. Si estaban cerradas las puertas entre los distintos niveles, ¿cómo bajaron los gworl para perseguirte?

Tampoco Kickaha lo había comprendido entonces. Sin embargo, al ser capturado por los gworl en el nivel del Jardín, los había interrogado, y obtuvo algunas respuestas. Los gworl habían descendido hasta Atlantis por medio de sogas.

—¿Sogas de nueve mil metros?

Claro. ¿Por qué no? El palacio es un fabuloso depósito. Yo también pude haber encontrado las cuerdas, si hubiese dispuesto de tiempo suficiente. De cualquier modo, el Señor Arwoor les había ordenado llevarme vivo, — aunque tuvieran que dejarme escapar. Quería so meterme a exquisitas torturas. Los gworl dijeron que Arwoor había desarrollado algunas técnicas nuevas y refinadas, además de mejorar las ya existentes. Ya puedes imaginar cómo sudaba yo en el viaje de regreso.

Una vez capturado, llevaron a Kickaha a través de Okeanos, hasta la base del monolito. Mientras lo escalaban, un Ojo del Señor los detuvo. Había llevado al Señor las nuevas de la captura, y traía órdenes: los gworl debían dividirse en dos grupos. Uno continuaría con Kickaha, y el otro regresaría hasta el Jardín. Así, si el hombre que ahora estaba en posesión del cuerno pretendía pasar al otro lado, se lo capturaría, y llevarían el cuerno al Señor.

Supongo — dijo Kickaha — que Arwoor te quería también prisionero, pero olvidó dar la orden, o la dio por sobreentendida, sin tener en cuenta que los gworl son literales y poco imaginativos.

«No sé por qué capturaron a Criseya. Tal vez pensaban ofrecerla como prenda de paz al Señor. Los gworl saben que está descontento con ellos, por el tiempo que tardaron en capturarme, y tal vez pensaron aplacarlo llevándole la prenda más apreciada del antiguo Señor.

Entonces — dijo Wolff — el actual Señor no puede pasar de un nivel a otro por los puntos de resonancia.

Sin el cuerno, no. Y apostaría a que en estos momentos está sudando de miedo. Los gworl podrían muy bien utilizar el cuerno para pasar a otro universo y ofrecerlo a otro Señor. Lo único que lo impide es su ignorancia con respecto a los puntos de resonancia. Si descubrieran uno… De cualquier modo, si no lo intentaron en la roca, no creo que lo hagan en otro sitio. Son viciosos, pero no inteligentes.

Y si los Señores gozaban de un dominio tan amplio sobre la ciencia, ¿cómo es que Arwoor no utiliza aeroplanos para viajar?

Kickaha rió por largo rato.

Esa es la broma — explicó después —. Los señores son herederos de una ciencia y de un poder que sobrepasa en mucho a los de la Tierra. Pero los científicos y técnicos de su raza han muerto, y los actuales no saben sino operar los mecanismos, sin poder repararlos ni explicar los principios por los cuales actúan.

«En la lucha milenaria por el poder perecieron todos, salvo unos pocos. Esos pocos, a pesar de sus inmensos poderes, son ignorantes. Son sibaritas, megalomaníacos, paranoicos, lo que quieras, pero no científicos.

»Es posible que Arwoor sea un Señor derrocado. Huye para preservar su vida, y si logró apoderarse de este mundo es sólo porque Jadawin estaba ausente. Vino al palacio con las manos vacías, y sólo dispone de los poderes existentes en ese sitio; ni siquiera sabe controlarlos todos. Es uno de los principales en este juego de universos musicales, pero de cualquier modo está en desventaja.»

Kickaha se quedó dormido. Wolff, que estaba en su primera guardia, miró fijamente hacia la oscuridad. La historia no le resultaba increíble, pero notaba ciertos vacíos en ella. Quedaban muchas cosas por explicar. Y además estaba Criseya. Recordó aquella dolorosa belleza, aquel rostro de delicado perfil, sus ojos enormes con pupilas de gato. ¿Dónde estaba Criseya, en qué estado se encontraba? ¿Volvería a verla alguna vez?