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Como El hechiceroforma parte del limitadísimo territorio de los textos redescubiertos de VN, es un ejemplo muy apropiado de la prosa asombrosamente original que Nabokov-Sirin escribía en sus años más maduros —y últimos— como novelista en su lengua materna (de hecho, no mucho antes de escribir El hechicero,había terminado su primera gran obra en inglés, La verdadera vida de Sebastian Knight,y 1940 sería el año de nuestro trasplante a los Estados Unidos).

Por si alguien albergara aún dudas acerca de la autoría de ese otro libro, bastará una rápida comparación de su substancia y su estilo con los de El hechiceropara darle el tiro de gracia a ese moribundo canario.

Quizá sea adecuado, no obstante, reseñar brevemente lo sucedido. A comienzos de 1985, en la revista parisiense El mensajero del movimiento cristiano ruso,publicada en este último idioma, el profesor Nikita Struve, catedrático de la Sorbona, afirmó con firme convicción que Novela con cocaína,de un tal «M. Agueyev», escrita en Estambul a comienzos de los años treinta y publicada poco después en París por Núme ros,otra revista de la emigración rusa, era en realidad obra de Vladimir Nabokov.

En apoyo de su tesis, Struve aducía frases de No vela con cocaínaque, según él, eran «típicas de Nabokov». Las afirmaciones de Struve fueron posteriormente recogidas en una carta al Times Literary Supplementfirmada por Julián Graffy, de la Universidad de Londres, el 9 de agosto de 1985. Graffy se refería en ella al «detallado análisis» que hacía Struve de «los temas secundarios, los mecanismos estructurales, los campos semánticos [y vaya usted a saber qué es eso] y metáforas de N con C,todos los cuales resultan, de acuerdo con las numerosas citas y comparaciones..., quintaesencialmente nabokovianos.»

Posteriormente ha habido otros ecos de la teoría de Struve en varias publicaciones europeas y norteamericanas.

Se pueden citar numerosas deficiencias en el estilo de Agueyev —formas patentemente incorrectas, por ejemplo, como «zachikhnul»(por «estornudó») o «ispol 'zovyvat»(por «utilizar»)— que son evidentes para cualquier persona que sepa ruso. Es pasmoso que un especialista en lengua y literatura rusas de la Sorbona, como ocurre en el caso de Struve, o un catedrático de la Universidad de Londres que está especializado en estudios eslávicos, como Graffy, hayan confundido las locuciones a menudo vulgares o incorrectas que emplea el incompletamente formado Aguayev, con el preciso y sutil estilo de Nabokov. Tal como señala Dmitri Savitzky en un artículo que refuta la teoría de Struve y que ha sido publicado por la revista en lengua rusa Pensamiento ruso(París, 8 de noviembre de 1985), el ruso de Nabokov posee el ritmo impecable de la poesía clásica, mientras que el de Agueyev es «forzado, avanza a sacudidas, y es irregular». Basta echar una ojeada al estilo de Agueyev para que no sea necesario refutar los demás argumentos de Struve.

En su libro de 1986, Field ventila la hipótesis de que Novela con cocaínapudo haber sido un engaño deliberado por parte de Nabokov o de alguna otra persona. Y termina afirmando, no obstante, que «puede decirse con absoluta certidumbre... que hay algúnvínculo entre Sirin y la obra de Agueyev», porque resulta que hay una asonancia parcial entre los nombres de Sinat, un personaje de Agueyev, [12] y el Cincinnatus de Nabokov que aparece en Invitado a una decapi tación.

El establecimiento del vínculo Sinat-Cincinnatus pertenece al mismo tipo de erudición que, por ejemplo, la hinchadísima faramalla que organiza el propio Field acerca de cierta relación extraconyugal, la memez de una supuesta inclinación secreta a la bebida, las absurdas conjeturas que hace en torno a la muerte de mi padre, o su pretensión de que Nabokov, en las cartas que dirigía a su madre, solía llamarla «Lolita» (con lo que Field construye el típico castillo de naipes marcados). En este último caso su argumentación es la siguiente: con la reserva propia de los caballeros, mi padre había preferido omitir el apelativo cariñoso con el que habitualmente se dirigía a su madre, cuyo nombre era Héléne, en las copias de las cartas que le mostró a Field antes de que Field dejara entrever su verdadero talante. Tras haber gastado, imagino, numerosas lupas, Field vislumbró la huella de «la cola o sombrero» de una tcirílica al borde del espacio en blanco donde había sido suprimido el saludo (por cierto que la tminúscula del alfabeto cirílico, cuando está escrita a mano, suele parecerse a una mminúscula del alfabeto latino, y, por lo tanto, no tiene cola ni sombrero). Debido a este detalle, y a que la palabra suprimida era «de unas siete letras», y también porque mi padre le había contado que «Lyolya» era un diminutivo ruso muy corriente del nombre «Héléne», así como por Dios sabe qué otros motivos, Field llega a la conclusión (no sin mostrar cierto escándalo) de que ese apelativo íntimo era «seguramente Lolita», y, cosa típica en él, pasa a referirse a este absurdo, en páginas posteriores de su libro, como si se tratara de un hecho demostrado.

No solamente «Lolita» tiene seis letras, y no siete; no solamente la derivación latina hubiera sido inconcebible en los parámetros de la etimología rusa, en donde las raíces del castellano no disfrutan del mismo favor que las del francés o el inglés; sino que la palabra borrada, en un intento de preservar la intimidad o por respeto a la memoria de la madre, era el término ruso «radost'»(«alegría», «queridísima»). Se trata del saludo habitual con el que Nabokov se dirigía a su madre, y, naturalmente, obran en nuestro poder las cartas originales, que demuestran que así es. Además, «Lolita Haze» era «Juanita Dark» en las primeras versiones de la novela, y la sustitución sólo se produjo cuando el manuscrito se encontraba en una fase muy avanzada .Esto por lo que se refiere a ese «seguramente Lolita».

Pero dejemos a Field entre sus ruinas y vayamos a visitar de nuevo otro rincón de papeles desechados, a fin de enterrar el asunto Agueyev, que si aquí nos importa es debido a la marcadísima disimilaridad que media entre su obra y El hechicero.

Las investigaciones llevadas a cabo por Frank Williams, que escribió la crítica de la traducción inglesa del libro de Agueyev en el T.L.S.del 5 de julio de 1985; por el periodista literario francés Alain Garric, que viajó a Estambul para preparar un largo artículo sobre este tema para Libération; ypor otros, ha confirmado la siguiente serie de acontecimientos.

Después de la primera aparición de Novela con cocaínaen Números,que provocó cierta curiosidad en los círculos de emigrados, una dama rusa que vivía en París, Lyfia Chervinskaya, recibió el encargo de buscar la pista de «Agueyev» con la ayuda de sus padres, que, casualmente, vivían en Estambul, lugar desde el cual había sido remitido el manuscrito. Chervinskaya le encontró allí, recluido en un sanatorio mental porque sufría temblores y convulsiones. Después de haber sido rescatado por el padre de esa dama, Agueyev trabó amistad con la familia y se hizo íntimo de Chervinskaya, a la que confió su verdadero nombre —Mark Levi—, así como su complicada y abigarrada historia; Levi tuvo que huir a Turquía tras haber matado a un oficial del ejercito ruso, y había vivido obsesionado por las drogas.