– No fue más que una tontería hace muchos años; nadie perdió nada. Entonces las reglas eran más relajadas; pero si salieran a la luz ahora… Bueno, prefiero no arriesgarme.
– Supongo que no se te ocurrió defender tu derecho sobre mí.
– Sé realista, cariño, tengo una carrera por hacer y él nunca me quitaría las garras de encima. Tenía un dossier completo. Probablemente tenga también uno sobre ti.
– No digas tonterías -dijo ella, aunque no estaba tan segura de que lo fueran.
– Rebecca, no seas ingenua. No tienes ni la más ligera idea de cómo es de verdad este hombre. Es insensible, peligroso, despiadado. Y sea lo que sea lo que haya entre vosotros, va a ser igual de despiadado contigo. Ann, querida, aquí.
– Sí, ya he hablado contigo más de lo que es seguro, ¿no? -dijo Rebecca con desprecio, y se marchó sin mirar atrás.
Los dos días que aún tuvo que esperar hasta el regreso de Luca le parecieron los más largos de su vida.
A veces se decía a sí misma que lo que pensaba no podía ser cierto. El tiempo que habían pasado juntos le había parecido glorioso, una luz en la vida gris que llevaba, pero sabía que se debía únicamente a la compatibilidad sexual. Se dio cuenta de que había estado perdida en un delirio de gozo físico y no había considerado la personalidad del hombre, o quizá había decidido mirar hacia otro lado, consciente en su interior de que encontraría demasiadas cosas que no le gustarían.
Lo había escuchado dándole instrucciones por teléfono a Sonia, hablando de sus asociados con total indiferencia como rivales, pero se había quitado la idea de la cabeza, haciéndose creer que en un mundo de tiburones tenía que actuar con las mismas armas para sobrevivir. Se había negado a ver la clase de hombre en que se había convertido, aunque había tenido la idea en la cabeza todo el tiempo.
Ahora que sabía que lo que Danvers le había contado era cierto sólo quería oírlo de los labios del propio Luca. Indicó en recepción que la avisaran en cuanto llegara, lo cual ocurrió por la tarde. Dos minutos después estaba llamando a su puerta. Él abrió sonriente.
– Justo te estaba llamando -dijo, y la metió en la habitación comiéndosela a besos.
– Luca… -empezó, pero como siempre la pura explosión sexual del beso le cambió el mundo, haciéndole olvidar todo lo demás. Él ya le estaba quitando la ropa; tenía la habilidad de encenderla con un solo gesto, un beso, un dedo en su rostro. Después, una reacción en cadena que, como la lava, no se podía detener hasta llegar al fin. Cuando ya estuvo desnuda vio una mirada en los ojos de Luca que acabó de derretirla; era como si fuera la primera vez que la veía así. Vagamente reconoció que era algo que él tenía, que nunca se mostraba indiferente, que ella le gustaba de la misma manera que hacía tanto tiempo. Después de casi una semana su pasión era casi incontenible, igual que la de ella.
Cuanto sabía de él no disminuía su deseo, y aquello era lo que más la asustaba. Le devolvió el placer que él le proporcionaba, consciente de que su cuerpo respondía sin el consentimiento del cerebro.
Cuando hubieron terminado, Luca se apoyó en un brazo y la miró con verdadero deleite. A Rebecca siempre le había gustado aquella expresión en sus ojos, pero en aquel momento regresaron los pensamientos y miedos que había dejado a un lado, y con ellos la conciencia de que se había impuesto a su resistencia sin siquiera intentarlo. Tenía demasiado poder sobre ella, y si no se resistía en aquel momento sería demasiado tarde.
– Quiero hablar contigo.
– ¿No puede esperar?
– Ya ha esperado demasiado. Quería hablar nada más llegar, pero, bueno…
– Pero nos deseamos demasiado para hablar. ¿Importa algo más?
– Sí, yo creo que sí. Ha ocurrido algo sobre lo que tenemos que hablar.
– De acuerdo, dímelo.
– Hace un par de días fui a una recepción del hotel y vi a Danvers. Quiso evitarme -le explicó, mirándolo a los ojos, en los que vio una expresión de recelo-. ¿Es verdad lo que me dijo, que lo advertiste de que se fuera?
– De acuerdo, de acuerdo. Sí lo hice.
Ella se levantó y se empezó a vestir a toda prisa. Aunque esperaba la respuesta, no estaba preparada. Él también se vistió mientras la miraba con expresión sombría.
– ¿Te has atrevido a dictar a quién puedo o no puedo ver? -le preguntó ella cuando terminó de ponerse toda la ropa.
– Necesitaba tener el campo libre para acercarme a ti, así que me deshice de la competencia. No te pongas tan trágica; los hombres hacen eso todos los días.
– ¿Cuántos hombres son como tú, Luca? Danvers me contó que lo amenazaste con algo de su pasado, que habías recopilado un dossier. Eso te ha debido de llevar tiempo. Ya sabías de su existencia antes de venir, ¿verdad? Y no sólo sobre él. Me diste la pista la primera noche, pero no quise hacerle caso.
– ¿Qué pista?
– Enseguida me llamaste señora Hanley. Por supuesto podías haberte imaginado que era mi nombre de casada o alguien te lo dijo, pero la verdad es que ya lo sabías, ¿o no? -preguntó, pero él no respondió-. Dime, Luca, ¿aquel encuentro de verdad fue una sorpresa para ti?
– No.
– Sabías quién era. Sabías que había estado casada, y mi apellido de casada. Lo sabías todo antes de que llegara a la casa.
– Sí.
– En otras palabras, también tenías un dossier sobre mí.
– ¿Importa? -preguntó él encogiéndose de hombros.
– ¿Qué si importa? Claro que importa. Todo este tiempo había pensado que nos habíamos encontrado por casualidad, y tú dejaste que lo creyera. Pero lo habías planeado, lo tenías todo calculado. Me has engañado.
– ¡Nunca te he engañado! -gritó él-. ¡A ti no!
– ¿Sólo a todos los demás?
– ¿Qué importan los demás? Quería encontrarte y te he encontrado.
– ¿Cómo? Dándome caza como si fuera un bloque de acciones, ¿no? Luca Montese, el financiero depredador, se pone a tiro la presa y hace un movimiento para cazarla.
– Si buscas a alguien lo dejas en manos de expertos. ¿Qué hay de malo en eso?
– Nada, si me lo hubieras contado. Pero me has hecho creer que había sido la vida.
– La vida sola no hace nada. Tienes que decirle hacia dónde ir y asegurarte de que lo hace. Tu padre habría dicho lo mismo.
– No hables así. Te hace parecerte a él, y no quiero.
– Entonces dime lo que quieres.
– Quiero volver el reloj a antes de que esto pasara. Nunca habías sido así.
– Te equivocas. Siempre he sido así, pero tú no lo veías.
– Entonces me alegro de no haberlo visto. Porque yo nunca habría amado a un matón calculador que deforma los hechos y a las personas con tal de conseguir lo que quiere. Eso es lo que hacía mi padre y no puedo soportarlo. Si te has convertido en él estropea todo cuanto tuvimos y yo quería guardarlo.
– No podemos guardarlo. Se rompió hace mucho -gritó él-. Hemos creado algo nuevo y es eso a lo que te tienes que aferrar. No lo arriesgues sacando cosas que no importan.
– ¿Qué no importan? Tú no tienes ni idea de lo que importa y lo que no. Dices que hemos creado algo nuevo, pero ¿qué es lo que hemos creado, si se basa en mentiras?
– Tenía que encontrarte, Becky -repitió él-. Y no podía dejar que nada se interpusiera.
– No, nada se interpone en tu camino, ¿verdad, Luca? Desde luego no el honor o el juego limpio o el comportamiento decente, y menos los sentimientos de la gente, nada. Ahora veo un montón de cosas.
– Tenía que encontrarte. Era más importante de lo que te puedas imaginar.
– ¿Por qué no eres sincero, pues? Todas las bonitas fantasías acerca del destino con las que me ilusionaste. Y era mentira porque estaba todo arreglado. Luca, ¿exactamente cuánto sabías sobre mí aquella noche en casa de Philip Steyne?
– Bastante -admitió sin ganas.