Antes de que Em pudiera detenerlo, Jonas tomó las manos de ella entre las suyas y las retuvo con firmeza, mirándolas con una sonrisa burlona.
Podía ver que eran unas buenas manos. Tenían las huellas de mucho uso, de ser lavadas cien veces al día, todos los días de la semana durante años, entre paciente y paciente. No eran como las manos de las mujeres que él frecuentaba, pensó Jonas, pero le parecían maravillosas.
– Gracias, Emily -dijo con sencillez, y luego hizo lo primero que se le ocurrió y que no pudo dejar de hacer.
Allí mismo, entre el ajetreo del pasillo del hospital, con gente yendo de un lado a otro a cada segundo, la estrechó entre sus brazos y la besó.
Y, cuando al fin la soltó, la vida de Em había cambiado para siempre.
– ¡No me interesa Jonas Lunn!
Se repitió Em mientras conducía de regreso. Y durante toda la tarde y toda la noche, mientras trabajaba no dejó de repetir la cantinela. «Es un soltero encantador, con un atractivo de muerte. Te ha besado por agradecimiento, y no significa nada. Y aunque significara algo… aunque se sintiera atraído por ti como tú te sientes por él…, sólo estará aquí por poco tiempo, mientras su hermana esté en tratamiento, y luego se marchará. ¡Y cuando se haya ido, tú tendrás que seguir con tu vida!»
Pero la cosa no era tan simple. La cantinela tenía sus fallos. Porque…
– ¡Es guapísimo! -exclamó Lori cuando Em llegó esa noche para curar las quemaduras de su pequeño paciente. Lori la estaba mirando mientras le cambiaba los vendajes a Robby y le hacía los ejercicios. Pero Lori no estaba pensando en Robby, sino en Jonas-. Es uno de los hombre más atractivos que he visto jamás -aseveró observando con interés cómo su amiga se ruborizaba y arqueaba las cejas-. ¡Eh! ¡Y tú también lo piensas!
– Claro, como que estoy a régimen de sexo -rebatió Em con una sonrisa. Estaba haciendo grandes esfuerzos para bromear-. He de reconocer que últimamente mi relación con el viejo Bernard está siendo un poco dura. Sus ronquidos están saliéndose de madre y, francamente, en comparación, Jonas Lunn no está mal del todo.
– En comparación con un chucho apolillado que sólo se dedica a dormir y que no sabe otra gracia que hacer que la gente se tropiece con él cuando menos lo espera. Vaya, eso es algo… – Lori miraba cómo Em masajeaba con suavidad las piernas de Robby-. Robby está evolucionando muy bien.
– Así es -contestó sonriéndole al bebé, que la miraba feliz y también sonreía. Robby sonreía incluso cuando le hacía daño, y al pensarlo, el corazón se le encogió. Maldición. Primero Robby y luego Jonas se estaban colando dentro de su corazón. Bernard tenía una competencia muy dura esos días.
– Desde mañana, Robby va a tener dos hermanos y una hermana -le comunicó Lori, y Em puso cara de sorpresa.
– ¿Quieres decir que los hijos de Anna van a venir aquí mientras la operan?
– Sí. Anna y Jonas vinieron hace dos horas a recoger a los niños y a organizar una estancia más larga para ellos. Al parecer, el cirujano quiere intervenirla lo antes posible y, ya que se ha decidido, no ve ninguna razón para posponerlo. Así que la operarán mañana. De hecho, a ella le habría gustado que lo hicieran esta misma tarde.
– No me extraña -dijo Em pensativa-. Así que Jonas te está endosando a los chicos.
– No seas injusta -amonestó Lori-. Él estará yendo de un lado a otro para visitar a Anna. Se ha ofrecido a trabajar contigo, lo cual me parece una idea excelente, y no tiene ni idea de cómo tratar a los niños. Además, apenas los conoce. Tenemos suerte porque, por primera vez, la casa no está llena. Kate y Anna, las gemelas que han estado conmigo mientras sus padres se aclaraban, se marcharon ayer, no han mandado a nadie desde Sydney y el único que queda es Robby.
Cuando Em terminó de curar a Robby, Lori lo alzó y lo abrazó.
– Eso nos deja a ti y a mí solos esta noche, ¿verdad, pequeñajo? -pero Robby apretó los labios, se puso rígido y estiró los bracitos hacia Em, dejando bien claro por quién sentía más afecto. Lori se lo pasó con un gesto de preocupación-. Todavía está muy apegado a ti, Em.
– Quizá fuera mejor si no lo viera más -dijo Em, pero al decirlo se le encogió el corazón. Tenía que endurecerse. No podía encariñarse con un paciente, aunque fuera un niño-. Supongo que ahora Jonas vendrá cada día a ver a sus sobrinos, y podría cambiarle los vendajes.
– Lo que deja a Robby sin nadie -contestó Lori.
– Lo deja contigo. Volverá a crear un vínculo con alguien, y no debería ser conmigo:
– Entonces, no sé con quién se vinculará -dijo Lori-. Sería desastroso que se apegara a mí. Soy solamente una madre de acogida temporal. Tengo que conseguir que su tía acepte que lo acoja una familia.
– ¿Sigue sin querer aceptar?
– No. Dice que la gente pensará que no le importa el niño, y que mandarlo a una familia de acogida es traicionar a su hermana.
– Así que prefiere dejarlo en un orfanato…
– Ante la duda, no hagas nada -sentenció Lori en un tono de voz que denotaba cansancio.
– Quizá podamos pedirle a Jonas que hable con ella -sugirió Em-. Es capaz de hacer sangrar a las piedras.
– Sí que puede -Lori miró a su amiga con atención-. ¿Estás segura de que no estás interesada en él?
– No estoy interesada en él.
– Pues… -Lori la miró de arriba abajo, observando con qué cariño abrazaba al niño-. No te creo.
– Será mejor que me creas. Y si encuentras a Jonas tan atractivo, ¿por qué no lo intentas tú con él?
– ¡Magnífico! -exclamó riendo Lori-. No gracias. Ya tengo a mi Raymond, que es bastante más sexy que tu Bernard.
– Habría que verlo -dijo Em pensando en el novio de Lori, el contable de Bay Beach, con una sonrisa picarona-. Se parecen bastante por la cintura. Y con lo corpulento que es Ray, seguro que roncan igual.
Lori sonrió abiertamente.
– Vale, tienes razón. Pobre Raymond. Pero se ha tomado en serio lo que le dijiste sobre los riesgos que corre su corazón y lleva semanas haciendo régimen.
– Eso es estupendo -dijo Em algo sorprendida.
– Pero no sirve de mucho -añadió Lori-. Tiene suerte de que me guste rellenito. Está siguiendo la dieta del agujero del donut.
– ¿La dieta del agujero del donut?
– El agujero del donut es lo que queda cuando le quitas el centro a un donut -explicó Lori-. En vez de comer donuts enteros, se come sólo los agujeros. Según dice, las calorías se quedan en la parte que has quitado. De todos modos, lo quiero. Si no estuviera tan liada con mis niños, puede que hasta me casara con él, pero parece que se conforma con la situación que tenemos ahora.
– Es afortunado.
– Yo soy la afortunada -Lori dejó de sonreír-. En serio, Em. Vas a compartir la casa con Jonas durante los próximos tres meses. Si yo fuera tú…
– Si yo fuera yo, tendría mucho cuidado -dijo Em con convencimiento-. A diferencia de ti, yo no puedo permitirme una vida amorosa. En serio, Lori, ¿sabes lo que pasaría si me enamorara de Jonas Lunn?
– No -suspiró Lori-. No lo sé. Pero tengo la impresión de que estás a punto de decírmelo.
– Sí -ya no había quien parara a Em-. Una de dos. Podría ser que me enamorara perdidamente, que él correspondiera plenamente a mi pasión y que yo lo dejara todo y siguiera al hombre de mis sueños adonde fuera.
– No necesariamente. Él podría quedarse aquí.
– Venga, Lori. ¿Crees que un hombre como Jonas podría ser feliz ejerciendo la medicina en Bay Beach?
– Quizá no, pero…
– O podría ser que tuviéramos un romance loco y apasionado y que, cuando él se marchara, se me rompiera el corazón y me quedara para el resto de mi vida como la señorita Haversham de la novela de Charles Dickens.
– ¿Qué? ¿Rodeada de ratas frente a la tarta nupcial? -miró a Em con expresión de duda-. ¡No lo creo! Bernard se las arreglaría para comerse la tarta y tus pacientes harían cola en la consulta aunque llevaras el vestido de novia. Em, ¿no crees que estás exagerando?