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Jonas la miraba sin comprender nada. No tenía ni idea de lo que ella decía. ¡Estaba tan ciego…!

– Estás dramatizando.

Sabiendo que eso no era cierto, Em se dirigió a abrir la puerta.

Ella amaba y necesitaba. Y estaba ansiosa por ser amada y necesitada también. No era sólo el pequeño que sostenía en brazos quien le despertaba esos peligrosos sentimientos.

¡Era Jonas Lunn!

CAPÍTULO 8

PASARON dos semanas desde la operación de Anna. El trabajo y la vida doméstica cayeron en una rutina que Em consideraba aceptable, siempre y cuando no se inmiscuyeran sus estúpidos sentimientos.

Cuando le quitaron la sonda, Anna pudo volver a casa, y los niños fueron también. No consintió que su hermano se quedara-con ellos, así que Jonas tuvo que quedarse en casa de Em, aunque a ella no le pareciera demasiado prudente. Lo que Anna sí permitió fue que Jonas organizara para ella algo de ayuda externa.

Jonas estaba frustrado por la poca ayuda que podía darle a su hermana. ¡Lo dejaba hacer tan poco…!

Con la excusa de conocerlos mejor, insistió en pasar algún rato cada día con Ruby, Sam y Matt. Puesto que Anna necesitaba ayuda en el cuidado de sus hijos, esa era una forma velada de dársela. Jonas también se volcó en trabajar para la ciudad y hacía lo que podía.

Al menos, Em era un médico experto, pensó mientras trabajaba con ella. Podía confiar en que cuidara bien a Anna. Y como él era temporalmente su socio, le dejaba suficiente tiempo para que lo hiciera bien.

Em lo habría hecho de todos modos, pero sin su ayuda, no habría tenido tiempo para Robby ni para ella misma. Con tanto trabajo, le habría dado un ataque nervioso.

Em no estaba obsesionada por el trabajo, pero le resultaba imposible rehusar su ayuda. Nunca decía que no, sin importarle lo cansada que estuviera, o que hubiera mucha gente esperando en la consulta.

Así que él la había salvado temporalmente. Pero cuanto más la veía, cuanto más veía su actuación como médico y el cariño con que cuidaba a sus pacientes, más se preguntaba cómo iba a poder marcharse cuando Anna terminara la radioterapia:

Una idea comenzaba a nacer en el fondo de su mente.

La recuperación física de Anna era excelente, pero Jonas y Em no estaban seguros de si también se estaba recuperando emocionalmente.

Anna leyó, toda la información sobre su caso y, deliberadamente, la dejó en el hospital. Los libros decían que había más de un noventa por ciento de supervivencia, lo mismo que le habían dicho los médicos. No estaba mal. El oncólogo le había dicho que si se sometía a quimioterapia, las posibilidades eran aún mayores. Pero eso significaba meses de depender de la ayuda de otras personas, y por eso rechazó esa opción.

Así que viviría, pero en sus propios términos. Concertó las sesiones de radioterapia, pero rechazó la oferta de Jonas de alquilar un apartamento y decidió que viajaría a Blairglen cada día.

– Puedo seguir siendo independiente -dijo-. Lori cuidará de los niños durante el día y podré estar con ellos por la noche.

Lori, que estaba a punto de regresar, accedió.

– No es la solución más fácil para ti -le dijo Em-.

Tanto viajar te cansará mucho.

Pero Anna no estaba dispuesta a ceder.

– No quiero depender de Jonas más de lo que ya dependo -sentenció Anna.

Em pensó que estaba alejando a su hermano lo más posible. Y también estaba alejando a Jim.

El jefe de bomberos había ido a la consulta de Em con el pretexto de haberse torcido un meñique, pero en realidad quería decirle lo preocupado que estaba por Anna.

– No deja que la ayude en nada -le dijo con amargura-. No deja que me acerque.

Em no podía darle ningún consejo. Si hubiera podido hacer algo, ya lo habría hecho.

Las horas que había pasado con Jonas y con los niños le parecían un sueño. Desde que se habían ido los hijos de Anna, ya no tenía la sensación de ser una familia. Con la ayuda de Amy, podía cuidar de Robby sin la ayuda de Jonas, y eso era lo que Jonas parecía querer. Así que cada vez era menos necesario que estuvieran juntos.

Pero esa separación le dolía. Em estaba triste. Incluso su perro estaba triste y había vuelto a sus costumbres perezosas. Y Jim también se sentía lastimado.

– ¿De verdad quieres que haga algo con este dedo? -le preguntó Em mientras lo examinaba-. Puedo enviarte a un traumatólogo para que te lo arregle, pero me parece que te lo rompiste hace años. ¿Te está molestando ahora?

– Sí, bueno… Me lo rompí hace años y, en realidad, no me molesta -reconoció-. Necesitaba una excusa para hablar contigo.

– Lo sospechaba…

– ¿Te llevas mejor con su hermano que yo con Anna?

Em frunció el ceño y disimuló.

– No sé a qué te refieres.

– Quiero decir que hay dos Lunn -dijo Jim con tristeza-. Hay dos personas que están luchando por no comprometerse. Al menos el tuyo está viviendo contigo. Trabajando a tu lado…

Em pensó que de poco le servía. Era verdad que trabajaba menos pero, en los demás aspectos, le estaba haciendo la vida imposible.

Lori regresó a Bay Beach al día siguiente, contenta, optimista y lista para volver a ser una madre de acogida.

– Ray está fuera de peligro. Su operación fue muy bien -les dijo a Em y a Jonas-. Ahora sólo necesita consejos dietéticos y podrá volver a trabajar. Como yo mañana.

– Te hemos echado de menos – Dijo Jonas cuando Lori pasó a visitarlos. Acababan de cenar y Em le estaba dando el biberón de la noche a Robby y lo mecía para que se durmiera.

Em miró a Jonas de reojo y dijo en un tono que no ocultaba su resentimiento:

– Sí. Jonas ha tenido que hacer de niñera.

– Lo he hecho muy bien -sentenció él indignado, y Lori sonrió. Su sonrisa era de compromiso, pues se daba cuenta de que había una tensión en el ambiente que no comprendía.

– ¿Queréis que me lleve a Robby esta noche? -preguntó, y Em, desconcertada, tuvo que respirar hondo.

«Esto tenía que suceder», se dijo, tratando de no mirar al bebé que tenía en brazos. ¿Por qué no? Era lo lógico. Lori era el destino de Robby, y no ella

– Quizá sería lo mejor -dijo, pero le fallaba la voz.

– ¿Lo mejor para quién? -preguntó Jonas con frialdad.

– Para Robby, claro.

– ¿Sólo estás pensando en Robby? -¿Y en quién más, si no?

– En ti -contestó Jonas observándola. -¿Por qué?

– Porque quieres al niño -aclaró Jonas, como si ella fuera tonta-. No veo por qué no lo adoptas tú. Diablos, cualquiera puede ver que para ti es todo lo que importa.

– ¿Y tú crees que eso estaría bien? He podido pasar mucho tiempo con él estas dos últimas semanas, pero sólo porque tú has estado ayudándome con mi trabajo. En cuanto te vayas, tendré que depender para todo de Amy, una adolescente que emprenderá su propia vida en cualquier momento. ¡No creo que sea muy buena base para una adopción, una madre a ratos por la noche!

– Serías una madre que quiere a su bebé -alegó Jonas-. Eso es mucho más de lo que algunos niños tienen.

– No funcionaría -Lori había estado observándolos. Ella estaba tan interesada por el futuro del niño como Em-. Para empezar, Tom no lo permitiría.

– ,¿Tom? -preguntó Jonas.

– Nuestro director. Existe un comité de evaluación, pero la decisión final es suya. El decide si una pareja, o una persona, serían buenos padres, y es muy consciente en su trabajo.

– ¿Estás diciendo que Em no sería una buena madre?

– Estoy diciendo que Em no tendría ni la más remota posibilidad de que la dejaran adoptar -dijo Lori en tono cortante-. Una madre soltera con exceso de trabajo… Tom diría que no lo podrá resistir.

– ¿Así que la discriminaría porque es soltera?

– No. Si estuviera trabajando sólo media jornada, Tom lo vería bien. Pero nuestra Em trabaja semanas de ochenta horas o más. La discriminaría, y con razón, porque, simplemente, no tiene tiempo.