– Pero… ¿y si estuviera casada? ¿Cambiaría algo?
– Claro que cambiaría -dio Lori sin mirar a Em y concentrándose en Jonas-. ¿Hay alguna posibilidad de que nuestra Em se case?
– Supongo que podría haberla. -¿Y cómo?
– Podría casarse conmigo.
Durante unos instantes hubo un silencio absoluto, como si el mundo entero contuviera el aliento en espera de que la bomba que Jonas acababa de soltar explotara y lo destruyera todo.
Em se quedó sin respiración.
– Disculpa, ¿qué has dicho? -dijo Lori, y Em la miró agradecida, porque a ella no le salía la voz.
– He dicho que Em y yo podríamos casarnos -dijo Jonas en tono conciliador-. Es algo que se ha hecho antes. Un matrimonio de conveniencia.
– Sí, pero…
– Mira, es muy simple. Yo nunca he estado interesado en casarme. Y Em no tiene tiempo para un marido en condiciones. Sin embargo, quiere a Robby -sonrió de esa forma que tanto daño le hacía al corazón de Em-. Yo entiendo cuál es el problema y creo que tú también, Lori. He estado viviendo aquí con Em y me he dado cuenta de que se le rompería el corazón si no se queda con Robby. De esta manera, podría hacerlo.
– ¿Cómo podría hacerlo? -Lori parecía fascinada.
Em tuvo que sentarse para no desmayarse, estrechando a Robby entre sus brazos y mirando a Jonas estupefacta.
– Es fácil.
– No es tan fácil -Lori parecía algo contrariada-. Tú eres un cirujano de capital. No creo que quieras ejercer aquí en Bay Beach.
– No. Bueno… no siempre, pero…
– Pero ¿qué? -Lori lo miraba fijamente y luego miró a Em-. Empezaba a pensar que era un hombre sin sensibilidad. No había más que ver expresión de la cara de Em. Parecía que se le desmoronaba el mundo.
«Parece que Em ama a este hombre», pensó Lori. Lo estaba mirando como si fuera la cosa más preciada del mundo, casi tanto como el bebé que tenía en brazos.
Y Jonas hablaba como si todo fuera sólo una transacción de negocios.
– Tom querrá saber quién va a cuidar de Robby -espetó Lori-. ¿Te estás ofreciendo ser su padre?
– No -contestó, pero su voz era vacilante-. Sólo a veces.
– Esto es una locura -interrumpió Em desde su silla-. ¡Una locura! Lori, vete a casa. Este hombre está diciendo tonterías.
– No estoy diciendo tonterías -afirmó Jonas-. Podría funcionar.
– ¿Cómo podría funcionar? -balbuceó Em desesperada, y Jonas sonrió.
– Oye, Em, no es necesario que te sofoques. No estoy ofreciendo un sacrificio humano. Estoy haciendo una oferta de negocio.
– ¿Y cuál es?
– He estado pensando -el tono de Jonas era dubitativo, como si no estuviera seguro de por qué hacía lo que estaba haciendo. No obstante, había estado pensando y tenía sentido-. ¿Sabías que antes de venir aquí me ofrecieron un trabajo como profesor en el extranjero?
– Sí.
Em miró a Lori, pero Lori estaba paralizada. Lo que oía era una propuesta de matrimonio, y debía salir de allí y dejarlos tranquilos, pero no podía.
Jonas seguía hablando.
– Yo quisiera tener un trabajo en la enseñanza, al menos a tiempo parcial -haciendo caso omiso de la presencia de Lori, se dirigía directamente a Em. ¿A su futura esposa?-. Me gusta la enseñanza. Estuve como profesor en Sydney, pero no había un puesto a jornada completa.
El resto del tiempo estuve haciendo cirugía técnica, pero no me gustaba nada.
– Yo no… -intentó interrumpir Em, pero él no la dejó.
– Em, mi área de especialización es la interacción entre el cirujano y el paciente. De hecho, he escrito artículos presentando la teoría de que una mejor comunicación mejora el tiempo de cicatrización. Lo cual es cierto. He estado elaborando una guía para que los cirujanos comenten con sus pacientes antes y después de la operación, temas tales como el miedo a los resultados, el miedo al dolor y hasta, incluso, los problemas familiares. Son temas que muchos cirujanos creen que no tienen tiempo de tratar. Eso es lo que realmente me interesa. La cirugía, aunque me importa, ya no es mi' prioridad principal.
– No veo qué tiene que ver conmigo todo eso -Em apenas podía hablar. ¿Qué era lo que él había dicho? ¿Matrimonio? Estaba meciendo a Robby como una autómata, agarrada a él como si la vida le fuera en ello. Lori, mientras, los observaba a los dos.
– Es muy simple -suspiró Jonas-. Estaba en un atolladero. No quiero trabajar como loco hasta convertirme en el cirujano vascular mejor del mundo o en cualquier otra especialidad. Pero es lo que me está sucediendo en Sydney y necesito mucho tiempo para mantenerme al día en las nuevas tecnologías. Fue por eso que acepté el trabajo como profesor en el extranjero, pero para serte sincero, no estaba muy seguro de que era lo que quería. Pensé que, aunque no quisiera ser un cirujano especializado, echaría de menos la cirugía, la medicina en sí. El trabajo con los pacientes. Así que creo que me gustaría… -miró de reojo a Em antes de proseguir-. Creo que me gustaría volver a la cirugía general y, además, ejercer un poco la medicina general.
– ¿Estás diciendo que quieres ejercer en Bay Beach? -dijo Lori, y Em la miró desesperada. Quería gritar.
– He hablado con Chris Maitland, el médico que trabaja al sur de Bay Beach. ¿Sabías que es anestesista?
– Sí, pero…
– Hizo lo mismo que yo -aclaró Jonas-. Se hartó de la falta de contacto humano en la medicina de la ciudad, así que volvió a la medicina general. Si yo me quedara aquí no tendría que renunciar por completo a la cirugía, y Chris podría ejercer de nuevo como anestesista. Yo podría hacer todas las intervenciones quirúrgicas de la zona, y apenas tendríamos que acudir a Blairglen. Además, podría dedicarme un poco a la medicina general. Me quedaría tiempo para seguir mis investigaciones y una o dos veces por semana acudir a Sydney a dar clase -se quedó pensativo unos instantes-. Y si doy clase a los internos en los hospitales, supongo que podrían darme un puesto docente para este distrito. Con internos en prácticas con nosotros, ¿no sería mucho más fácil la vida para todos?
¿Cuánto más fácil?
Em se quedó en blanco tratando de asimilarlo todo. Jonas allí. Médicos internos en rotación para hacer las prácticas también allí…
¡Qué maravilla! Pero ese no era el tema del que estaban hablando. Estaban hablando de matrimonio.
– Yo no…
– Bueno, me voy -Em casi se había olvidado de la presencia de Lori, pero al despedirse ella le dio un gran abrazo-. Esto se está poniendo demasiado complicado para mí. Todo lo que sé es que no dejarás que me lleve a Robby esta noche -sonrió cariñosamente a su amiga-, y puede que nunca dejes que me lo lleve.
– Lori…
– No te precipites. Escucha lo que Jonas tiene que decir y reflexiona para ver qué puedes sacar de todo ello.
– Yo nunca sacaría…
– Puede que sí -afirmó Lori-. Ahora me voy, pero tú ¡escúchalo bien!
Silencio.
Un silencio que parecía eterno. Em seguía sentada abrazando a Robby y tratando de asimilar lo que Jonas acababa de proponer.
No tenía ningún sentido.
– ¿Quieres quedarte aquí? -dijo Em, por fin-. ¿Se trata de eso?
– Quiero tener un lugar de base. He llegado a la conclusión de que me gusta tu tipo de medicina. Me he encariñado mucho con los hijos de Anna, ella va a seguir necesitando una familia y de este modo…
– Podrías limitarte a trabajar aquí. Desde luego que te necesitamos, pero no es necesario complicarlo todo con esa ridícula idea del matrimonio.
– No -se quedó pensativo-. Yo tampoco lo creía. Pero está la cuestión de Robby. Si me caso contigo, Robby tendrá una familia.
– Tú no quieres ser el padre de Robby. Lo dijiste bien claro.
– Lo dije -reconoció Jonas-. No quiero ser el padre de nadie -pero el tono de su voz se suavizó al mirar a Robby, que estaba casi dormido en brazos de Em y con su manita agarrada a un dedo de ella. ¡Estaba tan lastimado!-. No quiero que acabe en un orfanato -dijo en un tono tenso y henchido de emoción, como si no se creyera lo que estaba sintiendo.