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– Tú también te has encariñado con él -dijo Em mirándolo, y él asintió.

– Sí, supongo que sí. Es un niño muy valiente. Y si casándome contigo pudiera proporcionarle un hogar…

– ¡Menudo sacrificio!

Jonas la miró con una sonrisa burlona.

– ¡Eh! Tú no estás tan mal.

«Pero tampoco estoy tan bien», pensó Em.

– ¿Viviríamos juntos? -preguntó intrigada.

Él se mesó los cabellos.

– Supongo que tendríamos que vivir juntos si queremos adoptar a Robby formalmente, pero no creo que eso sea un problema. Yo estaría algunos días en Sydney y esta casa es suficientemente grande para todos nosotros. Además, si tenemos a un interno viviendo aquí, la situación no sería tan personal.

«¡No sería tan personal!»

– Pero esto sería un trato a largo plazo. Tendrías que decirle a Tom que estás dispuesto a ser el padre de Robby. Si nosotros…, nosotros y no yo, lo adoptáramos, tendrías que implicarte.

– No veo por qué. No si te tiene a ti.

Em respiró hondo luchando con los sentimientos que se le agolpaban.

– Jonas, quiero tanto a Robby que me hace daño -le dijo-. Pero Robby necesita una familia -cerró los ojos tratando de mantener la calma. Lo que Jonas le ofrecía era muy tentador. Pero ella sabía que no podía aceptarlo. Tenía un pequeño problema y tenía que confesarlo. Tenía que ser sincera aunque le doliera el orgullo-. Jonas, creo que deberías saber que me he enamorado de ti elijo sin tapujos y sin dejar de mirarlo-. Creo que debes tener ese factor en cuenta para tu ecuación. Verás… No creo que pueda vivir en la misma casa que tú como tu esposa y mantener una relación impersonal.

Él se quedó perplejo. La miraba como si hubiera dicho algo obsceno.

– ,Tú qué?

No era el momento del disimulo. Era la hora de la verdad.

– Estoy verdaderamente enamorada de ti, Jonas Lunn -le dijo mirándolo a la cara con dignidad y valentía-. Así que si me estás proponiendo matrimonio de verdad y para siempre, te daré las gracias y te diré que me encantaría aceptar, porque no hay nada que desee más que ser tu esposa. Pero sería tu esposa, Jonas. En todo el sentido de la palabra.

– ¡Em! -Jonas estaba totalmente anonadado.

– Qué cosa tan estúpida, ¿verdad? -dijo Em en tono cordial-. Poco profesional… incluso autodestructiva. Para mí y para Robby. Porque si no te amara, quizá podría aceptar lo que me estás ofreciendo.

– Lo que te ofrezco tiene sentido -increpó él-. Pero lo que tú estás diciendo…

– No tiene ningún sentido -concedió ella.

– Así que olvídate de que lo has dicho. No lo decías en serio.

Em cerró los ojos. ¿Cómo podía Jonas estar tan ciego?

– Claro que lo decía en serio. Más en serio que nada que haya dicho en toda mi vida. Yo no quería enamorarme, no era mi intención. Pero ocurrió. Por eso tu propuesta no funcionaría. Me darías sólo la mitad del pastel, pero no la mitad que yo más quiero. Tendría un niño y un marido, pero un marido que me trataría como a un colega de profesión.

– ¿Qué más quieres? ¿Para qué necesitas más? -su tono era como de estar enfadado y, de repente ella también lo estaba. Jonas era tan malditamente insensible…

– Lo quiero todo -dijo Em con claridad-. Cuando vine aquí sabía que mis posibilidades de tener un marido y unos hijos eran casi nulas, y lo acepté. Pero ahora me estás ofreciendo la mitad de lo que más ansío, y sé que prefiero no tener nada a estar viendo constantemente la otra mitad. La mitad que no está a mi alcance.

Silencio.

Em pensó que él estaba desconcertado. Que no entendía nada.

– Pero tú quieres a Robby.

– Sí -estaba a punto de llorar-. Pero tú no nos quieres -se mordió el labio-. Has dicho que no querías que Robby fuera a un orfanato. Así que te sacrificas por él, casándote conmigo. Pero yo no estoy preparada para asumir mi parte del sacrificio. El matrimonio no, Jonas. No si no hay amor.

– Nosotros… no amamos -dijo lentamente. Su enfado amainaba al ver la desesperación de Em-. Mi hermana y yo no podemos amar, Em Lo siento, pero nos han quitado la capacidad de amar desde una edad muy temprana.

– ¿Y no podéis recuperarla?

– Yo no quiero -dijo con sinceridad-. Hace demasiado daño.

– Hace falta valor.

– No. Hace falta valor para ser independiente. Si tú supieras lo mucho que yo deseaba… -se arrepintió de lo que iba a decir-. Lo siento, Em, esa es mi oferta.

– ¿Y es todo o nada? ¿O me caso contigo según tus condiciones, o te marcharás hacia el ocaso sin mirar atrás? -Jonas miró a Robby.

– No lo sé. Tendré que pensarlo. ¿Es cierto que no te casarás conmigo?

– Es cierto.

– Sigo necesitando un lugar de base.

– Pero no conmigo.

Jonas se quedó pensando.

– Bueno, bueno. Lo aceptaré. Creo que es una estupidez, pero quizá si me quedara podríamos hacer que las cosas funcionaran. Si le dijera a Anna que me quedo para que puedas adoptar a Robby, ella lo aceptaría. No pensaría que lo estoy haciendo sólo por ella.

– ¿Lo estás haciendo sólo por ella? -preguntó Em, y observó con curiosidad la cara de Jonas. «Ni él mismo lo sabe», pensó.

Estaba intentando parecer independiente, pero no lo era en absoluto. Creía que su ofrecimiento era por Anna, pero una parte de él quería a Robby y otra, el sentido de comunidad que había hallado en Bay Beach.

Si al menos alguna parte de él la quisiera a ella…

Pero Jonas no iba a reconocerlo. Pensaba que podría convencerla a través de Robby.

– Posiblemente te dejarían adoptar a Robby si yo estuviera aquí para ayudarte. Si pudiera organizar las necesidades médicas de Bay Beach para que tú tuvieras tiempo libre, quizá podríamos convencer a Tom de que te lo quedes -«podría ser. Algo era algo», pensó Em y su corazón sintió alivio. Pero miró a Jonas y volvió a sentirse compungida. Jonas estaba tan cerca… Y ella tenía que hacer que se alejara-. Todo sería mucho más fácil si te casaras conmigo -dijo él.

Le estaba dando una segunda oportunidad.

Pero ella no podía aceptarla. Por Robby. Y por ella misma. Un matrimonio sin amor era una locura.

– No, Jonas. Todo sería mucho más difícil -dijo con tristeza- Para los tres.

CAPÍTULO 9

¡ESTÁS loca!

¿ Qué has dicho?

– ¿Has rechazado a Jonas Lunn? Emily Mainwaring, estás loca por él. Tengo ojos en la cara. Estás más que enamorada de él y ¡has rechazado su propuesta de matrimonio! -la voz de Lori parecía un chillido. Se dejó caer en la silla al lado de Em y miró estupefacta a su amiga-. Todos nuestros problemas quedarían resueltos -dijo-. Tendríamos un médico más. Tendríamos padres para Robby. Sería el fin de tu soledad. Además, tendrías una vida sexual. ¡Y tú vas y lo rechazas!

– Jonas no mencionó una vida sexual -dijo Em eludiendo la mirada de su amiga. Lori se sorprendió.

– ¿Quieres decir…?

– Cuando te fuiste nos quedamos en las mismas posiciones. Él en un extremo de la habitación y yo en el otro, discutiendo los aspectos técnicos del posible matrimonio. Él opinaba que era una propuesta muy razonable. De hecho… -respiró hondo-. De hecho, creo que hasta se encariñaría con Robby. Pero manteniendo las distancias.

– Jonas no es tan duro -aventuró Lori.

– Sí lo es. Ha aprendido de la forma más difícil a ser impersonal. Duro como tú dices. Y no está dispuesto a olvidar lo aprendido sólo porque yo…

– ¿Sólo porque tú lo ames?

– Sí. Esa es la cuestión, Lori. Yo lo amo.